Capítulo 29: Tratos.

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Mario POV. 

Estoy aturdido y apenas puedo mantenerme despierto después de que me desmayé antes de llegar aquí. La cabeza me está matando y el ardor en las heridas de mi rostro y cuerpo con casi insoportables.

Puedo notar que estoy en una bodega, debido al eco que hay cada vez que alguien camina, además de que tiene un aroma abrumador a hierro y gasolina que me revuelve el estómago entero y quiero vomitar todo lo que tengo dentro. La sensación es peor que la de una resaca.

— Oh, que bueno que ya despertaste. — Oigo decir a Thiago, que es el nombre del tipo que me trajo aquí, por lo que pude oír hace minutos.

— ¿Dónde están? — Pregunto luego de toser.

— Tus zorras están bien, no les toqué un pelo. Sólo te quiero a tí Bautista. Ellas no me sirven. — Su voz está llena de sorna y violencia, tanto que me intimida.

— ¿Qué se supone que quieres?, yo no soy como mi padre, no soy malo, por favor déjame ir. — Suplico con la voz temblorosa.

— No se trata de eso, hijo. Eres lo más importante para ese hombre, y con dinero baila el perro. Es lo que me obligan a hacer, yo no mato personas por mero gusto.

De sólo oír la palabra muerte me pone los pelos de gallina y me quedo quieto y callado en mi lugar para no hacer enojar a nadie ahí dentro y que acaben con mi vida antes de lo previsto. Me siento débil y pequeño, estoy asustado y ni siquiera puedo gritarlo a los cuatro vientos. Temo no sólo de mí, sino de mi madre, de mis hermanos, de Daniela y María, todos los que son cercanos a mí y no están involucrados pero seguro aún así los meterán.

Igual y todo esto lo merecería por mis actos y pot meterme en negocios mayores con el padre de María, pero no es así, mi padre está hasta el cuello en esto y no hay forma de salir de aquí; por lo menos no con vida.

La voz de Thiago toma mi atención por completo de nuevo y toda la sangre se acumula en mis mejillas coloradas.

— Lo que estás oyendo, si no pagas todo lo que debes, voy a matar a tus hijos uno a uno. Tú tienes la última palabra.

Y el teléfono es arrojado a un costado de la habitación. Se siente como una películas de acción, y de verdad sería grandioso que así fuera, y que la locura que estoy viviendo ahora sólo fuera un filme. Un humano promedio no imaginaría que algo así le esperaría en la vida, pero no solamente los sueños lindos se vuelven realidad.

No quería esto para mí ni para nadie. Entrar en los negocios con papá para mí no significaba sólo dinero, sino una mejor oportunidad en mi futuro además del fútbol americano. Se suponía que todo sería limpio y estaríamos bien, como la familia que eramos; no se trataba de que nos llevara la mierda y terminaramos en este punto; aislados, cansados de nosotros mismos y con ganas de no volver a vernos las caras nunca más.

Me queda claro que el destino nos jugó en contra, y aunque yo mismo quisiera ahorcar a mi padre, no lo haría, y tampoco dejaría que alguien más lo hiciera. Que se haya convertido en un hijo de puta, avaro y soberbio, no quiere decir que ha dejado de ser mi padre, y el odio que siento hacia él nunca será suficiente como para hacerle daño.

— Eres una mierda... — Logro decir con las pocas fuerzas que me quedan.

No dice nada, y sólo me dispara en el abdomen con una agilidad impresionante. Siento el dolor escocer en mi sistema, pero no digo nada.

(...)

No sé cuánto tiempo he estado aquí, lo único que sé, es que mis defensas están cada vez más bajas y los golpes que me han propiciado los gorilas de Thiago me duelen como el infierno mismo, además del maldito disparo. No he sabido nada de papá, pero supongo que no vendrá a hacer nada si ya le hicieron el trabajo fácil de matarme. Además no le convendría mucho venir igual, seguro lo molerían a golpes.

Quiero casarme contigo, imbécil. « Mario Bautista. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora