Capítulo 20: Estaré contigo cuando despiertes, te lo juro

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Isa

Apreté la mano de Ainhoa mientras esperábamos a que alguno de nuestros chicos hiciera el amago de despertar, o al menos, que se movieran de una forma diferente, dando a entender que continuaban con nosotras, que estaban al tanto de nuestra presencia y que estaban intentando volver de su estado inconsciente.

-Estoy asustada.- Susurró Ainhoa con un hilo de voz que casi se le quebraba al hablar.

El corazón se me partió mientras comprendía que ella estaba tan asustada como yo, o incluso más, no digo que ella amara más a Álvaro de lo que yo a Blas, lo que comprendí fue que en ese momento en el que ella acababa de dar a luz a su bebé, necesitaba más que nunca el apoyo de su pareja, de ese pilar firme que esté ahí en todo momento. Yo pude tener a Blas cuando nació Sara, recuerdo que fue, y aún es, un padre ejemplar, siempre que podía me dejaba dormir a mí e iba él a consolar a nuestra pequeña. La pobre Ainhoa debía sentirse acongojada, con el corazón tan entumecido como yo, y con esas hormonas aún alteradas que tenemos todas las mujeres durante unos días tras el parto.

Abracé a mi amiga y le acaricié el pelo con delicadeza, tratando de consolarla, a pesar de que no había sabido lo que era consolar a alguien hasta que nació mi hija, supongo que eso es el instinto maternal.

-Todo saldrá bien.- Afirmé todo lo convincente y serena que pude, ambas necesitábamos esa seguridad ahora.- Deberías descansar.- Continué hablando tranquila.- Puedes irte a casa y descansar hasta mañana.- Ainhoa comenzó a negar con la cabeza y yo la detuve con suavidad.- Te prometo que si pasa algo, te avisaré, pero sabes que tengo razón, que necesitas dormir un poco en una cama cómoda, y que seguro que estás deseando ver a Pablo y achucharlo.

Ainhoa negó con la cabeza con los ojos empañados en lágrimas, sabía de sobra que se estaba viniendo abajo, y eso no podía pasar.

-Mírame.- Le pedí a la vez que la medio obligué a mirarme de nuevo girando su cabeza con mi mano.- Tú y yo sabemos que necesitas reponer fuerzas, estás muy débil.- Ainhoa suspiró con pesar.- ¿Qué será de Pablo si su madre se deja derrumbar?, ¿qué crees que hará el pobre bebé?, él no comprende por qué no está con su madre ahora, ni con su padre, solo sabe con certeza que está en una casa desconocida, sintiéndose solo y desprotegido, con esos días de vida lo único que nos hace sentir a salvo es la calidez de nuestra madre.- Acaricié el cabello de Ainhoa apartando un mechón rebelde de cabello que prometía volver a perturbar la limpia tez de Ainhoa.- Se fuerte, mantén la esperanza. Si no lo haces por ti, hazlo por vuestro hijo.

Pareció que esas últimas palabras llegaron a lo más profundo de mi amiga, porque, además de comenzar a llorar como una magdalena, me abrazó y balbuceó varias cosas que, imagino, que significaban que haría lo que le pedí.

Ainhoa estuvo un rato más a mi lado, hasta que logró calmarse, yo mantuve la compostura todo lo que pude, sabía que si me derrumbaba delante de mi amiga, ella se echaría para atrás y no se marcharía esta noche, y eso no era bueno. Ainhoa necesitaba descansar, tenía que hacerlo.

Una vez sola con los chicos, me levanté de la silla en la que descansaba y caminé casi tambaleándome hasta que llegué a la cama en la que reposaba mi marido, conectado a máquinas que lo mantenían sedado y daban constancia de que seguía con vida.

Una parte de mí tenía la certeza de que Blas iba a despertar, pero, a pesar de comprender las heridas que presentaba, a pesar de que sabía que estaba en manos de profesionales, lloré, lloré como una niña pequeña a la que acaban de arrebatarle lo que más quiere, lloré durante tanto que creo que ya no me quedaban más lágrimas.

Me sentí como una estúpida por llorar de esa forma, parecía una niñata, parecía no haber cambiado nada desde esa primera vez en la que nos encontramos Blas y yo en Londres, entonces sí que era estúpida, jamás comprenderé cómo se enamoró de mí.

Can't Break UpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora