Sangre y Sombra. Por S.S. Sprengler y Ehlena Dark.

capítulo 6

Phury

No entiendo que mierda me está pasando. Siendo sincero conmigo mismo tengo que reconocer que "algo" me pasa. Es una realidad que casi he perdido el juicio cuando el macho-civil-camarero-y-puta-de-mierda ha hecho sus avances sobre Trez. Su sola presencia me ha jodido de lleno. Y no sólo porque se haya saltado como si fuera un privilegiado la paranoia por la seguridad de la mansión.

Noooo.

Más bien mi desagrado tiene otra razón de ser, una que no tiene nada que ver con el sistema de seguridad y si mucho con el macho-donante de Trez. Ser el hermano tranquilo y servicial que siempre creí ser no me ha servido de nada, casi no me reconozco a mí mismo, es como si hubiera tomado un tren de alta velocidad sin parada próxima a la vista.

Y sigo avanzando sin maquinista. Joderrrrrr.

El haber deseado destrozar al pequeño civil aún me pone enfermo. Pero lo peor es el extraño impulso que se apodera de mí cuando pienso en ello, las ganas de bajar las escaleras, reventar la puerta de la enfermería de una patada, llegar hasta ellos y ponerlos en su lugar me pica como la misma peste.

Es una incómoda comezón que no desaparece ni cuando intento borrar de mi cabeza la imagen del pequeño espécimen, su satisfacción desbordante al llegar junto a Trez, sus manos delicadas y blancas recorriendo su torso dorado y desnudo con toda el ansia y el desespero del mundo...

Se me ha marcado a fuego en la mente.

Trez preparado para beber de la vena del macho en esa postura tan desmadejada y libertina que lucía sobre la camilla...

¡Maldición!

Imagino lo que se dirán mentalmente, las palabras que intercambiarán en el calor del momento, estoy seguro de que lo harán... la voz íntima y conocedora de Valek susurrándole que tome de él lo que quiera...

¿Y Trez qué le diría? ... ¿Hagámoslo rápido y caliente?... Sí, eso encaja con él...

Cierro los puños de pura y genuina rabia en un intento por contener un temperamento que ni sabía que existía en mi interior. Sólo de pensar en eso se me forma un nudo incómodo en la garganta y al saber lo que está pasando ahora mismo varias plantas más abajo el maldito nudo no para de apretarse más y más...

—¿Qué coño me importa a mí? —Grito al aire en la soledad de mi dormitorio.

Decirlo en voz alta quizás ayude a sacudirme de encima esta locura, a que bajen las palpitaciones de mi acelerado corazón. Malditas y estrafalarias emociones.

Con frustración me precipito hacia la cómoda, abro el cajón y esbozo una sonrisa de alivio al ver el contenido, por fin algo que verdaderamente entiendo y necesito. Bendito humo rojo.

De repente, como si todo estuviera contra mí en esta noche de mierda, mi puñetero móvil comienza a vibrar en el bolsillo trasero del pantalón.

—Joder. ¿Y ahora qué? —Gruño al teléfono antes de aceptar la llamada, ni siquiera me molesto en ver el identificador, sé quién es.

—¿Vas a reunirte con nosotros o seguimos esperando a la princesita? —Escupe Z nada más descolgar el teléfono.

—Lo olvidé.

Mierdaaaaa, la reunión por los post trans.

—¿Lo olvidaste? ¿Qué coño te pasa, Phury? —Suelta Z pareciendo más sorprendido que enojado, debe de encontrarse en la oficina del rey porque baja su tono de voz considerablemente.

—Noche libre. ¿Recuerdas? —Le digo sorprendiéndome a mí mismo por mi cortante tono de voz.

Nunca le hablo mal a Z. Todo lo contrario. Haga lo que haga, tenga o no la razón, siempre soy su amortiguador, su defensor, su conciliador. Sus ojos cuando tengo que serlo, su voz cuando se niega a hablar, su...