Sangre y Sombra. Por S.S. Sprengler y Ehlena Dark.

S&S. Capitulo 11. Hilos hallados.

Phury

Muerto.

Las cosas son como son, tengo que resignarme. Lo que no encaja con mi idea de la muerte es la manera en que he llegado a ella. Había esperado encontrar un bonito y verde prado o estar delante de la enorme puerta blanca que me conduciría directamente al otro lado. Nunca se me habría pasado por la cabeza que sería de esta forma, encadenado en un maldito calabozo. Torturado y usado como esclavo de sangre. Hasta que con la última gota tomada por la fuerza diera mi aliento final.

Sin ninguna oportunidad de escapar, ni de vengarme, ni de luchar, ni de ser nada más en la vida que el hermano lisiado que no supo afrontar su destino. Esta realidad rompe por completo todos mis esquemas y me deja pensando que quizás si no me encuentro ya en el otro lado es porque se me ha negado la entrada. Tal vez este será mi infierno particular, quizás no me merecía otra cosa si no revivir todo lo que padeció mi hermano, todo el dolor y la humillación que no pude evitarle a manos de estos desgraciados mientras sigo esposado a esta maldita pared mohosa para toda la eternidad.

No ser nunca lo suficientemente bueno, digno o válido, no es nada nuevo para mí. Es algo que llevo a cuestas hace ya muchísimo tiempo, estoy acostumbrado. Lo que no entendiendo es la presencia del macho desconocido que tengo frente a mí en mi infierno privado. Jamás lo conocí en vida, en el único sueño que tuve con él me advertía de mi muerte y estábamos justo en este lugar, al igual que ahora. Y de alguna forma sé que está relacionado con Trez, el parecido no puede ser sólo coincidencia.

— ¿Quién eres tú? —Vuelvo a preguntar.

El macho se aparta un poco de mí pero no deja de mirarme pensativo. Una capucha azulada le cubre la cabeza resaltando el color grisáceo de esos ojos que me observan sin pestañear, traspasándome en silencio. El destello de la extraña cota de malla que lleva por atuendo me deja un poco despistado haciendo que pierda el hilo de mis pensamientos mientras observo los extraños giros que la luz hace sobre el metal.

— ¿Tu ángel de la guarda? —Se burla abiertamente esbozando una sonrisa pedante. —Porque está claro que no soy la madre de la raza dándote la bienvenida al otro lado. —Añade jocoso.

La sonora carcajada que lanza y hace eco en el lugar me llena de rabia y me encuentro apartándome de la pared y abalanzándome sobre él de un solo salto. Encaro al maldito bocazas escupiendo por la boca toda la ira y el dolor que siento trepar por cada fibra de mi ser. Lo último que necesito ahora mismo es un jodido imbécil hinchándome las pelotas, pero maldita sea si no me encuentro lleno de energía y dispuesto a hacerle comer sus palabras, lleno de fuerza y de... ¿vida?

—No me cabe ninguna duda de que todo esto debe parecerte muy divertido, maldito gilipollas. Lástima que no le encuentre la puta gracia a tu estúpido chiste.

—Ya... nadie entendió nunca mi sentido del humor, perdona que no me ofenda por ello.

La sonrisa pedante no se borra de su cara lo que eleva mis ganas de partírsela en dos todavía más, pero con una sola mirada por encima de mi hombro hace que me dé la vuelta para ver que es lo que le llama tanto la atención. Ahí no hay absolutamente nada, solo la pared y las cadenas...

¿Qué cojones?... Me quedo completamente helado y estupefacto al comprobar que ya no estoy allí... ¿Cómo ha podido ocurrir?... Miro las cadenas y los grilletes olvidados en el suelo a una distancia considerable de mí, luego bajo la mirada hasta mis muñecas libres de las esposas... Libre... ¿Libre?

—No estoy muerto, ¿verdad? —Digo con la voz ligeramente ahogada entendiendo por fin. —Estoy vivo y esto es otro sueño, ¿no?

—Así es. —Dice el macho ya sin rastro de burla o risa en su voz.