Mario POV.
Desde la última vez que vi a Daniela y la besé, he estado conviviendo con ella más de lo que me merezco. Salimos al cine, a comer y algunas veces sólo a dar paseos hasta que la madruga nos atrapa; y por fin después de mucho tiempo como esclavo del régimen de mis padres y de mis propios demonios, puedo decir que soy feliz hoy día. Tengo los mejores amigos que alguien pudiera pedi; aún después de que Juanpa besó al amor de mi vida por un acto de despecho, sigue siendo mi hermano.
Todas las tormentas que durante una temporada pasé están quedando bajo la tierra. Sobre el hombro que maté inconscientemente en aquel bar, todo está yendo bien puesto que fue en decensa propia, además de que el hombre tenía andecentes penales con cargos de violación y robo.
Lo único que me mantiene un poco al borde es la reacción de los padres de María y los míos tengan cuando les digamos que mandamos a la mierda el contrato y que en realidad nos odiamos desde que nos conocimos. Sé que son mis padres, y en verdad los amos, porque quieren lo mejor para mí. Justo por eso sé que lo mejor para mí no es quedarme toda una vida, siendo un títere de los negocios, a lado de una mujer que no amo, y que claramente ella a mí tampoco, siendo que podemos dejar las cosas claras y seguir con nuestros caminos sin importar lo que diga el resto.
— Tierra llamando a Mario. — Oigo decir a Mau chasqueando los dedos frente a mi nariz.
— Eh, ¿qué? — Digo devolviendo el trozo restante de mi mente a la realidad.
— Llevo cinco minutos hablándote, idiota. — Se ríe y una sonrisa pequeña se desliza en mis rostro.
— Lo siento, tenía algo más en la cabeza, ¿qué decías?
— Tus padre me llamaron en la mañana, piensan venir a verte.
Mi sistema se tensa, y toda la sangre se acumula en mis mejillas de un golpe. No estoy listo todavía para tenerlos en frente y decirles por fin lo que por tanto tiempo me ha callado; incluso escribí todo, pero considerando que cuando me fui de casa sin avisar ellos ni siquiera llamaron, no creo que tenga el valor de decírselos ni ellos el tiempo de escucharme.
Me pongo de pie y camino sin decir nada intentando ir a mi habitación y evitar la conservación, pero los roques bruscos en la puerta y los gritos de Mau me detienen. Mis manos de hacen un puño y toda la ira que alguna vez pude tener acumulada en mi sistema se me sale por los poros.
— ¿Qué es lo que quieren?, Joder. — Gruño lanzando un jarrón hasta la pared. Los mismos toques no me ayudan a calmarme.
— Mario, relájate. Son tus padres, debes hablar con ellos. — Mau sé acerca a mí, pero me alejo.
— ¿Qué me relaje?, maldita sea Mauricio, ¿cómo quieres que me relaje si ese par de infractores están volviendo sólo para joderme la existencia otra jodida vez, y no los voy a dejar, no después de que prometieron que todo mejoraría y cuando me largué no vinieron ni siquiera a escupirme en la cara.
— Si quieres que las cosas cambien, abre esa estúpida puerta y habla con ellos. Tienes que dejar todo atrás, no les tengas rencor y deja tus puntos claros. Hazlo por ti, por ella.
Y de inmediato mis ojos se fijan en una fotografía con Daniela que descansa sobre el mueble de la sala. Mi corazón se estruja de tan sólo recordar las últimas lágrimas que vi en sus ojos antes de irme por la puerta del aeropuerto cuando era un crío que no tenía ni idea de lo que quería y se sentía con miedo; un idiota al que sus padres domaron a su antojo cuán si fuera un animal. Dejé de tener la libertad de tomar decisiones, de ser feliz, de estar a su lado nada más porque la influencia de mis padre cayó sobre mí como un balde de agua helada, y no quiero volver a caer, sé que lo haré en cuanto vea a mi madre a los ojos y sus características lágrimas fatalistas que al final siempre de doblegan.
Cierro los ojos con fuerza, y camino hasta la puerta en donde dudo unos minutos antes de abrir la puerta. El peso de los brazos de mi padre envolviendo mi cuerpo me retuerce las entrañas de un apretón.
— Hijo, cuanto tiempo. — Habla como si no supiera lo que me está haciendo.
— Cariño, ¿cómo te va? — Dice mi madre con tono dulce.
— Supongo que estoy bien, aunque eso lo sabrían si hubieran venido a visitarme antes. — Me encojo de hombros restándole importancia.
— Lo sentimos mucho cariño, tuvimos algunos negocios. — Sonríe mi madre.
Como toda la vida, y es lo único que les importa.
— Y hablando de negocios... — Alarga mi padre.
Mierda, mierda, mierda. No.
— María nos dijo que estaba embarazada, o bueno, en realidad lo averiguamos solos, ella no quería decir nada.
— Pero ese niño no es mio. — Advierto levantando una ceja.
— No me interesa Mario, es una gran primicia para la empresa, ¿te imaginas los cont...? — No lo dejo terminar.
— ¡NO PAPÁ!, no lo imagino, y tampoco quiero. Estoy harto de sus malditos negocios, me tienen cansado. No soy un títere, ¿bien?, soy un jodido humano que tiene voz y voto. — Hago un movimiento brusco y caigo sobre el sillón, aturdido.
— Eso en realidad no me importa, si no quieres que todo lo que has tenido en beneficio de acabe, haz lo que yo te diga. — Su tono lleno de veneno y superioridad me saca de quicio.
— ¿Sabes qué papá? — Una ligera sonrisa se dibuja en mis labios y alzo los brazos rendido. — Tú y tus negocios, se pueden ir al maldito infierno.
Y sin decir nada más, abro la puerta principal del departamento para que cuando quieran salir lo hagan sin tener que decirme nada, y comienzo a caminar a mi habitación.
Ya llegué chamitas, ¿cómo están?, yo muy bien, no es como si mi escuela me tuviera hasta el cuello y no haya dormido en tres semanas.
Bien, no vengo a decirles mis penas estudiantiles. Amsorry.
Nos vemos en un ratito babes.
¿Canción que nadie esperaría que les guste?, yo ahora tengo un trauma con "Ahora dice", y aunque sé que el trap es un género denigrante y horrible, esa canción me gusta. JAJAJA.
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Quiero casarme contigo, imbécil. « Mario Bautista.
Diversos» Estoy de vuelta, y esta vez será peor. «