Cap 3

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Los mortales no podrían jamás entender la soberbia belleza del mar hasta que no se dejaran tomar por ella. La eminente efigie de la aventura que representaba la secreta unión entre el cielo y el mar era abrumadora, provocaba la insolente pregunta de dónde terminaba el mar y dónde empezaba el cielo. Inmenso como eran los deseos aventureros así era el mar. La nave vikinga se deslizaba vanidosa por las aguas color incertidumbre. Se tenía un destino, pero la incertidumbre era la nafta del valor. Los guerreros habían decidido navegar hacia el sur, habían navegado más al sur de lo que Sakura jamás había soñado conocer. Ella sabía que era el sur porque a medida que pasaban las noches el cielo se mantenía oscuro más tiempo, hasta que finalmente las horas de oscuridad igualaron las de la luz del día. Varios días atrás habían pasado frente a una hermosa tierra cuya costa estaba adornada por el verde del verano, pero nadie quiso decirle cómo se llamaba esa región.

Sakura sabía algo acerca de las regiones que se extendían al sur a raíz del número de criados que habían estado en su casa a lo largo de los años, todos provenientes de regiones diferentes. Ella tenía cierto conocimiento de los nombres de las islas, aunque no pudiera ubicarlas con precisión; de cualquier forma se sentía satisfecha que no estaba del todo ignorante acerca del los lugares que se exponían ante ella.

Touya sabía obviamente más al respecto, peor no quería decirle nada. Aunque todavía estaba muy irritado con ella, finalmente le había permitido salir de la bodega de la nave. Incluso Yukito, no le dirigía palabra. Sakura suponía que la lógica de estos hombres era que si ella no sabía dónde estaban o lo que hacían al desembarcar, nada podría revelar al padre cuando al fin regresaran a casa.

¡Cómo si ella no tuviese la audacia necesaria para hablar del asunto a su padre! Era un comerciante próspero. No aceptaba que sus barcos se dedicasen a incursionar en tierras lejanas. Los hombres del clan Kinomoto no habían emprendido esas aventuras desde los tiempos del abuelo. Pero por supuesto, los jóvenes soñaban con las riquezas que podían obtenerse con una incursión, y los que navegaban al mando de Touya eran todos jóvenes, además el barco que tripulaban se prestaba muy bien para una aventura de esa clase.

Construido con madera de roble, tenía un sólido mástil de pino que sostenía la gran vela cuadrada de rayas rojas y blancas. La embarcación alargada se desplazaba velozmente en el agua, ayudada por los dieciséis paras de largos y estrechos remos de abeto; la cabeza de dragón roja y dorada señalaba el camino.

Sakura no lamentaba haber embarcado, pues la excitación de los hombres era el sentimiento que ella experimentaba también. Y aunque no se le permitiría desembarcar, tendría una anécdota con la cual sorprender a sus hijos y sus nietos en las frías noches de invierno. ¡Ya lo creía que sí! Y la culminación estaba cerca. Lo adivinaba por el cambio que sobrevenía en los hombres, y por el modo en que Touya y Yamasaki observaban más atentamente la costa.

Una mañana temprano entraron por la boca de un ancho río; fue necesario apelar a todos los hombres para manejar los remos. La excitación de Sakura aumentaba a medida que pasaban los minutos, pues le pareció que estaba en tierra virgen, a pesar de que de tanto en tanto podía ver pequeños asientos y aldeas.

La exploradora que había en ella se sentía fascinada con todo lo que veía. Y la aventurera contenía la respiración cuando al fin soltaron el ancla y Touya se le acercó, pues Sakura aún alentaba la esperanza de que se le permitiera acompañar a los hombres. Incluso se había preparado para esa posibilidad y había asegurado la larga trenza bajo la espalda de su túnica, para evitar que la molestaran; también se había puesto el yelmo de plata que Yamasaki le había entregado en broma esa mañana.

Sakura no tenía escudo, pero aunque no había pensado en la posibilidad de usarlo, llevaba consigo la espada liviana que su madre le había regalado muchos años antes, cuando le enseñó a usarla. Pero no pensaba mostrar la espada a Touya, a menos que él le permitiese acompañarlos, pues la posesión de un arma tan notable podía provocar muchas preguntas en él.

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