Doble secretaria; problemas.

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Al despertar fue inevitable no observarme frnete el tocador; ojos hinchados y rojos, nariz colorada y alguna que otra lágrima seca, regado por mi rostro.

Todo eso se debía a mi gran estupidez cometida la noche anterior. 

Pero, ¿en qué rayos pensaba?

¿Estaba pensando en aquél momento?

A fin y a cabo hoy era viernes; último día semanal de trabajo.

Rezaba por qué  pasara más que rápido el maldito dia.  

Decidí chequear mi celular en un intento de ocupar el tiempo mientras iba en autobús a la empresa.

Lo que menos quería era ir en un auto.

Maldije al notar tantos mensajes de Augusto en mi buzón.

¿Acaso estaba sorda al no escuchar el detestable timbre que avisaba el recibimiento de mensajes de parte suya?
 

—¡Oh, estoy realmente sorprendido! ¡Vaya, pero si no es nadie más que Caroline, mi pequeña prima! 

—Lo siento, Augusto. —Sone apenada

Y vaya que sí lo estaba.

Él habia estado a mi lado en un momento fatal y yo no era capaaz de llamarlo para saber su estado.

—¿A qué se debe tu llamado? Ah... ¡Cierto! ¡si te he dejado más de veinte mensajes para qué te comunicaras!

—Augusto. —Alerte ya algo enojada.

Estaba pasándose de listo.

—Bien, ya está, olvidadora de primos preferidos.

—Idiota... —susurre risueña.
—¿Como has estado?

—¿Y ahora te interesa? —Solté un gruñido y rió.  —...Eres muy fácil de hacer enfadar, cariño.

—Ja, Ja. —Fingí reír.

—En fin... —Dijo dejando de reir. —He estado mejor pero nada que no pueda soportar, ya sabes, soy genial. ¿Tú?

—Extrañandote, quiero, necesito verte, Gusti. —respondí  llamandolo por su apodo.

—También lo hago, Line. Necesito abrazarte fuerte y darte miles de pellizcos por no llamar —Rodé los ojos divertida por lo último.

—¿Cuándo vendrás a está horrible y ruidosa ciudad a ver a tu primita linda?

—Tengo mucho trabajo pero me haré un espacio en mi agenda para ir. —Sonó serio y supe que ya no estaba bromeando.

—Bueno...—suspire con melancolía preparándome para bajar en la próxima parada.

Faltaba mucho para su visita.

—Debo irme, Augusto. —me despedí ya abajo del autobús.

—Está bien. —Cuando iba a cortar gritó —¡CAROLINE, QUE NO SE TE VUELVA A OLVIDAR LLAMARME, ENANA DE JARDÍN!

No me dejó responder que ya había cortado la llamada, y mientras me acercaba a la empresa le envié un mensaje diciéndolo que media un metro sesenta y dos con orgullo que si él media casa di dos era su problema pero que yo no era ninguna enana y menos de Jardin.

(+++)

—¿Cómo se encuentra la amiga más hermosa del mundo entero?

—Bien. —respondí sin ganas. Giré el rostro y la vi, estaba más radiante que nunca. — ¿Y tú, cómo andas?

—Bien, muy bien de hecho hoy...
—Tocó su cabeza e hizo un gesto de dolor.

— ¿Qué te ocurre, Clar?

—No es nada, no te preocupe solo que durante días he tenido dolores de cabeza.. —Confesó distraída.

—En cuánto Steven llegué, le pediré el día libre y te acompañare al médico
—no terminé de hablar al darme cuenta que su rostro antes radiante y alegre, ahora se fruncia notablemente y que hacía un gran esfuerzo por no lágrimear.

Giré mi cabeza lo que mi cuello mas me permitió hacia atrás y encontré aquella desagradable escena para Clar.

Tucker entraba de la mano sonriendo muy feliz con una hermosa mujer de cabello colorado, alta, casi tan alta como él.

—Vamos a la cafetería —Ordené tomando su brazo y llevándola allí.

—Soy una estúpida, una tont... —sollozó.

—Estás enamorada, no eres una tonta. —Repliqué —Ve a mi apartamento, estarás bien allí.  —propuse tratando de ayudar.

—Pero debo trabaj... —dijo triste secándose las lágrimas.

—Yo me encargo, no te preocupes. —Interrumpí.

Saque las llaves de mi bolso y se las entregue.

(+++)

Realizar el trabajo de otra persona más era realmente agotador.

A penas y podía con mi jefe idiota y vaya que era demasiado.

Pero al menos eso me mantenía un poco lejos del recuerdo de anoche.

Golpee la puerta del señor Tucker sorprendiéndome el hecho de que fue abierta por la mujer que había entrado con él.

—Buenos días. —saludé seria, algo tosca.

—Buenos días. —Contestó sonriendo. — ¿En qué puedo ayudarte? —Dijo paseando la lengua por su labio inferior.

Y si no hubiera estado tan agotada hubiera pensado que estaba tratando de Seducirme.

—Necesito que el señor Tucker firme algunos documentos.

— ¿Eres Clarissa? —preguntó emocionada. Negué y ella continúo. —Hermanito, te llama una preciosidad.

(+++)

Rei libremente recordando lo que había ocurrido.

¿Aquella mujer era la hermana de Tucker?

¡Joder, Clarissa tenía que saberlo urgentemente!

Al salir de cubículo de metal vi la puerta de mi jefe abierta de par en par y luego lo vi a él, apoyado en mi escritorio.

Mierda.

Mierda.

Y más mierda.

—Señor... —Hablé.

— ¿Por qué no estaba en su lugar de trabajo? —preguntó viéndome de arriba abajo, parecía estar enojado.

—Estaba con el señor Tuck..

—No me importa con quien rayos estaba, pero le pago para que cumpla con su trabajo, y su trabajo es ser mi secretaria durante todo su horario laboral. —Alegó. —Cumpla con su trabajo sino quiere ser despedida, porque le aseguro que no me importara en los más mínimo el momento que tenga que hacerlo si Augusto es o no es su primo. —Ladró para encerrarse en su oficina.

—Imbécil... —susurré.

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©Derechos Reservados.

Octavo capítulo.

Steven #1 [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora