- Pri... Príncipe Julius...- susurré al entrar en la habitación y encontrármelo todo a oscuras. Por un leve reflejo al fondo distinguí las enormes cortinas, hacia las cuales caminé apurada para abrirlas y dejar entrar la luz de la mañana.
Error.
Ni siquiera había terminado de pasar al lado de los pies de la cama cuando tropecé con algo y caí de bruces al piso, oyendo enseguida un grave gruñido que me hizo gatear asustada hasta el fondo, tirando de una de las cortinas para ver algo.
Al mirar por encima de mi hombro vi al tigre blanco del príncipe, agachando la cabeza molesto por la luz. Me puse de pie de un salto y traté de echar a correr fuera de la habitación, sin embargo el felino me mordió la pierna y me tiró otra vez.
- Elijah, cállate- murmuró una voz ronca desde la cama. Me encogí en mi sitio, hundiendo la cara en el piso al escucharlo acercarse hasta el borde del colchón-. Pero qué...
- Mis...- tragué saliva-. Mis disculpas, Majestad... Vuestro pa... padre me mandó llamaros.
- Un momento- gruñó cuando levanté mi vista hacia él. Lo vi con el pelo revuelto, brillando por la luz del sol con sus hermosos reflejos celestinos, y con los ojos entrecerrados-. ¿Tú no eras la esclava de ese estúpido noble?
- Fui comprada por 20 venus- expliqué, apoyándome en mis rodillas para levantarme por segunda vez-. Ahora sirvo a vuestro padre.
- Ese capullo...- dijo entre dientes, apretando los puños.
- ¿Perdón?- parpadeé.
- Mi padre es un capullo- repitió. Al notar mi confusión, resopló-. Ca-pu-llo. ¿Estás sorda o qué?
- No, Majestad- me tembló la voz-. No entiendo ese término...
- Lo que faltaba- soltó una risa seca-. Capullo, mala gente, cabrón, hijo de puta... ¿Sigo?
Negué rápidamente con la cabeza. Viendo que miraba hacia otro lado aproveché para salir a la carrera de allí, intentando recuperar la compostura antes de entrar al salón del trono.
- El príncipe está despierto, Majestad- dije aún con las manos temblorosas. No sabía quién asustaba más, si Vector dando órdenes o Julius insultando a otros.
- Muy bien, Dawn- felicitó, dejando de hablar con los guardias que enseguida se fueron, al parecer el rey les había pedido algo-. Tienes cara de susto, ¿Elijah te hizo algo?
- Si os referís al reflejo del príncipe no, sólo me tropecé con él al ir a abrir las cortinas.
- Los dos son muy ariscos, no te preocupes por eso- aseguró, volviendo a tomar mi pelo entre sus dedos-. Veo que eres obediente, Lukas te educó bien.
- Sí, Majestad- bajé la voz. No era una mujer inteligente por su culpa, había muchas cosas que no me había enseñado. Y aunque sabía eso, era imposible que las descubriese. Necesitaba alguien que me explicara todo aquello desconocido para mí, alguien que me ayudase a ser una mujer de 19 años y no una niña tonta.
- Bien, entonces ahora...
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- Tranquila- suspiré mirando a Kenya. Mi tigresa se había subido a la cama nada más entrar a nuestra habitación, preguntándome con sus ojos rojos si podía quedarse-. Es bastante grande para las dos, descansa mientras me pongo el camisón.
Ni siquiera había acabado de arreglarme la falda blanca (como todo lo de aquel lugar) cuando tocaron a mi puerta, abriéndola sin esperar mi permiso. Un guardia, esta vez con una paloma como reflejo, me indicó que el rey me necesitaba en sus aposentos.

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Libertatem
RomansaAlbe. Furve. Dos ciudades tan iguales y a la vez tan diferentes. El mundo siempre ha estado dividido en dos: los ángeles puros viven en Albe, los ángeles oscuros pasean por las calles de Furve. Cuando estalla la guerra en Stella, el punto intermedi...