Capítulo 7: Memorias asesinas.

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— Hey, no toques. — Digo al tiempo que le doy un golpe a Mario en la mano. — No he pasado dos horas cocinando este jodido pescado sólo para que tú vengas y lo mandes a la mierda. — Farfullo de mala gana.

— Tu humor hoy es insufrible. — Dice harto seguido de salir de mi vista.

La ira y la indignación recorren mi torrente sanguíneo, pero me obligo a quedarme en mi lugar con la mirada puesta en la jodida fogata que tengo enfrente. Nico está del otro lado del bosque, tonteando con Ana, y los demás, bueno, ellos ni siquiera se han dado cuenta de que vine con ellos.

Me levanto del suelo en cuanto mi cena está lista y camino en dirección a un lugar alejado de todos. El frío de la noche ya está calando en mis huesos, pero me mantengo firme ante él, sólo porque no quiero tener a María enfrente, me causa gracia y asco; no sería lindo vomitar mi comida enfrente de todos. Durante la mayor parte del día, ella ha estado lanzándome miradas que no sé lo que significan. Ana también noto alguna que otra, pero no lo tomo como algo malo o de lo que hay que preocuparse; yo, por otro lado, he estado alerta todo el jodido día, mirándola con cautela esperando cualquier movimiento en falso que pueda afectar mi vida. 

Mi corazón deja de latir por una fracción de segundo cuando la veo acercarse a paso apresurado y con una mirada cargada de sentimientos que ni el mismo demonio podría descifrar. Sus ojos me recorren de pies a cabeza antes de sentarse a mi lado y soltar un largo suspiro de pura irritación. 

— Escucha, Daniela. No podemos ocultar nada de lo que pasa, lo único que quiero es que estemos bien, sin rencores ni envidias. — Su tono de voz me hace querer golpearle la nariz. 

— Yo no tengo porque estar bien contigo, no hay envidias y mucho menos rencores. No me interesa, ni tú ni él. — Me encojo de hombros haciendo una mueca. 

— Gracias a dios lo dijiste. — Suspira con felicidad. — Me ahorraste mucho tiempo confesión, de hecho. Me harás más fácil la tarea de mantenerte alejada de Mario.  — El tono de voz con el que habla me revuelve el estomago. 

— Tú si que eres un asco de persona, joder. —  Escupo con rabia. —  Mario es alguien que me importa, ya no como pareja, pero diablos, ni en tus más grandes sueños vas a separarnos. — Miento en algunas cosas, pero me mantengo firme.

— Debe ser triste que mientras estabas aquí, esperando por su regreso, él estuviera gritando mi nombre bajo las sabanas. — Sus ojos no son más que fuego y odio. 

Es como si me hubieran dado una patada en el estómago enviando escalofríos a todo mi sistema. Las lágrimas se atascan en mi garganta pero no me permito derramar ninguna, y la sangre se ha agolpado en mis pies, impidiéndome moverme. Me digo a mí misma que sus palabras no son más que mentiras, que ella sólo quiere arruinar lo que alguna vez fue. Me obligo a creer que Mario ya no es más una pieza clave en mi vida, que lo he superado y las cosas que María diga no deben afectarme en lo más mínimo. 

— Debe ser triste saber que mientras te recuperabas del grandioso orgasmo que debió haberte provocado, él me enviase mensajes de texto diciendo que pensaba en mí. — Mi voz suena ronca y pastosa, tanto que no la reconozco. Está cargada de odio, y hay un filo de tristeza. 

Su expresión cambia en un segundo y yo me siento satisfecha por completo. Me levanto del tronco en el que me encuentro y comienzo a caminar lejos de esa perra; a decir verdad, al inicio me pareció una chica realmente agradable, por la que sentía algo de envidia por el simple hecho de estar con Mario. 

¿No se supone que ya no sientes nada por él? 

Oh, cállate consciencia. 

Cuando estoy lo suficientemente lejos, no puedo evitar sentir la lágrima caliente que se derrama por mis mejillas. La opresión en mi pecho se siente terrible, como si estuvieran arrancándome las entrañas sin algún tipo de remordimiento y quiero golpearme a mí misma por ser así de débil, por seguir dejando que él tenga este jodido efecto en mí. Niego con la cabeza antes de seguir caminando lejos y limpio la pequeña lágrima de mis mejillas con brusquedad.

Deja de llorar, pareces una jodida cobarde tonta.

Un pequeño grito de frustración se me escapa y con él nuevas lágrimas.

Eres una idiota, ¿por qué diablos lloras?

Siento mis piernas flaquear, y antes de que pueda hacer algo, caigo de rodillas al suelo, sintiendo como la mitad de mis recuerdos se clavan como cuchillos en mi pecho. No sé dónde estoy, y ni siquiera si alguien me está viendo. No me di cuenta de que la lluvia había hecho presente hace apenas unos minutos, me siento tan arruinada ahora, que no me interesa si acabo viéndome como un vagabundo después de esto.

— ¿Estás haciendo esto, en serio Daniela? — La voz de Mario invade mis oídos y me deja helada.

— No sé de qué hablas. — Tiemblo, todo en mí está temblando.

— Llevas todo el maldito día con esa expresión, deja ya de actuar como la víctima de todo y por una vez en tu vida, has algo por los demás. — Su voz es hielo, puro y doloroso. En sus ojos no hay expresión y eso me lastima de sobre manera.

— Ni siquiera sabes el porqué estoy de esta manera, ¿por qué no te largas y me dejas en paz de una vez por todas? — Exploto, ni siquiera sé por qué, pero lo hago.

— Ya lo hice una vez, Daniela, y te confesaré que hubiese preferido quedarme en Nueva York, que venir aquí a soportar a una chica egoísta y torpe. La mala suerte nos persigue, que pena. — Finaliza seguido de darse la vuelta.

Que razón tiene, y joder, que dolorosa manera de hacerme regresar a la realidad.



Uaaa, ya hay drama jajaja.

Siento mucho haberme ausentado, pero como saben ESTUDIO CHAMAS, jajaja. Justo por eso hoy les traigo maratón, son dos capítulos y un chat extra, espero que les guste.

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¿Tienen mejor amigo?, ¿cómo se llama?



















































































Si llegaste hasta aquí, comenta Luke Hemmings es un pingüino :v



Quiero casarme contigo, imbécil. « Mario Bautista. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora