Capítulo 7.

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Natalie Harper.

Cierro con rapidez la puerta roja de mi casa, saliendo casi corriendo del pequeño jardín para cruzar la calle cuanto antes hasta la parada del autobús y coger el bus a tiempo. Hoy es uno de esos días en los que todo va de mal en peor. Si ayer no tuve suficiente con llegar a casa y verme sola después de la tarde tan extraña con Samuel, esta mañana mi despertador no ha sonado, por lo tanto este es el último autobús con el que llegaría justo a tiempo a trabajar, así que ni me ha dado tiempo a desayunar.

Subo al bus pasando la tarjeta del transporte público y sentándome sola, al lado de la ventana, durante los 8 minutos que tarda en llegar hasta la calle donde trabajo. Me permito cerrar los ojos por un momento y coger una bocanada de aire profunda, aunque no evitando que mi mente empiece a dar vueltas a la tarde de ayer.

En mi cabeza aún no cabe como tuve el valor de acercarme a él, al ver que se iba. Fue otro de esos impulsos internos que no logro descifrar muy bien porque los hago. Otro igual que el beso que le dí a pocos metros de mi habitación... y él que me dio ayer.

Por un momento, desconecté mi mente al sentir sus labios contra los míos, como si hubiesen presionado el botón de "Pausa" en el tiempo, y todo lo que hasta el momento había ocurrido, no existiese. Fue una sensación extraña, pero más cuando me dí cuenta de lo que realmente acababa de pasar, habiendo pactado hacía unas horas una amistad, no pude evitar compararlo con Jack.

Era la misma situación, éramos amigos desde hacía unos meses, sabíamos bastantes cosas uno del otro, y en una determinada noche fue Jack quien me besó, iniciando ese juego de besos, que terminó destrozándome al darme cuenta, tarde, de que le quería, pero ya no le tenía a mi lado.

No quería volver a repetir eso, pero mi subconsciente, interpretando ese beso con Samuel como algo que ya había vivido, y su inmediata disculpa, simplemente reaccioné de la mejor forma que pude, en ese momento, hacerle conocer que sabía cómo se sentía junto ese pequeño beso.

Ahora que medito lo que hice y su último consejo antes de marchar, pienso que fue lo peor que podía haber hecho.

No sé por qué sigue dándome la oportunidad de estar cerca de su vida. Él mismo ha comprobado que soy un saco de incomprensiones y problemas...
¿Ve acaso algo especial en mi? O mejor dicho... ¿Qué hay en él diferente al resto de la humanidad como para que salga en su busca?

Samuel, además de tener un sin fin de cosas con las que nos parecemos, supongo que me resulta interesante y curioso. Puede ser que sea por mi falta de socialización, y cada vez que conozco a una persona con matices distintos a lo común me... ¿Atrae? ¿En qué sentido de la palabra?

Escucho el nombre de la parada siguiente y ya es la mía, así que abro los ojos y creó un bloqueo en mi mente para dejarme trabajar tranquilamente durante la mañana. Bajo del bús y veo que al otro lado de la calle Zara ya ha abierto la peluquería.

–Hoy te he ganado.– Dice sonriéndome desde detrás de la pequeña recepción en tono negro mientras abre la agenda del día. –¿Te has quedado dormida?

–Más bien ha sido el despertador que me ha fallado. –Comento graciosamente dejando mi bolso marron colgado en uno de las perchas y atándome a la cintura el porta herramientas. – ¿Qué tenemos hoy?– Me acerco sentándome en uno de los taburetes blancos.

–Mmm... tres tintes, dos cortes de pelo y una nueva clienta, se llama Victoria, llegará en media hora más o menos ¿La coges tú? – Me pregunta mi compañera mirándome y yo asiento. – Pues todo listo. – Cierra la agenda.

–Entonces voy a por mi taza de chocolate, porque no me ha dado tiempo a desayunar. – Le comento y ella acepta sin problema.

Ninguna de la dos somos las encargadas en la peluquería, solo que ella es la hija de la dueña, pero la mujer está demasiado mayor como para trabajar, así que ambas nos encargamos de llevar el negocio sin ponernos una por encima de la otra.

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