Y tú para mi +18

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Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco

Eran los días que iban pasando y el vocalista principal del grupo idol estaba con una cosa metida entre sus piernas y cada vez que se movía lo sentía. Había leído el jodido manual que el verdugo le dejó ese día en el baño. Le explicaba las maneras de higienizarlo y cuidarlo. ¿Realmente el gran Yoo Kihyun tenía que estar sufriendo semejante humillación? Su humor era el diablo. Peor que cualquier otra oportunidad, peor que cuando estaban en el programa de supervivencia. Simplemente el saco de huesos quería destripar a alguien. A alguien en específico. A Shin Hoseok. La noche del fin de semana que tuvieron libre acomodó las cosas para quedar a solas con el más grande. Lo primero que hizo fue lanzarle una buena taza de agua en la cara.

Un buen comienzo.

Wonho cerró los ojos y apretó los labios, mirando fijo al enano que tenía en frente. Le escuchó en silencio.

— Te odio. —pronunció cada letra y provocó que un peli blanco dudara entre llorar o golpearlo. Había perdido la cordura, la demencia había empezado a hacer un poco de mella en su interior. Él creyó que esa noche Kihyun le pediría ser tocado, pero no, el orgullo que tenía era más grande de lo que imaginaba. Wonho se secó con el repasador de la cocina y pasó a ignorar al vocalista disponiéndose a hacer café, para su sorpresa ya había en la cafetera. Kihyun le miraba desde atrás, temblando.

Bien. El primer plan había fallado, como era de esperar, pero tenía otro.

Tres días antes

Kihyun había revuelto absolutamente todo el ropero del mayor. Luego fue por la mesa de al lado de su cama. No había ninguna llave. Lanzó la almohada a un lado y levantó el colchón hasta girarlo. Justo en ese momento escuchó un mínimo sonido de la almohada 'tic tic'. Se giró y vio caer un frasco rosado. No eran las llaves. Sin embargo podía valer la pena si era lo que pensaba. Efectivamente era el afrodisíaco que había usado con él la primera vez. Desde ese momento comenzó su plan.

Ahora estaba dandole la espalda al más alto, escuchando como se preparaba el café, sus ojos tuvieron un brillo especial y se hicieron mas profundos cuando le escuchó beber. Mordía sus labios para no perder la actuación. El silencio se podía cortar con un cuchillo. Si Wonho había puesto algunas gotas de más, Kihyun casi le botó todo el liquido. Ahora solo le valía esperar.

— Vas a sacarme esto. Hoy lo vas a hacer. — susurraba el mas chico y pronto empezó a dar pasos hacía el peli blanco que bebía de su taza, dejando salir algunos suspiros.

— No lo haré. — habló y un momento después sintió el cálido abrazo del enano en su espalda. Le miró de reojo y volvió a tomar de su taza, alzando la otra mano para acariciarle los cabellos.

— No te portas bien. — Wonho estaba ofuscado y no se percató del calor que empezaba a tener en sus mejillas.

— Nunca me portaré bien. Ahora te toca sufrir. — se puso de puntas de pie de manera que el hombro del más alto estuvo a su alcance, le mordió y rápidamente fue directo al baño a encerrarse. Le habían quitado las llaves de la habitación, ahora no podía usar eso.

Wonho quedó estupefacto y no fue hasta minutos mas tarde que empezó a sentir el calor alborotándole. Miró el café y su boca empezó a abrirse cada vez mas de la impresión. Pegó un grito con el nombre del mas chico y fue directo al baño.

— ¡Tú! Abre la maldita puerta si no quieres que la tumbe.— golpeó con fuerzas una y dos veces, a la tercera dejó salir un jadeo y se apoyo con las yemas de los dedos, cerrando los ojos con fuerzas. Sentía que su cuerpo ardía y obviamente su entre pierna parecía un volcán en erupción. Hoseok maldijo por lo bajo antes de arrastrarse hasta el suelo, apretó el bulto que estaba alzado y estiró el cuello hacia atrás dejando salir un gemido. Kihyun por su lado, detrás de la puerta, estaba muriendo de vergüenza por los sonidos y esperó unos minutos más a que el efecto estuviese en su punto más alto. Estaba seguro que no iba a poder ponerse violento, lo había sentido y era imposible hacer demasiado en esa situación. Cuando abrió la puerta Wonho estaba masturbándose con los ojos cerrados y balbuceaba su nombre. El menor mordió sus labios hasta que le dolieron y se agachó para estar a su altura, apoyando las manos entre sus propias rodillas.

Desesperación por ti [Kiho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora