- No puedo creerme que madurase en siete meses lo que no maduré en 12 años- suspiré, dando uno de mis últimos saltos al vacío en el acantilado donde aprendí a volar de verdad. Julius aleteaba a mi lado, quieto en su sitio, y mirándome con cariño-. Todo te lo debo a ti, jamás podré agradecerte cada cosa que has hecho para ayudarme a ser quien soy ahora.
- Eso le ha dolido a Shelly y Dave- bromeó.
- Tú me has entendido- rodé los ojos con una sonrisa, dejándome caer en picado antes de hacer un tirabuzón y desplegar mis alas de nuevo, frenando a pocos segundos de caer al mar. Ese olor salado ya estaba fijado en mi cabeza como un signo de libertad, al fin y al cabo ése era el ambiente donde me había desarrollado como ángel.
A dos días de mi turno de regresar a Furve, ya había sido apuntada oficialmente como Magna Aqua, aunque sólo lo sabíamos cuatro personas. Mi empeño dio frutos, al cabo de tres días con sus noches conseguí mover el agua de un vaso a voluntad, y mi mayor logro hasta el momento era crear finos hilos de líquido en el aire. Necesitaba entrenar y mejorar, cosa que haría cuando encontrase a los otros tres Magnos de Furve. Lo que ninguno sabía era cómo es que en la ciudad oscura estaban los cuatro ángeles de los elementos, mientras que en Albe sólo conocíamos a Lypsis. Por mucho que investigáramos no había caso, no sabíamos quiénes eran los Magnos puros ni dónde estaban.
Eso sí, desconocíamos la identidad de los otros tres oscuros, ya que sus nombres habían sido borrados del libro dejando sólo sus capacidades.
Magno Ignis, señor del fuego.
Magna Terra, señora de la tierra.
Magno Aeris, señor del aire.
Magna Aqua, señora del agua.
Sólo dos veces en la historia los cuatro Magnos coincidieron en vida, ya que Magna Terra era la más anciana y yo, Magna Aqua, la más joven, con más de un milenio de diferencia. Dado que esa mujer era más fuerte de lo previsto logró sobrevivir hasta la fecha, y aunque le quedasen unos 300 años de vida su muerte desde luego no sería provocada por ningún mal exterior.
Ni siquiera Vector.
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- Dawn...
- Dime- hablé en voz baja, terminando de colocar las sábanas para dormir. Sólo quedaban unos pocos despiertos en el castillo, pero yo siempre tenía la costumbre de hablar bajo en cuanto la mayoría estaban dormidos.
- Pasado mañana sabes lo que ocurre, ¿verdad?
Me quedé en mi sitio, parando en seco el movimiento de mis manos y suspirando con dolor. Julius y yo habíamos estado juntos mucho tiempo, como pareja casi la mitad, y aunque no fuese tanto como para llorarnos mutuamente nos sentíamos derrumbados al recordarlo. Yo nunca me había enamorado de nadie, él tampoco, fuimos nuestros primeros latidos emocionados, nuestros primeros besos tiernos, nuestros primeros abrazos cargados de sentimientos. El vínculo se había hecho tan fuerte como el de un matrimonio, y sólo llevábamos unos meses siendo más que amigos y compañeros.
Maduré en muchos aspectos, incluso en el sexual, al menos lo suficiente para distinguir pequeñas señales en Julius. Seguía siendo muy inocente con respecto a mi propio cuerpo, él jamás me había tocado sin mi consentimiento y por tanto desconocía mis puntos sensibles. Eso no me importaba, yo estaba mentalmente preparada para cuando llegase el momento de estar completamente unidos.
- Lo sé- contesté después de largos segundos en silencio-. No hace falta que lo preguntes.
- No haré nada que tú no quieras- recalcó.
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Libertatem
Storie d'amoreAlbe. Furve. Dos ciudades tan iguales y a la vez tan diferentes. El mundo siempre ha estado dividido en dos: los ángeles puros viven en Albe, los ángeles oscuros pasean por las calles de Furve. Cuando estalla la guerra en Stella, el punto intermedi...