*El Destino no llama dos veces.

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*Un zumbido flotaba por doquier. No era el tipo de viento que parece atravesar una flauta de carrizo, era más como un chirrido, sí, como una alarma de advertencia. Las dos siluetas sobre el tejado tenían rato observando la entrada principal, a la espera de una señal. No cualquier tipo de señal; una de combate. El más grande se movió a penas sobre sus codos. La piel contra las losas de cerámica empezaba a enrojecer, asumiendo las formas ondeadas bajo ella. El chico a un lado suyo se tambaleó intentando asumir una posición más cómoda. Sus botas viejas golpeaban contra las losas del tejado, haciéndolas golpear una contra otra y produciendo así el único ruido, además del viento, que era audible.

-¡No hagas éso! -lo reprendió Dracko, en un susurro-. Harás que nos descubran.

-¡Mira quién habla! ¿No podrías susurrar más alto? -protestó Walter, mientras se esforzaba por no seguir moviéndose, aunque sus esfuerzos resultaban inútiles; sus manos y piernas seguían resbalándose.

Dracko rodó los ojos y saltó de un brinco hacía la explanada del monasterio. Walter lo imitó y quedó a un lado suyo. Era increíble la paz y tranquilidad que reinaba en el monasterio, tan ajena a lo que estaba por suceder.

El viento silbó, los cabellos negros de ambos ondearon con él. Un zumbido a penas perceptible mandó a Dracko contra la pared. Walter a penas tuvo tiempo de darse la vuelta. Una chica estaba delante de él, en posición de pelea. Calculó que debería tener unos quince o dieciséis años, con piel pálida, mejillas salpicadas por pecas y pelo negro que le caía en ondas sobre los hombros. Un mechón semi verde ondeaba sobre sus ojos color esmeralda, que fueron lo primero que lo impactó de ella. Eran ése tipo de ojos que no puedes dejar de mirar, convencido de que encontrarás algo, y acabas concluyendo que hay posibilidades: son tan profundos que no puedes verlo o simplemente no hay nada.

Un golpe que no alcanzó a ver lo mandó directo al suelo. Dracko ya se había reincorporado y estaba listo para defender a su amigo. Walter consiguió ponerse de pie.

-Ve por las armas -dió un traspié rápido hacía atrás para esquivar otro ataque rápido, como una ráfaga-. Yo me encargo.

A Dracko no le agradó la idea de dejar solo a su amigo, pero terminó asintiendo con la cabeza.

Le sorprendió el hecho de encontrar las armas sin vigilancia. Se acercó despacio hacia ellas, sintiendo todo su poder, le cosquilleaba los dedos. Miró encantado todo su esplendor y se dispuso a tomarlas.

-¡NO! -el grito de un hombre lo detuvo. Se dió la vuelta y vió a un joven sensei. Su pelo rubio lanzaba destellos con la luz proveniente de las armas-. Ningún mortal puede poseer las cinco.

<<-Seguramente sólo dice éso para que no las robe...>>, pensó Dracko

Tomó entre sus brazos las cinco armas. No pasó nada, justo como él pensaba.

-Pero... éso es imposible... -musitó el Sensei.

-Para hacer de lo imposible posible, basta con creer que es posible.

-Sensei -una chica apareció detrás del hombre. Su voz carecía de entonación alguna, de emoción, como sus ojos. Dracko la reconoció como la chica de la entrada, por su kimono verde esmeralda y unas botas negras altas-. ¿Quiere que me encargue de él?

-Está bien, Midori -le dijo el sensei, extendiendo su brazo. Caminó lentamente hacia Dracko. El pelinegro oprimió las armas contra su pecho, como si se tratara de un delicado bebé, al tiempo que avanzaba lateralmente, con precaución-. Escucha, las armas doradas poseen un poder inimaginable... me sorprende que puedas contener un poder así...

Miró de reojo la puerta, bloqueada por aquella pelinegra de postura firme.

-He estado buscando por años a alguien capaz... -continuó el sensei.

Un poco más, ya estaba cerca de la salida.

-Creo que hay más en ti de lo que aparentas... Hay una forma mejor, déjame enseñarte -el hombre extendió una mano hacia él Dracko la miró, dubitativo.

Las palabras del primer maestro llegaron a su mente.

<<-Hay algo especial en ti. Ninjago te necesita>>.

¿Realmente era cierto? ¿Había algo más en él que ser un simple ladrón?

-Eres el elegido para destruir el prisma del comienzo. Puedo entrenarte, ¿Aceptas?

Se quedó mirando la mano que se extendía hacia él. Antes solía pensar que el primer maestro lo había escogido por una razón, que tenía un destino que cumplir. Y ahí estaba él, con las armas más poderosas de Ninjago en sus brazos y la oportunidad de descubrir qué lo hacía especial. El destino no llama dos veces.

-De acuerdo. Acepto.


Ninjago 2: Bajo engaños. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora