17.

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"𝒕𝒉𝒆 𝒕𝒂𝒍𝒍𝒆𝒔𝒕 𝒕𝒐𝒘𝒆𝒓."

Hace tiempo Dazai conoció a un chico que tenia los ojos más preciosos que había visto. Eran azules y grises y cuando lloraba, parecía que cayesen perlas de ellos. No le gustaba verlos llorar, pero era algo que no podía evitar tanto Dazai como el otro.

El vacío que sentía Chuya era la principal causa de su depresión. Quién iba a decir que un niño alegre, con ganas de vivir la vida, se convirtiese con el paso del tiempo en un muchacho desanimado y desmotivado, sin saber qué hacer en el mundo, con una mirada perdida hacia el futuro. Sus oscuros pensamientos le borraron la sonrisa que mostraba siempre al mundo. Ya no sabía como sonreír más sin sentir ese dolor amargo que le dejaba un gran peso en su pecho. Hasta que conoció a Dazai.

Los primeros meses fueron como una escapada mental para Chuya. Dazai era lo más preciado para él y para no caer de nuevo en ese hoyo de oscuridad del cual el castaño le había rescatado. Le estaba muy agradecido, tanto que un día se dio cuenta que no podía devolverle lo mucho que hacía Dazai por él y se volvió a sentir inútil.

Se supone que cuando estas enamorado de alguien lo haces todo por esa persona. Eso lo hacía Dazai. ¿Qué era lo que Chuya le proporcionaba a Dazai? El pelirrojo no lo sabía, así que se limitaba a pensar que no le aportaba nada, él solo era un cargo más en la vida de Dazai, pensaba. Como a todo el mundo, Chuya no les aportaba nada, solo problemas y desesperación.

¿Qué sería de un mundo sin él?
No cambiaría nada, o quizá fuese aún mejor para los que le rodeaban. El gran poder de sus pensamientos oscuros que le amargaban le hacían creer eso.

Intentaba recordar el por qué se empezó a sentir así, pero no lograba nunca encontrarle el sentido a ese vacío y eso era una de las cosas que le jodían más. Eso, y también que el estado de depresión en el que estaba, no le dejaba ni pedir ayuda. No quería. Pensaba que podía cargar con ello ya que se había pasado un buen periodo de su vida así, pero en realidad, no podía hacerlo.

Dazai sabía lo que le pasaba al otro, no podía sentir exactamente su dolor, tristeza, ni su vacío existencial, ni mucho menos no podía oír las voces que rondaban por la cabeza del pelirrojo, pero cada vez que le veía le notaba peor. Sus ojeras más visibles en su pálida piel, su rostro apagado junto a esos ojos grisáceos, que antes eran azules, azul como el mar lleno de las lágrimas que salían de esos ojos.

Quería ayudarle, claro que quería.
Todos sabían que cuando estos dos se conocieron, ellos se enamoraron al instante. Dazai hasta ha llegado a sentirse celoso de su belleza, ha llegado a decirle cosas que a otro ser humano no le habría dicho nunca.
Por eso y por más cosas quería sacarle de todo esto pero era difícil. No sabía como hacerlo por si lo podía empeorar más -cosa que nunca se lo podría perdonar a sí mismo-, hasta que se le ocurrió algo: aferrarse lo más que pudiesen ellos dos. Por las noches, Dazai le pedía a Chuya que expresase como se sentía y él le recitaba poemas de una sola temática: la tristeza. Porque ¿qué más va a sentir?

Pero eso no le hizo ningún bien a Chuya. Fingía con eso estar bien, pero ese hecho de forzar sus sentimientos le hizo un efecto contrario. Cada cosa que escribía para después recitarlo delante de Dazai eran más cuchillos que se le clavaban por todo el cuerpo como si de una tortura se tratase, otro peso más en su amarga y miserable vida.

Hasta que se cansó. Llegó a un punto en el cual pudo pensar solo en él, en nadie más. No pensó ni en Dazai cuando se subió a la torre más alta, ni cuando miró hacia abajo, viendo toda la distancia que había de ahí al suelo por donde solo una simple lágrima bajaba por el aire, como si de un tobogán se tratase. Una lágrima que llevaba el nombre de Dazai.

Pasó una hora, unos lentos y aburridos sesenta minutos, pero, ¿qué más le daba a Chuya como eran esos minutos? Solo estuvo mirando las vistas, hasta que con un pequeñísimo paso, decidió el rumbo que iba a tomar su vida. O mejor dicho, su muerte.

Un fuerte golpe se escuchó por esa zona. La gente, asustada, se paraba a ver la catástrofe que había producido Chuya tras su suicidio.

Toda la gente que no le conocía de nada, estaba llorando, lamentando por qué un chico tan joven y hermoso decidió acabar con su vida. La policía llego, y con ellos llegó Dazai, el cual con tan solo ver la vestimenta del muerto, se acercó corriendo con un agudo dolor en el pecho. Pero él solo se agachó y suspiró, mirando a la bella durmiente que tenía delante de sus ojos. Hasta muerto era precioso.

Pasó el tiempo y Dazai cambió. El castaño se volvió muy raro, deprimido. Se encerraba en su cabeza para evitar el contacto con la gente ya que él solo quería reproducir la voz de Chuya recitando los poemas, esos poemas que le recordaban a esos días y a ese día en concreto.

¿Qué se supone que tienes que hacer cuando alguien a quién amas se va para siempre?

Cuando sabes que tú has sido parte de esa decisión, de ese trágico final para el chico de los ojos azules que con el paso del tiempo se volvieron grises. Y solo por estar equivocado, por no saber cuidar bien de él, por no darle esa chispa de luz para seguir viviendo.

Dazai se sentía atormentado con la culpa, ¿y quién no? Normal que estuviese deprimido, si la idea de encerrarse el uno con el otro fue de él. Pero, como en todos estos casos, ya nada se puede hacer, solo vivir con el peso del amargo arrepentimiento y el dolor acompañado con un vacío en el corazón. Le echaba mucho de menos.

Este empezó a dormir más horas de lo normal, sentirse más desmotivado, cansado e irritado con todo en general, pero más con la gente que le iba recordado día tras día que lo de Chuya fue una gran desgracia, como si él no lo supiera, como si no hubiese visto el cadáver del pelirrojo.

Parecía que dormir le aliviaba un poco el dolor. Dazai decía que dormir era una gran escapada mental donde todo puede ser real y que le interesaba mucho como el inconsciente podía recrear tales cosas cuando el cuerpo está descansando. Tales cosas como a un ser querido que acabas de perder, Chuya. Así es, Dazai habitualmente soñaba con Chuya y eso era lo único que le gustaba de estar vivo, digamos. La primera vez que soñó con él tras su muerte fue algo corto y borroso para el recuerdo de Dazai, solo vio como un chico de cabello naranja le decía algo inaudible. Después ya empezaron a hablar a través de los sueños, así casi cada día.

Hasta que llegó el final de Dazai, el cual él esperaba con ansias. Y se pudieron reunir como dos almas revoloteando por el universo. Lo curioso es que los dos recordaban cada letra de esos poemas que Chuya había escrito.

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He llorado escribiéndolo lmao.

Ya estoy libre, así que le daré caña a esto.

TTYT.

nocturne. // soukoku [one shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora