Capítulo XV

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La noche era fría. Había llovido todo el día, aún caían algunas gotas. El suelo estaba mojado y algo resbaloso, el viento soplaba levemente, pero en ocasiones era algo más potente y provocaba que las hojas de los arboles dejaran que las gotas de lluvia que acumulaban cayeran.

No había autos en las calles, ni siquiera personas caminando. Supongo que la noche, la lluvia y el frio, obligaban a esto.

Las sombras de la noche cubrían todo el parque. Un parque oscuro, húmedo y solitario era lo único que se hallaba a mi alrededor. Sentía como si de pronto los arboles y las estatuas de mármol que había en las esquinas se convirtieran en fantasmas. No lo sé, estar sola allí era aterrador.

Miré la hora en mi celular, Marcus debería de llegar en minutos. Odiaba tanto la medianoche. Sí. Sé que he dicho esto muchas veces, pero en verdad lo hacía. Era una hora en que la tristeza y la nostalgia se apoderaban, no solo de mi mente sino también de mi cuerpo.

Recordé cuando tenía siete años, estábamos con mis padres en el rancho que pertenecía a mi abuelo. Afuera había una terrible tormenta, las ramas de un enorme árbol chocaban con mi ventana. No podía dormir, sentía que había alguien más conmigo en esa habitación. Llamé a papá de un grito. Tenía mucho miedo, me tapé el rostro con la sábana como queriendo escapar de allí, claro que nunca iba a ningún lado, solo me quedaba ahí, luego llegó papá y se acostó junto a mí. Se quedó conmigo hasta que me dormí. No olvidaré nunca sus ojos y esa mirada dulce y carismática que hacía que todo mis miedos e inseguridades desaparecieran en cuestión de segundos.

Las figuras de tres hombres enormes aparecieron por una esquina. -Al fin- dije para mí misma. Se había tardado demasiado. Los dos hombres que venían por detrás de Marcus traían entre ambos, una especie de baúl bastante grande y él en su mano izquierda un maletín de color plata.

-Disculpa la demora, mi querida Speedy. Acaban de avisarme que el próximo fin de semana será la continuación de la Camino de las Espinas y tenía que arreglar unos asuntos – con todo lo que me había estado pasando en todo este tiempo olvidé por completo la carrera.

-Déjate ya de tantas vueltas, Ken y dime de una vez que es lo que quieres que haga – lo apuré.

-¿Cuál es el apuro que tienes, niña?- me dijo y luego le hizo una seña a los grandotes para que bajaran el baúl al suelo. Con otra seña de Marcus, los tipos lo abrieron.

Era un arsenal. Había tres hermosos Kalashnikov. El AK- 103, uno de mis favoritos, un AK- 107 y un bonito AK- 12. También había un FX- 05 Xiuhcoatl, un fusil de asalto de origen mexicano que, por cierto, llamó mi atención. Una Five SeveN y una pequeña Taurus PT- 22. Dentro del baúl había una caja más pequeña.

-Ábrela – ordenó Ken.

Cinco hermosos cuchillos. Supuse, a primera vista, que eran Bayonet. Cinco perfectos M9. Siempre me encantaron los cuchillos, mamá era buena con ellos y me había enseñado a manejarlos. Sufrí muchos cortes en sus clases, de hecho, tenia unas cuantas cicatrices en mis manos y brazos, pero al final logré controlarlos a mi antojo. Me consideraba buena.

-Son todos tuyos. A cambio, tienes que asesinar a alguien por mí. Bueno, de hecho, ese es el trabajo que te tengo.

No me sorprendió, aunque esperaba otra cosa. Una entrega de su mercancía o algo de ese estilo.

Yo jamás había asesinado a alguien. Las liebres y venados que cazaba con papá no contaban. Sabía manejar cualquier tipo de armas, las amaba y en alguna ocasión le disparé a una persona. Claro que fue en defensa propia. A pesar de esto, no creía estar preparada para asesinar. Estaba a punto de arrepentirme y decirle a Marcus que no lo haría, cuando interrumpió mis pensamientos.

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