Daniela POV.
Me despierto desorientada después de más o menos dos horas y media. Mis ojos se sienten pesados aún y el frío recorre mi sistema por completo. El clima sigue siendo una basura, literalmente. No ha parado de llover desde que Mario me trajo.
No habla notado cuán cansada estaba hasta que toqué el cuero de su auto, creo que es más suave que mi propia cama, y eso es patético. Además entre el silencio abrumador, no me quedaba más que cerrar los ojos e imaginar que no estaba ahí, pero hasta dormida tengo su maldito par de ojos cafés tan lindos.
Me levanto de la cama y voy hasta el comedor en donde está Alejo viendo un torpe programa de comedia mientras come un pan tostado con mantequilla de maní, entonces salto detrás de él hacia el sillón logrado que suelte un grito afeminado que me hace reír casi al instante.
— Casi me ahogo, pude haber muerto. — Pone una mano en su pecho con fingida indignación.
— Me habría ahorrado gritos innecesarios por las mañanas en busca del baño. — Sonrío inocente.
— ¡Hey!, mi cabello necesita horas de arduo trabajo mañanero.
Antes de que pueda responder algo, el timbre de mi casa suena de forma desesperada. Le lanzo una mirada de confusión a Alejo y él se encoje de hombros. Así que decido levantarme del sillón y correr hacia allá con rapidez seguido de abrir la puerta y encontrarme con Ana frente a mí.
Sus ojos están hinchados y las enorme bolsas amoratadas que están bajo sus ojos me dan escalofríos. Hace más de un mes que no la veo y sinceramente la he extrañado mucho, pero me abstengo a saltar sobre ella y asficiarla con un abrazo. Independientemente de lo que haya hecho, ella es mi mejor amiga y me duele que nos estemos destruyendo de esta manera.
— H-hola... — Murmuro con voz ronca.
Ella no dice nada, se limita a tenderme un trozo de papel con una pegatina de flores en un costado. La tomo con gran confusión pero antes de que pueda decir una palabra, ella se da la vuelta y comienza a caminar por la acera, bajo el estrellado cielo frío, hasta que le veo desaparecer por las calles.
— Tus amigos son raros. — Salto en mi lugar cuando oigo a Alejo.
— Tú ni siquiera tienes amigos. — Me encojo de hombros graciosa.
— ¡Eso es mentira!, pero es verdad.
Vuelvo a reír y subo las escaleras hasta llegar a mi habitación, indecisa ante leer o no la carta de Ana. En realidad me daba curiosidad, porque dentro de ese trozo de papel podría definirse en rumbo que tomará nuestra amistad, ya sea que me mande a la mierda o me proponga que sigamos siendo amigas y acepte mis disculpas. No quisiera perder a mi mejor amiga desde los cinco años.
Niego con la cabeza, indispuesta y camino hasta la regadera para tomar un largo baño que me ayude a saber que haré con mi desastrosa vida.
(...)
Salgo de la dicha y voy hasta mi armario de donde saco unos jeans ajustados, una camiseta blanca y una franela a cuadros de color azul y negro. Me pongo mis converse y arreglo mi enmarañado cabello con el cepillo, pero una persona peculiar me desconcentra por completo.
De perfil es en extremo parecido, su cabello castaño cayendo por sí frente, y su piel morena combina a la perfección con la ropa que lleva puesta, y en menos de cinco segundos ya estoy sobre él.
— ¡Lo sabía, lo sabía! — Digo emocionada aspirando el aroma de su perfume. — Así huele la gloria.
— Así huele Mau, y por cierto que buen recibimiento. — Abro los ojos y sonrío.
— ¡Por todos los cielos, tú no eres Calum! — Digo entre risas.
— Y tú no eres Barbara Palvin. — Pone una mano sobre su pecho con fingida indignación. — Además soy mejor que Calum. Apuesto toda mi mesada a que yo cantaría mejor ese solo en Heartbreak Girl.
—¡Hey!, no subestimes a Calum.
Mau ríe y antes de decir otra cosa me da un beso en la mejilla en forma de saludo.
— ¿Sigues enfadada? — Pregunta rascando su nuca.
— No en realidad, pero estoy confundida. — Me encojo de hombros.
— ¿Te doy un consejo? — Asiento. — Debes hablar con ellos, sabes que nunca quisieron hacerte daño, ellos te aman más que cualquier cosa en este mundo. Conozco a esos chicos y te conozco a ti lo suficiente como para saber que te mueres de ganas de perdonarlos así como ellos de que lo hagas.
Triste o no, Mau tiene razón. Nadie sabía lo que pasaría esa noche, no fue culpa de nadie, sólo del destino o que sé yo. Si bien todos cometieron un error dimimuto, se supone que son mis amigos y si, me muero de ganas perdonarlos. Somos más errores que hermanos, y eso es bueno.
Es extraño no hablar con nadie más que con Mau y mi hermano, es como si no existieras y no fueras importante. Estoy a punto de regresar de vacaciones de la universidad, y ahí comenzará el problema, puesto que en el colegio no hablo con nadie. Todos son antipáticos y torpes.
Y no, no voy a perdonarlos sólo porque no quiero quedarme sola como un perro, sino porque de verdad quiero a mis amigos de vuelta y estoy segura de que ellos me habrían perdonando no importa cuán grave hubiera sido el problema.
— Tierra llamando a Daniela... — Oigo decir al moreno sacándome de mis cavilaciones.
— ¿Eh? — Digo aturdida parpadeando varias veces.
— Están tocando la puerta cabeza de chorlito. — Hace un ademán.
— ¿Quién?, yo casi nunca resivo visitas. — Me encojo de hombros.
— De hecho, no es nadie, sólo dejaron esta rosa ahí afuera. — Dice extrañado con mirada confusa.
Enarco una ceja y me acerco hasta quedar frente a Mau, quien me tiende la rosa que recibo gustosa y confundida también. Es una rosa preciosa de color rojo que tiene una nota colgando del ramo.
»Para la chica de las orbes verdes, un pequeño detalle. «
- Mario xx.
Aquí está el otro capítulo, tarde pero seguro amores de mi vida. 💘💘💘
ESTÁS LEYENDO
Quiero casarme contigo, imbécil. « Mario Bautista.
Ngẫu nhiên» Estoy de vuelta, y esta vez será peor. «