Capítulo 4. Cargas

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-Me gustaría que siempre fuera Navidad o Año Nuevo. ¡Qué divertido! -dijo Jo bostezando.

Habían terminado las vacaciones de una semana, a Meg se le hacía difícil volver al trabajo. Todas las muchachas parecían de sazonadas y dispuestas a quejarse; la señora March estaba muy ocupada terminando una carta que debía salir inmediatamente y Hanna estaba de mal humor. Jo se reía, Meg regañaba, Beth imploraba y Amy lloraba, porque no podía acordarse cuanto era ocho por cuatro.

-¡Niñas, niñas! Guarden silencio. Tengo que enviar esta carta por el primer correo y me confunden -gritó la señora March.

Hanna trajo los pastelitos que las chicas llamaban «manguitos» y que jamás dejaba de hacer por más malhumorada que estuviera.

Jo y Meg se despidieron llevando un pastelito cada una y partieron hacia su trabajo.

Cuando el señor March perdió su dinero tratando de ayudar a un amigo, las dos hijas mayores pidieron que, al menos, se les dejara hacer algo por su propio sostén. Mes encontró un trabajo como Institutriz y se sintió rica con su pequeño sueldo, ya que, según ella «le gustaba el lujo». En un tiempo su casa había sido bella y nada le había faltado, por eso para ella esta situación era más dura de soportar. Ahora trabajaba en casa de los King y veía allí el lujo que no podía tener.

Jo le convenía a la tía Rousse que era coja y necesitaba una persona activa para cuidarla. La anciana, sin hijos, quiso adoptarla pero sus padres se negaron. «no renunciaremos a nuestras hijas ni por doce fortunas», dijeron. «ricos o pobres viviremos juntos y seremos felices». Jo se llevó muy bien con su irascible pariente porque ésta tenía una enorme biblioteca de su viejo marido, que Jo adoraba. Tan pronto como la tía Rousse dormía la siesta, Jo iba corriendo a su refugio y devoraba poesía, novela e historia.

Beth, sin embargo, era demasiado tímida para ir a la escuela y estudiaba con su padre. Cuando él partió y su madre no podía ayudarla porque debía prestar su ayuda a los soldaldos, Beth siguió estudiando sola. Era todavía una niña y cuidaba seis muñecas que sus hermanas más grandes fueron desechando. Beth también tenía sus penas pero las callaba y siempre tocaba el piano para entretener a sus hermanas y a su madre. En el mundo hay muchísimas Beth tímidas y tranquilas, esperando que alguien las necesite.

Amy, en cambio, era «el pequeño Rafael» de la casa, como llamaban sus hermanas. Tenía mucho talento para el dibujo, buen genio, era muy querida por sus compañeros de clase y muy mimada en su casa.

Le dolía mucho a Amy tener una nariz chata y usar los vestidos largos que una prima suya desechaba.

Meg era la confidente y consejera de Amy, y Jo lo era para la dulce Beth. Las dos mayores eran muy amigas entre sí y ambas habían tomado a una pequeña a su cuidado.

Cuando Meg y Jo regresaban a la casa siempre contaban sus problemas y alegrías en el trabajo. Jo hablaba de la tía Rousse y Meg relataba los incidentes con la familia King. Siempre llegaban a la conclusión de que el dinero no hacía la felicidad para aquella gente. Amy, a su vez, contaba lo sucedido en la escuela y Beta lo que veía cuando iba a hacer las compras para la comida.

Ese día la señora March también tuvo su Historia. Mientras cortaba chaquetas para los soldados llegó un viejo a hacer un pedido. Hablando con él se enteró de que el anciano había perdido dos hijos en la guerra, tenía uno herido en el hospital y otro prisionero.

«Ha hecho usted mucho por la patria, señor», le dijo la señora March. «Ni un pedacito más lo que debía, señora», contestó el hombre.

-Me sentí tan feliz y rica prensando en mis hijas y en su papá, que le hice un buen paquete, le di algún dinero y le agradecí la lección que me había dado -explicó la señora March.

Todas meditaron en la manera que tenía su madre de transformar las historias que les contaba en una lección, o en un ejemplo, al igual que hacía su padre cuando estaba con ellas. Las niñas dejaron de añorar los buenos tiempos, cuando tenían dinero y se dedicaron a sus tareas con todo entusiasmo.

MujercitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora