#8: Otros caminos

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- Llevas un mes aquí, está bien- intentó convencerme Julius. Volví a negar, apenada-. Dawn, fui yo quien mandó hacerlo, es tuyo.

- No puedo- me quejé-. Soy sirvienta, no merezco un vestido tan bonito.

La cuestión era muy simple, pero a la vez muy complicada, al menos para mí: un mes después de estar conviviendo con Julius y alejada todo lo posible de Vector, el príncipe estaba cansado de verme con las ropas de criada, monótonas y según él "despreciables". Así que aquella mañana había aparecido con un hermoso vestido violeta oscuro, el cual no tenía mucho vuelo en la falda y tampoco detalles en exceso. Eso sí, los puños eran de encaje negro y se ceñía un poco en mi cintura, delineando toda mi figura como una verdadera noble. Por eso no quería aceptarlo. 

- Y como estás a mi cargo- me recordó, tendiéndome el vestido otra vez- no tienes por qué llevar un vestido que te impuso mi padre.

- Pero...

- Venga, póntelo- insistió-. Un rato antes del almuerzo iremos con Shelly, ¿te parece?

Acabé suspirando ante eso. Julius sabía muy bien cuánto me gustaba estar con la doctora, que tanta paciencia y tiempo me había dedicado para explicarme todo lo que no sabía. Además de ella, el que cuidaba la gigantesca biblioteca real me enseñaba cosas tras una amable petición de parte del príncipe. Entre él y Shelly estaba recuperando de a poco el tiempo perdido, cada vez aprendía más cosas e iba dejando atrás mi ignorancia. 

Minutos después, salí de detrás del vestidor pasando las manos por la falda, terminando de alisarla. Julius, sentado en el borde de la cama mientras esperaba, se levantó al verme aparecer de nuevo. Sonrió viendo cómo me quedaba el nuevo atuendo.

- Esto es otra cosa- halagó-. Vamos progresando, empiezo a ver una Dawn mucho más cercana a la actualidad. 

- Gracias- sonreí un poco-. Me siento rara, nunca llevé un vestido como éste.

- Será el primero de muchos- aseguró. Me sonrojé y negué rápido con la cabeza.

- No lo hagas, por favor- me miró con la ceja alzada-. Estás gastando tiempo, dinero y personal en alguien que apenas conoces. 

- ¿Quieres dejar eso?- resopló-. Me ayudas más de lo que crees, llevo todo este mes investigando sobre los Crowson. 

- ¿Has averiguado algo?- se me iluminaron los ojos. 

- Poca cosa- rascó las orejas de Elijah, mirándolo mientras seguía hablando-. Gracias a Dave logré sacar algunos libros que él tiene escondidos en la zona de censura de la biblioteca. 

Parpadeé asombrada. No podía imaginarme a Dave, el tranquilo bibliotecario de unos 500 años, guardando libros prohibidos por los que podrían destituirlo o incluso asesinarlo. Él me había vuelto una joven culta, con un conocimiento mínimo de todas las materias, y le había cogido tanto cariño como a Shelly. 

- ¿Y bien?- lo insté a seguir.

- No pone nada con el nombre de tu familia, pero hemos llegado a la conclusión de que puede que formes parte de la nobleza. 

- Explícate- entrecerré los ojos.

- En los libros de historia contemporánea se van relatando los sucesos un par de años después, así que está todo sobre la guerra de hace doce años. Habla de las causas y las consecuencias, las pérdidas de cada bando, lo habitual. Sin embargo, cuando un apellido aparece suele significar que es reconocido, y cuenta en una página que los Crowson fueron una de las familias a las que el rey de Furve mandó proteger sin éxito. Seguramente un guardia fue detenido cuando trató de llevaros lejos del campo de batalla. 

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