#13: Enséñame

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Después de tres meses, en mi cabeza ya existía un mapa de casi todo el castillo. Quitando la habitación que compartía con Julius, la enfermería, la biblioteca y los calabozos, que eran los sitios donde más solía estar, podía ubicarme en cualquier pasillo sólo con pequeños detalles: una alfombra ligeramente arrugada, un cuadro de la familia real, un rasguño en el techo... Eran mis puntos de referencia para avanzar con rapidez si Vector o Venus andaban cerca.

Cuando nos quedábamos solas, Kenya y yo dábamos cortos paseos para descubrir puntos del castillo con menos vigilancia, los cuales nos ayudarían para sacar a los prisioneros en silencio. Esa misma noche, es decir, dentro de unas pocas horas, escaparía otro grupo, el de los cánidos. Al ser menos que los felinos, ese grupo de reflejos saldrían todos de una. Julius estaba por el lado contrario a mí, haciendo exactamente lo mismo. Teníamos que tener muchísimo cuidado, si nos pillaban cuando apenas habíamos empezado todo el esfuerzo sería inútil. 

- Bien- murmuré para mis adentros, deteniéndome en medio del pasillo y girando sobre mis talones. Kenya sacudió la cabeza y resopló, dando una clara señal de nuestro cansancio. Era agotador caminar por el palacio, su gran tamaño e infinitos pasadizos se asemejaban demasiado a un laberinto, uno blanco e impoluto que cegaba a cualquiera.

Mientras volvíamos, tragué saliva al pensar en lo que Julius me había dicho aquella noche, tras la disputa en el festejo de sus padres. ¿Qué quiso decir con que para él era mucho más valiosa que los 20 venus pagados por mí? No lograba entenderlo, y después de eso estuvo cada día como siempre, actuando normal a la par que yo me deshacía en preguntas. Preguntarle sería demasiado vergonzoso, ver sus ojos llenos de cariño todavía me resultaba incómodo, y acostumbrada a su frialdad constante quedaba raro cuando se volvía alguien dulce.

- ¿Dawn?

- Ah- suspiré aliviada al reconocer a Shelly-. Hola- ni siquiera me había dado cuenta de que estaba delante de la enfermería.

- ¿Cómo es que no estás con Julius?- se cruzó de brazos, alzando una ceja con sospecha.

- Me dejó salir a estirar las piernas mientras él arreglaba unos asuntos- respondí rápidamente, ocultando nuestros verdaderos motivos-. Ya regresaba.

- Eso veo- me incomodé al notar la duda en ella, que me analizaba como buscando algún tipo de pista-. No tardes mucho, Venus está consultando asuntos reales con los consejeros pero nadie sabe dónde anda Vector.

- Más motivo aún para irme rápido- tensé la mandíbula. Era cierto que el rey ahora se limitaba a enviarme miradas extrañas o palabras para provocar a su hijo, pero nadie me aseguraba que no seguiría intentando ponerme la mano encima-. Nos vemos.

- Ten cuidado, si no me equivoco no andas lejos de tu semana fértil- susurró para que ningún oído indiscreto la escuchase-. En cuanto empieces a notar los cambios ven y te daré la crema.

- No te preocupes, estaré atenta- sonreí un poco para que se quedase tranquila, y eché a andar de nuevo tensa por no saber dónde estaba Vector.

Odiaba tener que huir en cuanto Julius me dejaba sola.

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- ¿Te has vuelto loco?- hice toda la fuerza que pude, pero era ridículo que intentase soltarme del agarre de Julius-. La escapada es ahora, no podemos irnos.

- Quiero enseñarte una cosa- insistió-. Respecto a los prisioneros está todo arreglado, saldrán cuando los guardias sean los únicos despiertos.

- No, Julius, por favor, es una mala idea- negué desesperada. 

Apenas acabó la cena, el príncipe de Albe me condujo en la dirección contraria a la habitación, y cuando se me ocurrió preguntarle adónde íbamos ya estábamos fuera del palacio, caminando forzosamente por el puente en dirección a la ciudad. Su excusa fue que quería sacarme del castillo después de tres meses, y de paso podría visitar el pueblo de Albe.

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