— ¿Estás segura de esto?, creo que deberías dejar que te acompañe.
— No, se supone que vine a arreglarlo sola... — Asiento tratando de convencerme de mi decisión.
Después de la reconciliación con Alejo, decidí venir a hablar con Mario. Últimamente todos nos hemos estado callando secretos, y eso no está bien, no cuando queremos que las cosas vuelvan a ser como antes o por lo menos algo parecidas a cuando teníamos dieciocho años.
Por lo que sé, Mario quiso vivir en su propio departamento después de que llegó a México de nuevo; la relación que tiene con sus padres ha estado muy densa, lo que me parece muy extraño, porque los Bautista siempre han sido una familia unida. Algo turbio tuvo que haber pasado para cambiar tan drásticamente.
Bajo del auto y me despido de mi hermano seguido de comenzar a caminar escaleras arriba del edificio para llegar al departamento de Mario. Los pasillos están completamente vacíos y el único sonido es el de mis zapatos contra el piso y las voces de algunos inquilinos.
Me distraigo completamente y no lo noto hasta que tropiezo con alguien, muy conocido cuando me doy cuenta; tengo a María frente a mí, con un rostro inexpresivo y destruido a causa de que no lleve maquillaje y tiene un par de bolsas amoratadas bajo sus ojos color miel.
— Nos volvemos a ver... — Me analiza de pies a cabeza.
— Si, qur sublime... — Alargo la palabra y espero a que ella continúe, pero en vez de eso toma su bolso e intenta esquivar mi presencia. — Aguarda no...
— ¿Qué está mal?, tengo que irme. — Rueda los ojos.
Me quedo callada un par de minutos. Había estado pensando en darle una oportunidad más a María, no es una mala persona, es una perra, pero quién no lo es en algún punto.
— Lo siento... — Termino diciendo bajando la vista. — Sé que fui horrible contigo, y siento mucho por lo que estás pasando, no te lo merecías. Ninguno de nosotros, en realidad.
Quiero que mi hermano sea feliz, y por más raro que esto suene, también ella. Hay una vida creciendo ahí dentro, y no sería bueno que viviera en un ambiente tan pesado y de rencor entre todos, es por eso que he venido a disculparme. Nadie es perfecto, mucho menos yo, y una amiga más no me haría daño.
— Quizás si intentamos, por una vez en la vida llevarnos bien, sin tener que involucrar a nadie, sería genial. — Admito deslizando la sonrisa más sincera que jamás di.
— Escucha Daniela...aprecio mucho esto, pero vamos, ambas sabemos que fue mi culpa, en todo aspecto. Ni siquiera amo a Mario, ¿sabes?, es la gran necesidad la vida de los demás sólo porque la mía también lo está. No soy una buena persona, y no me quieres cerca, como todos.
— Deja tu orgullo maldita sea... — Me exaspera esta mujer. — Sólo inténtalo, todos podemos hacerlo, voy ayudarte ¿bien?
Parece dudarlo unos minutos, pero finalmente asiente con la cabeza y una ligera sonrisa se le escapa de los labios. No se molesta en decir nada más, y yo tampoco, sólo dejo que me dé un abrazo rápido y desperezca por los pasillos del edificio, seguido de que yo comience a caminar hasta el elevador.
Me están sudando las manos y eso no es nada bueno. No quiero ser un manojo de nervios a los ojos de Mario porque la seguridad hace que confíen en tí, y eso es lo que quiero. Desde la última vez que hablamos él no volvió a dirigirse a mí y de hablarme; su relación con Mau y Juanpa ha cambiado y por lo que puedo notar, no está bien. Podría pregúntaselo a un ciego, y me lo afirmaria, ese chico es tan transparente.
Toco la puerta al estar frente al departamento y trato de controlar mi corazón desembocado, que estoy segura se escucha siete kilómetros más lejos de aquí por lo nerviosa que me encuentro. La puerta no tarda en abrirse y lo que veo frente a mí me parte el corazón en millones de pedazos dimimutos que nada podría reparar. No puedo retener las pequeñas lágrimas que amenazan con salir de mis ojos. Es una sensación abrumadora, tanto que te deja sin aliento y por un momento dejas de sentir que estás vivo.
Delante de mí hay un Mario mucho más delgado de lo que yo recuerdo, con piel pálida y ojeras muy marcadas. Sus ojos ya no tienen el mismo brillo que cuando eramos adolescentes, y que mejillas están descoloridas. No tiene camiseta, y por tanto puedo ver su torso, sus clavículas se ver severamente preocupantes.
— Dani, ¿qué haces aquí? — Pregunta tratando de sonreír. También su voz es muy desconocida, está ronca.
— Lo siento, yo no... — Intento darme la vuelta, pero él no me deja.
— No, no tienes que irte, sólo me sorprende que hayas venido hasta aquí sola.
— A-alejo me trajo en realidad. — Musito bajo entrando al enorme lugar.
— Me alegra que todo esté bien contigo...
Me abstengo a decir una tontería que arruine mis posibilidades de arreglar este desastre, aún cuando yo no lo causé, pero antes de todo ya estoy abriendo la boca y diciendo algo que no quería decir, o si, pero no en este momento.
— Pero con la tuya no... — Me abofeteo mentalmente cuando esas palabras salen de mi boca.
El semblante de Mario cambia enseguida, y su mandíbula de aprieta de una manera muy fuerte, hasta puedo oír rechinar sus dientes. Él también quiere mantener dentro sus lágrimas, pero sé cuán difícil es para el todo esto. Él no es el culpable, nadie lo eres ahora que he reflexionando y analizado la situación.
— ¿Puedes...? — Las palabras se quedan atascadas en su garganta de golpes, y mi corazón se rompe otro poco. — Abrazame, ¿si?, sólo has eso, y prometo que voy a decirte toda la verdad, vas a saberlo todo, de una maldita vez.
Y así lo hago, lo envuelvo en un abrazo y no lo suelto, no quiero y tampoco pienso hacerlo.
Aquí está el segundo capítulo, con todo mi amorcito bebé. 💘
Pavo :v
Perro :v
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Quiero casarme contigo, imbécil. « Mario Bautista.
Aléatoire» Estoy de vuelta, y esta vez será peor. «