Sangre y Sombra. Por S.S. Sprengler y Ehlena Dark.

S&S. Capitulo 19. Hilos Sacrificados.

PHURY

Subido a la azotea del rascacielos más alto del centro de Caldwell observo la ciudad dormida bajo mis pies. Aún no ha llegado el frío propio de estas fechas y la mayoría de las ventanas de los edificios que me rodean permanecen entreabiertas permitiendo que lleguen hasta mis oídos murmullos de conversaciones entrecortadas y una amalgama de risas ahogadas, cálidas e indiscretas. Es una zona relativamente tranquila de la ciudad la que esta noche he decidido rastrear.

Solo. Completamente solo.

La orden de Wrath fue sencilla y directa: "Mientras no controles tus impulsos y recuperes el control patrullarás con Zsadist". Vete tú a saber qué extraña neurona se iluminó en su cerebro para decidir una cosa así. ¿Tener a mi propio hermano como guardián? ¿Al mismo al que he intentado mantener bajo control durante toda o casi toda mi jodida vida? ¡Por favor! Si hubiera tenido alguna inclinación por reírme lo hubiera hecho en ese preciso momento, me hubiera carcajeado de ellos hasta reventar. Y lo más desternillante de todo es que en realidad las posiciones si se habían invertido. Z se ha convertido de repente en mi viejo y solícito yo, la única diferencia que le veo es el ceño perpetuamente fruncido que últimamente lleva consigo a todas partes. Que se acentúa hasta límites insospechados en una línea perpetua de desaprobación cuando me tiene a su alrededor.

Z se ha convertido en un auténtico coñazo, con lo mucho que hubiéramos podido divertirnos ahora los dos juntos. Pero no, ha elegido ser mi jodido ángel salvador.

Mi móvil interrumpe bruscamente mis pensamientos vibrando molestamente contra mi muslo derecho erizándome la piel. Gruño imaginando lo que se me viene encima mientras lo saco del interior de uno de los bolsillos de mi pantalón de cuero cuando compruebo el identificador de llamadas.

—¿Qué?— Suspiro cansado.

—Me has dado esquinazo tres putas veces esta noche, hermano. Esto se acaba hoy. Voy a hablar con Wrath. —Me amenaza Z a través de la línea, sus palabras destilando pura rabia contenida.

—Haz lo que quieras Z. Si te apetece ir de soplón... Allá tú —Le digo haciendo una pausa masticando las palabras con mi voz neutra. —Pero eso no cambiará nada.

Al otro lado de la línea un pesado silencio. Y al cabo de unos instantes la voz apesadumbrada de mi gemelo llega hasta mis oídos en un murmullo ahogado, como si temiera preguntarme lo que ya intuye.

—¿Qué quieres decir? —Inquiere.

—Ningún sermón por parte del Rey hará que cambie de opinión. —Sentencio centrado en rastrear los edificios que tengo delante y que a estas horas aparecen completamente desiertos, sin rastro alguno de movimiento.

—Le debes lealtad, Phury. Él es tu Rey. —Sermonea Z. —Maldita sea hermano, deja al menos que te ayudemos, estamos haciendo todo lo posible para...

Bruscamente me aparto el teléfono de la oreja y cuelgo sin más. Cuando el maldito aparato vuelve a sonar casi al instante lo apago y me lo meto de nuevo en el bolsillo. Si sigue molestándome así, lo único que conseguirá es que lo estrelle contra la primera pared que tenga delante. No será por falta de ganas, desde luego, nada me gustaría más que patear el jodido móvil hasta romperlo en mil pedazos y destruir así en el proceso al jodido chip localizador que lleva por el que siempre saben dónde encontrarme. De momento llevarlo encima es una de las pocas normas de la Hermandad que aún acato.

De momento.

En vez de imaginarme la cara furiosa de Z me desmaterializo hacia las callejuelas que se encuentran cerca de los muelles. El jodido cabrón al que estoy dando caza se oculta en los confines de la ciudad, estoy seguro, el muy bastardo no la ha abandonado. Sin embargo su presencia inmunda y repulsiva me precede a cada paso que doy, casi puedo notar el rancio olor a malicia que desprende.