Capítulo 3

101 9 23
                                    


Natalie Harper.

Música. Es lo único que se escucha en toda mi casa aun teniendo la aspiradora encendida.Gracias a los altavoces que tengo en distintos puntos del duplex, me permite que la canción siga teniendo el mismo volumen alto en cualquier lado, y eso me lleva a que cante aún más fuerte la canción de Ariana Grande, "Into you" que suena en la radio. A pesar de que esté limpiando, mi cuerpo se niega a no moverse con el ritmo de esa canción, a que mueva el cable de la máquina de forma graciosa o a veces me pare porque tantas cosas al mismo tiempo no puedo hacerlas, y en eso se basa mis días de limpieza.

Pero hoy curiosamente tengo una sonrisa mínimamente especial, porque no todos los días alguien viene a tu casa a cocinar contigo, y eso se nota en mi estado de ánimo. Estoy ilusionada, no puedo negarlo, pero después de tantos años cocinando para mi o para los demás, es normal que lo esté.

Guardo la mayor parte de los productos de limpieza cuando he terminado con la gran sala que forma mi casa, para después abrir la puerta de habitación. Normalmente esta no es que esté muy desordenada, no me gusta tener las cosas tiradas, pero teniendo 4 días seguidos a tu mejor amigo durmiendo en esta, pues es algo complicado. Me decido por apagar la música para que Jack me escuche bien, pues aun sigue tirado en mi cama, con algún que otro cojín en el suelo.

–Sé que estás despierto, es imposible que duermas con la música tan alta. – Coloco mis brazos en jarra esperando una respuesta del moreno, el cual está boca abajo. –¿Te puedes levantar ya?

–Dejame dormir media hora más Natalie. – Pide palpando con su mano la colcha, y cubriéndose con ella. Ruedo los ojos y quito la cubierta, escuchando sus quejidos.

– Si lo que quieres es dormir sin que nadie te moleste, vete a tu casa, que para algo la tienes. – Jack, tras su vuelta, aún sigue aquí porque está esperando unas cajas con sus cosas desde Estados Unidos, y no se le ocurrió otra cosa que poner la dirección de mi casa porque, en palabras suyas, de mi cueva me muevo poco. Así que, hasta que lleguen, lo tendré como invitado o más bien, como infiltrado. Al ver que no me responde y consiguiendo molestarme, recojo uno de mis cojines y le doy en la cabeza fuerte. – ¡No te lo vuelvo a repetir!

Lo peor de todo, es que arriba, en el estudio, tengo un sofá-cama, lo suficientemente cómodo para que duerma allí, pero su explicación es que habiendo dormido anteriormente conmigo, por qué debería empezar a no hacerlo ahora.

Nuestra relación ha sido siempre algo difícil de explicar, posiblemente por mi culpa, o por la de ambos. Nuestra amistad siempre se ha basado en molestar el uno al otro cuántas veces mejor, a enseñarme a vivir la adolescencia que nunca tuve, pero sobre todo hacernos reir. Pero hace un par de años, en una noche de fiesta nos besamos y si no se hubiese vuelto a repetir, posiblemente no tendríamos tal confianza entre los dos. Durante un año, estuvimos mucho más unidos, pasábamos fines de semanas enteros en casa de uno o del otro, pues él era, y es, de Manchester. Los besos nunca acabaron, pero no pasamos de esa raya pues para mi, por aquel entonces, seguía siendo únicamente mi mejor amigo.

Meses después, cuando me enteré de que le habían dado la beca para estudiar fuera un año, volví a romperme, otra vez por culpa por del amor en todas su variantes, pues fue en aquel momento cuando me di cuenta de que le quería y no solo como amigo. Antes de irse a Seattle, tuvimos una conversación que con el paso de los días, fui entendiendo. Me hizo prometer que seguiría siendo la Natalie feliz y extrovertida, y que conocería gente nueva durante ese tiempo.

Lo que realmente él quiso decirme, aunque nunca me lo haya admitido, era que no quería hacerme daño, no de ese modo, así que quedamos en seguir siendo los mejores amigos de antes, y ese es el punto en el que nos situamos.

SimilaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora