#20: Titanes (FINAL)

52 7 2
                                    

El mundo cambió por completo. Con tan sólo nuestras manos y nuestro entrenamiento, la familia Crowson se abrió paso entre los escombros de Stella, dispuestos a acabar de una vez lo que el rey de Albe empezó trece años atrás. Nada se movía, el silencio era absoluto, el universo entero aguardaba tan ansiado enfrentamiento entre cuatro titanes y el mismísimo apocalipsis.

No había hecho falta decir nada, el mismo temblor que recorrió nuestros cuerpos fue el que avisó a Vector de que su fin estaba próximo. Desde el mismo momento en que Julius había regresado a Albe sano y salvo mi familia me había hecho mil preguntas, las cuales contesté con cuidado ya que no era tiempo de llorar por la leche derramada, sino de prepararse para la culminación de una guerra que nadie quiso. 

Phoenix y mi padre Angelo eran los Magnos del fuego y el aire respectivamente, mientras que mi abuela materna Twilight y yo éramos las Magnas de la tierra y el agua. Igual que en mi caso, la furia y el dolor por haberme perdido y por ver morir a tantos inocentes culminó en el nacimiento de sus segundos reflejos, y al darse cuenta de lo que podían hacer con su nueva energía interior empezaron a entrenarse para manejar mejor sus poderes. Gracias a eso fueron capaces de ayudarme a mí en la práctica de mi verdadera fuerza. Ahora, parados en medio de Stella y completamente solos, aguardamos al cobarde que destruyó cientos de vidas sólo por imponerse sobre ambos reinos y romper el vínculo forjado hacía muchísimos años. 

Mi abuela Twilight era muy fuerte a pesar de sus 1278 años, no vacilaba en sus pasos y sus movimientos eran precisos y potentes. De hecho, durante las prácticas, intenté bloquear su ataque con una burbuja de agua y como resultado acabé empapada de pies a cabeza y atrapada con las enredaderas que salían de sus manos. Por otra parte, Phoenix era también hábil y rápido como yo, y mi padre controlaba a la perfección cualquier corriente de aire, siendo capaz de manejar desde una ligera brisa hasta el más destructor de los tornados. Juntos, seríamos capaces de acabar de una vez con Vector y recuperar la paz en Albe y Furve. 

Miré de reojo a mi familia. Los dos hombres estaban muy serios, firmes y de brazos cruzados, mientras que la abuela Twilight sonreía de lado con la mirada perdida, a sabiendas de que ya no tendría que controlar su potencial. Ninguno de nosotros debía contenerse, era ahora o nunca.

Perdida en mis cavilaciones, fue el suave roce de su mano en la mía lo que me hizo mirarla. La descubrí con una expresión indescifrable, y dejó ir una suave carcajada el ver mi ceja alzada con extrañeza. 

- Recuerda todo lo que has aprendido, mi niña- murmuró-. Se te ha otorgado este poder por algo, y sé que lo encontrarás. Si no es hoy, será en otro momento, pero ahora no debes vacilar. La muerte es algo espantoso, y mucho más si son tus manos las que se mancharán de sangre, no obstante eso no significa que debas ir con pies de plomo. Aplastemos a ese canalla- sentenció decidida, apretándome la mano con cariño. 

Mi cuerpo tembló ligeramente al oír un batir de alas muy pesado acercarse a nosotros desde Albe. Allá iba, a varios metros de altura y sin ningún amago de calma. Sus alas blancas sacudían la tierra bajo él a pesar de la distancia, y sonreí con malicia al notar que estaba tenso. A pesar de ser evidente que no estaba del todo tranquilo, cuando Vector aterrizó en seco delante de nosotros tenía una sonrisa de suficiencia en su rostro lleno de burla. 

- Volvemos a vernos, preciosa- fue su retador saludo. Consiguió lo que quería, mi padre endureció el gesto al recordar todo lo que le había contado sobre el rey de Albe.

- No te atrevas a mirar así a mi hija, bastardo- avisó, reteniendo las ganas de acabar con él en un parpadeo. 

- Por lo visto esos 20 venus que me costaste me salieron menos rentables de lo que pensé- siguió caldeando el ambiente, buscando cualquier brecha para echarle sal y así hacernos saltar a cualquiera de los cuatro. Eso sería un craso error, la furia y la sed de sangre no debían cegarnos o de lo contrario le sería demasiado fácil superarnos. 

LibertatemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora