Capítulo 5. Como buenos vecinos

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Jo se abrigó bien y salió a abrir sendas en la nieve acumulada frente a su casa. Un jardín separaba el ogar de los señores March de la mansión del señor Laurence. A los ojos de Jo aquel edificio de piedra era un palacio encantado. Desde hacía tiempo deseaba entablar amistad con el muchacho Laurence, y pensaba en esto cuando lo vio asomarse a una ventana del piso alto, con su cabeza de pelo negro y rizado, adornando su rostro joven de dieciséis años.

-¿Cómo está usted? ¿Está enfermo? -gritó Jo.

-He tenido un catarro terrible y llevo una semana en la casa -respondió él.

Hablaron unos momentos y Laurie la invitó a entrar. Jo fue a su casa, se arregló lo mejor que pudo y fue a visitar a Laurie, llevándole un budín blanco que había hecho con sus hermanas. Estuvieron conversando largo rato del trabajo de Jo, de su familia, de libros.

-Uno no puede vivir y alimentarse sólo de libros -dijo Laurie y en ese momento sonó una campana. Jo dio un salto:

-¡Ay de mí! ¡Es su abuelo!

-Bueno, ¿Qué importa? ¿Usted no tiene miedo de nada, verdad? -respondió el joven con aire de picardía.

La criada le anunció a Laurie que su médico venía a verlo. El muchacho pidió permiso a Jo y se retiró. Jo quedó sola y se puso a mirar el retrato del señor Laurence exclamando en voz alta: -No es tan guapo como mi abuelo, pero me agrada.

-¡Gracias, señorita! -Oyó a sus espaldas.

Era el viejo señor Laurence. Jo se puso colorada y lo miró espantada.

El señor le hizo algunas preguntas a Jo y quedó encantado con la frescura de sus respuestas. Después la invitó a tomar té y le ofreció su brazo para bajar las escaleras. «¿Qué diría Meg si nos viera?» pensó Jo.

Mientras bebían el té, el señor habló del abuelo de Jo, a quién había conocido como un hombre buen mozo, valiente y honrado. Pero aún en medio de la charla, no le pasó inadvertido el cambio operado en su nieto, quien se mostraba alegre y vivaz.

Después, Laurie llevó a Jo hasta el invernadero y cortó flores para que la joven las llevara a su madre. También, tocó el piano para ella, pero esto no agradó mucho al señor Laurence y Jo, lo notó.

Al regresar a su casa y contar sus aventuras, Jo preguntó por qué al señor Laurence no le gustaba que Laurie tocara el piano. La señora March explicó que la mamá De Laurie nunca había sido del agrado del viejo señor. Ella tocaba muy bien el piano y quizá ese era el motivo del disgusto del anciano. Jo pidió permiso a su madre para invitar a la casa a su nuevo amigo.

-Sí, Jo. Tu amiguito será bienvenido -dijo la señora March.

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