Capítulo III

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Estaba en el baño de la universidad peinando un poco mi cabello, cuando entraron unas chicas hablando de algo de autos y carreras, la verdad es que no llegué a escucharlas bien. Salí de allí y caminé por el pasillo hasta encontrar a Sam y Violet hablando de lo mismo que las chicas del baño.

-Alex, ¿Irás con nosotros, ¿Verdad? - me preguntó Sam.

-No entiendo. ¿A dónde? - respondí algo confusa.

-Es la apertura del Camino de las Espinas, la más multitudinaria carrera ilegal de autos que hay en la región. Se hace en las afueras de la ciudad. El viernes por la noche es la primera carrera de cinco- me comentó casi susurrando Violet.

-Debemos ir. Será genial. Irán muchos alumnos del instituto- me susurró Sam.

Sentí como si un elefante estuviera parado en mi pecho y un escalofríos recorrió me cuerpo, al mismo tiempo que una emoción enorme me invadió. Aunque esa era una de las tantas cosas de las que quería olvidarme y dejar en el pasado, no pude evitar sentir la necesidad de volver a correr a la máxima velocidad. Sentir la adrenalina que genera tener mis manos en un volante mientras mi auto corre a más de doscientos kilómetros por hora. Fui detenida muchas veces por las carreras ilegales, fue así como conocí a Kevin. En mi ciudad era conocida como la Reina de las calles. Era de las pocas mujeres que competían, por lo tanto muchas veces me enfrentaba a hombres y ganaba. Siempre fui buena. Era lo que me apasionaba hacer.

-Creo que los acompañaré un rato. Podemos cenar en mi departamento antes de ir, ¿Les parece?

-Si. Ahí estaremos- dijo Sam abrazándome.

-Oye, ¿Estás mejor?- dirigí mi mirada hacia Violet.

-Si, los chocolates, las películas y las hermosas palabras que dijiste me ayudaron mucho- dijo sonriéndome.

Caminábamos hacia nuestra clase cuando Dominic se interpuso en nuestro camino.

-Quiero hablar contigo... a solas- me dijo mirando a los mellizos, y nos dejaron.

-Escúchame una cosa, me has pedido que no te molestara ni me metiera contigo pero quien me busca eres tú. ¿Qué es lo que quieres ahora, Dominic?- le dije molesta antes de que comenzara él a hablar.

-También creo haberte dicho que te alejaras de los problemas y según escuché irás al camino de las espinas el viernes. El padre de Sophie apuesta mucho dinero ahí y normalmente se vuelve un lugar muy peligroso con todas las apuestas que se hacen. Te aconsejo que no vayas. Hay gente de mucho peso en esa carrera.

-Por momentos siento que te preocupas por mí, luego recuerdo que eres un idiota y se me pasa. Déjame tranquila, Dominic.

Me fui dejando a Dominic atrás. Entré al salón de clases y me senté detrás de los mellizos, al lado de Marilyn.

-¿Qué quería Dominic?-me preguntó Violet.

-Molestar. Como siempre.

Miramos hacia la puerta donde estaba entrando Dominic y por detrás el profesor. Él caminó hacia su lugar en el fondo y lo seguí con la mirada. Se acomodó en su asiento y me dedicó una mirada dulce y una débil sonrisa de costado. Volví mi vista al frente y luego a mi cuaderno que estaba sobre mi mesa. Su actitud era muy rara. Era como si por momentos quisiera matarme y en otros cuidarme. No comprendía nada.

La clase se pasó volando. Salimos del salón, era hora de almorzar, luego teníamos la última clase del día pero yo me sentía cansada así que les dije a los mellizos que me iría a mi departamento a descansar.

Dejé mi Camaro en el estacionamiento del edificio y subí por el ascensor. Abrí la puerta de mi departamento y arrojé mi bolso hacia el sillón de la sala. Me di una ducha, fui a la cocina a tomar un poco de agua y una pastilla para el dolor de cabeza. Entré a mi cuarto, cerré la puerta detrás de mí y me acosté. Comencé a sentir mis ojos cerrarse e inmediatamente me dormí.

Me desperté, salí de mi cuarto y caminé por el pasillo concentrada en las fotos familiares que colgaban en las paredes. No se escuchaba ningún otro ruido más que el canto de los pajaritos. La puerta de la habitación de mis padres estaba un poco abierta, así que me acerqué despacio y sin hacer ruido. Vi a mi mamá sentada en la punta de la cama con su baúl de madera sobre sus piernas.

-Mamá- hablé, pero mi voz salió como un susurro seguido de un eco.

Ella no me escuchó. A su lado había una pequeña cuna. Mi mamá cerró su baúl con la llave y metió esta última dentro de una tapita en forma de dije. Tenía una cadenita y la puso alrededor del cuello del bebé que se encontraba a su lado.

–Está llave la tendrás siempre contigo. Tiene muchos recuerdos y algún día te servirá para conocer algo importante. Te amo- le dijo en voz baja y luego besó su frente. Me acerqué para verlo mejor. Ese bebé, era yo.

Me desperté por el sonido de mi celular, me senté en el costado de mi cama, estaba agitada, transpiraba y el corazón me latía muy fuerte. Había sido un sueño. Tomé mi celular de la mesita de noche y vi seis llamadas perdidas de Violet, cuatro de Sam y once nuevos mensajes. Diez eran de Kevin y uno de un número desconocido. Obviamente el primero en mirar fue el de Kev.

Agente Adams 😛;

Holaaa

Acaso ya te has olvidado de tu agente favorito?

Aleeeeex

Estás ahí?

Contestaaaaa

Ya te extraño, pequeña delincuente

Aleeeeeeeeeeeex

Donde te metes eh?

Si estás viendo mis mensajes y no quieres contestar tendrás muchos problemas, entiendes?

Háblame!

Me causó mucha gracia. La verdad es que lo extrañaba. Le respondí inmediatamente.

Alexa;

Hola Agente Adams, discúlpeme que no le haya contestado pero se me presentó alguien muy importante: el sueño.

Como crees que me voy a olvidar de ti, Kev?

Cuando puedas contéstame, quiero saber de ti.

Estaba por ver el mensaje del número desconocido, cuando empezó a sonar nuevamente mi celular.

Llamada de Sam:

-¿Hola?

-Hasta que por fin contestas! Creímos que habías muerto o algo así- me dijo Violet, que tenía el celular de su hermano.

-Discúlpame rubia es que me tomé una pequeña siesta.

-No te preocupes. ¿Quieres que vayamos a tu casa? Pediremos pizza.

-Eso suena genial. Me daré una ducha rápida. ¿En cuarenta minutos les parece bien?

-Ahí estaremos. Nos vemos- me dijo ella y colgó.

Entré al baño y me paré frente al espejo mirando fijamente mi cadenita. Me la había regalado mamá. La desprendí de mi cuello y la puse sobre el tocador sin perderla de vista.

-¿Cómo es posible que seas una pequeña cajita y nunca me he dado cuenta?- le dije.

La tomé nuevamente con mis manos y la abrí. Como en mi sueño, había una pequeña llave ahí dentro. Corrí deprisa hacia mi cuarto y busqué entre mis cosas el baúl de mamá. No recordaba donde lo había dejado. Cuando lo encontré, me senté en el suelo, metí la llave en el orificio del candado y el baúl se abrió. Dentro de él había muchas cosas, como una bolsita con mis dientes de leche, un mechón de mi primer corte de pelo, la cinta que le ponen a los bebés en los hospitales cuando nacen y debajo de esto unos cuantos sobres.

Una sensación de angustia y tristeza me invadió el cuerpo y decidí cerrar el baúl y guardarlo en su lugar.

Luego de bañarme, llegaron los mellizos. Cenamos, hablamos hasta las 3am y se quedaron a dormir.

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