Cap 4

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Sakura despertó lentamente sintiendo un profundo dolor como si aún le golpearan la cabeza. Por un momento pensó que realmente eso sucedía. Que Dios la ayudase, estaba imaginando cosas; pero ese dolor de cabeza era el peor que había tenido en su vida. Después de unos segundos, percibió otras cosas incómodas, y recordó.

Se sentó demasiado de prisa y se sintió mareada, de modo que cayó de costado con un gemido. Dos brazos la aferraron, y el ruido de las cadenas la indujo a abrir sobresaltada los ojos. Estaba mirando a Yukito, que a su vez la miraba, y después volvió la cabeza para ver quién la sostenía: era Eizan, un amigo de Touya.

Volvió a sentarse, y frenéticamente miró alrededor. Los habían reunido en torno de un alto porte, y todos estaban sentados en el suelo duro. Eran diecisiete. Muchos yacían inconscientes, las heridas sin atender, y todos estaban encadenados por los tobillos, de modo que formaban un círculo alrededor del porte. Pero no vio a Touya.

Su mirada buscó otra vez la de Yukito, y los ojos de Sakura encerraban un ruego.

- ¿Touya? -

El meneó la cabeza, y el grito brotó de la garganta de Sakura. Eizan aplicó instantáneamente la mano sobre la boca de la joven y Yukito acercó su cara.

- ¡Todavía no saben que eres mujer! Contrólate, Sakura. – La voz de Yukito fue un murmuro desesperado, pero Sakura se retorció de rabia y consternación mientras sus ojos acumulaban las lágrimas que amenazaban con recorrer las pálidas mejillas. Cómo le exigía control cuando le estaba diciendo que su hermano estaba muerto? Su corazón no lo soportaba, no lo aceptaba.

Yukito frunció el ceño y se acercó todavía más para luego hablarle entre dientes: - ¿Nos obligarás a permanecer aquí y a mirar mientras te llevan y te violan? Ten cuidado, Sakura. No te denuncies con gritos. -

Después de unos segundos donde ella mantuvo cerrados sus ojos y apretó sus puños a fin de tomar control sobre sí misma, le dirigió una mirada triste a Yukito para luego parpadear e indicar que comprendía. Yukito percibió perfectamente los sentimientos de Sakura en las opacas gemas verdes que lo observaban. Con un gesto indicó a Eizan que la soltara, ella contuvo la respiración, inclinó la cabeza hacia el suelo, destrozada por el dolor de la pérdida.

Su mente trajo traidoramente imágenes de su hermano, las veces en que habían estado juntos. Recordó cuando él, a pesar de tener otros intereses propios de adolescentes, le dedicaba tiempo para jugar por poco que este fuera, además de revivir la ocasión cuando ella junto a Touya y sus primos habían ido a pasar la tarde al río, y su hermano la había salvado del ataque peligroso de una serpiente. Pudo haber dicho gracias, pensó, si él no la hubiese molestado después con el cadáver del animal. Tantas cosas vividas. Tanto tiempo perdido. Como deseaba verlo y abrazarlo, llenarle la mejilla de besos. Siempre creyó haberle demostrado cuánto lo quería, pero ante la realidad, se dio cuenta que jamás le expresó con palabras a su hermano cuánto le amaba. Deseaba gritar, necesitaba hacerlo, manifestar de ese modo su dolor. Si no podía expresarlo enloquecería, el sufrimiento la ahogaba y se acentuaba cada vez más, estaba segura que si seguía así la tristeza y la desesperación la hundirían hasta el punto donde ella ya no pudiera hacer nada para recuperarse. Los gemidos angustiados brotaron sin control de sus labios, hasta que un puño le golpeó la mandíbula haciendo que ella cayera nuevamente en dos brazos que la esperaban.

Cuando Sakura volvió a despertar, el sol comenzaba a ponerse. Gimió, pero después se contuvo y se sentó lentamente, y miró con gesto acusador a Yukito.

- Me golpeaste. – No era una pregunta.

- Así es. – Yukito ni siquiera la miraba.

- Imagino que debería agradecértelo. –

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