- ¡Aleja esa cosa de mí!- grité, tirando sin querer la silla del susto. Shelly intentó sujetarme del brazo, pero me sacudí tan fuerte que casi se le cae la jeringuilla de la mano libre.
- Necesito una muestra para...
- ¡Que no, ni se te ocurra!- a mi lado, Kenya rugió por lo bajo viendo el utensilio entre los dedos de la doctora, reforzando mi pánico hacia esa maldita aguja.
¿Que por qué tanto miedo? Lukas solía introducir medicinas raras en mi cuerpo, usándome de experimento, y muchas veces estuve cerca de morir por culpa de sus estúpidas pruebas. La agonía que una jeringa hundida en mi piel me causaba derivó en una fobia irremediable.
- Está bien, está bien- se rindió, guardando de nuevo el pequeño aparato de tortura en un cajón de su escritorio. Luego, sacó del mismo un bote de crema, enseñándomelo-. No te sacaré sangre, pero por favor deja que te ponga esto.
- ¿Para qué quieres mi sangre?- me dio un escalofrío, relajándome por fin al dejar de ver la aguja.
- Como es tu primera etapa fértil quiero saber cómo son tus hormonas y todo eso- resumió, abriendo el bote y cogiendo un poco de la crema blanquecina-. Aunque si te dan pánico las inyecciones no lo haré, esperaré a que tu propio cuerpo hable por sí solo.
- Esto se supone que dura una semana, ¿cierto?- me di la vuelta, notando las suaves manos de Shelly abrir la espalda de mi vestido para untar la crema con cuidado. Asintió con un murmullo, frotando varias veces sobre los dos casi imperceptibles bultos hinchados, que anunciaban mi estado óptimo para tener hijos.
- Con el tiempo veremos otros factores- aclaró, dejando que me arreglase la ropa de nuevo-. En el próximo mes podremos saber con certeza tu regularidad, la intensidad del olor y los cambios que sufres durante esos días. Mientras tanto, evita a toda costa acercarte a Vector. Él no va a controlarse, lo sé por experiencia- murmuró eso último con un tono de dolor. Pude entender por qué decía eso, y la miré incrédula-. Fue sólo una vez, hace ya bastante tiempo, pero un acto tan espantoso no se olvida con facilidad.
- ¿No pudiste defenderte?- decidí no abrazarla aún, lo que ella necesitaba ahora era decirlo y liberarse un poco.
- Vector de por sí es el más fuerte de todo el reino, sólo puede igualarlo Julius, y cuando un hombre detecta las feromonas de una mujer en estado fértil es como si su fuerza se duplicara. Así que podrás imaginarte que no es sencillo escapar, menos todavía de alguien como el rey de Albe.
Mi imaginación fue traicionera. No podía saber cómo era un acto sexual ya que nunca lo había visto ni sentido, sin embargo recordar la primera noche en el castillo fue más que suficiente. El miedo y el asco que sentí al verme incapaz de librarme de Vector, la sensación de abandono al ver que es imposible soltarse, pensé en eso multiplicado por tres y me estremecí.
- Pero bueno- suspiró, sacándome de mis sombras-, pasó y nadie me ayudó, punto. Ahora lo importante eres tú.
La miré a los ojos. En ellos, un mar de lágrimas brillaba sin derramarse.
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- Y por lo que más quieras- Shelly bajó todavía más la voz, obligándome a acercarme a ella para escucharla-, si sientes un olor a limón escóndete en tu habitación y no salgas por nada.
- ¿Por qué?
El silencio de aquella ala del palacio me ponía nerviosa. Se trataba de la zona habilitada para las criadas que estuviesen en su etapa fértil, así podrían descansar tranquilas sin ser molestadas o agredidas por los sirvientes, los guardias o la misma familia real. Era similar al pasillo de los cuartos del servicio, alargado y con varias puertas a cada lado, pero aquí el aroma dulzón del lugar llegaba a ser asfixiante.

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Libertatem
RomantikAlbe. Furve. Dos ciudades tan iguales y a la vez tan diferentes. El mundo siempre ha estado dividido en dos: los ángeles puros viven en Albe, los ángeles oscuros pasean por las calles de Furve. Cuando estalla la guerra en Stella, el punto intermedi...