Capitulo 6

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Pedimos un taxi, ya que estaba mareado lo suficiente, y no podía manejar así. Le envié un mensaje a John para que buscara el auto por la mañana. Deje a Alanna en la puerta de su habitación.

—Nos vemos mañana antes de que te vayas —le dije dándole un beso en la mejilla.

—Eres muy divertido y no quiero que te vayas —dijo arrastrando sus palabras y con la lengua muy enredada.

—Tenemos que descansar —le dije y ella hizo un tierno puchero, me tomó de la mano y de un golpe me jaló hacia dentro del cuarto, cerrando las puertas a su espalda.

—Quiero hacerlo contigo —su mirada cambió de inmediato, ya no era dulce, sino una mirada muy sexy y de deseos hacia mí.

—Oye, Alanna, clama, no creas que quieras hacer esto —le dije mientras impedía que me quitara la camisa.

—¿Quién te dijo que no lo quiero hacer? —me dijo y me tumbó en la cama, luego se subió sobre mí. Esta chica sí que estaba urgida, y yo también incluso ya lo tenía muy parado, pero no quería estar con ella de ese modo, ella estaba muy borracha y no era justo que me aprovechara de eso.

—¡Basta, Alanna! — La aparté de mí.

—¿Eres gay? —me preguntó y me negué.

—¡No! Por supuesto que no —le dije y entonces ella se levantó de la cama para volver a luchar para darme un beso.

—Tu novia no lo sabrá —dijo ella — Creía que yo tenía novia.

—Basta, Alanna —la chica comenzó a colocar su mano en mi pene, muy recto y duro.

—Oh, el bebé tiene hambre —la miré muy asombrado. Ella llamó a mi pene bebé, ¿le puso nombre de bebé? Trato de desabrochar mi pantalón y traté de impedirlo, pero cuando comenzó a besar mi cuello, me volví muy débil. Ella había encontrado mi punto y ahora ya estaba rendido. Oficialmente, iba a ser violado por una chica que me gustaba y esta iba a ser una violación que me iba a encantar.

Le respondí con besos y traté de quitarle el vestido, pero cuando ella cayó en la cama y me acerqué, su rostro cambió, se asustó.

—¡No, por favor! – gritó una y otra vez, estaba realmente muy aterrada y yo no entendía ¿por qué? —No me toques, te lo pido —se lanzó al suelo y se abrazó a sus rodillas como una niña con mucho miedo. No más… Estaba asustada y eso me confundió; me agaché a ella.

—¿Qué te sucede? —le pregunté y ella me miró. Su maquillaje estaba arruinado, estaba llorando y el rímel se le había corrido.

—¡Aléjate de mí! – comenzó a golpearme, le sostuve la mano, pero ella no se detenía, solo me dijo que me fuera, estaba en un shock y no sabía cómo ayudarla, ella me sacó de su cuarto. 

Me sentí en ese momento como un violador, solo que no la había violado, ni siquiera la vi desnuda. Es más, ella era la que me quería violar primero, estaba tan confundido. Me fui a mi cuarto, me quité la ropa y me metí en la regadera, dejé que agua fría cayera sobre mí, luego coloqué las manos en la pared dejando que el agua cayera en mi espalda. Mientras eso sucedía, yo miraba al suelo, recordaba cada beso que le respondí, había probado esos labios perfectos y me encantaron. Fue como comer la mejor fruta del mundo, tenía la necesidad de volver a besarla, pero con lo que acaba de pasar no creía que iba a suceder.

Me desperté, con el puto dolor de cabeza, me dirigí al baño para cepillarme los dientes, y mientras lo hacía, me miraba en el espejo y se me venía a la mente la cara de Alanna, su rostro lleno de miedo. Me sentí nuevamente mal, me sentía sucio, me sentía un maldito y no podía seguir sintiéndome así. Me bañé y me arreglé, fui directo a su cuarto pero nadie salió. De inmediato pensé que se había ido y me dejó con una fea mancha en mi mente, o peor, se fue con una mala mancha de mí. Le di un fuerte golpe a la pared, estaba tan enojado que no sentí dolor. 

Fui a desayunar y cuando entre la vista ahí, de inmediato mi alma se abalanzó, el dolor sobre cómo ella pensaba en mí había cesado un poco, caminé hacia ella.

—Pensé que te habías ido —le dije y tragué grueso, tenía vergüenza de mirarla a la cara.

—Oh, no para nada —dijo y pude ver la pena en su rostro.

—¿Puedo sentarme? —señalé la silla y ella asintió —lamentó lo de anoche —le dije mientras me sentaba.

—Creo que no más que yo —dijo ella, mordiéndose el labio inferior con una mirada de vergüenza.

Sé que pensaste que te iba a hacer daño, pero no fue así… Ella me tomó de la mano y me dijo que lo sabía, sentí un alivio, un peso se había ido y que bien se sentía eso.

—Pero cuéntame, ¿cómo fue que casi terminamos en mi cama? —me preguntó.

—Bueno, puedo decirte que estuviste a punto de violarme —le dije y ambos nos reímos.

—No creo que eso fuera una violación —dijo y tomó un sorbo de café.

—Bueno, tú estabas muy… —dudé en decir la palabra que estaba en mi mente cuando ella la dijo.

—¿Urgida? —Asentí.

—Sonaba más bonito en mi mente —le dije y ella sonrió.

Pedimos nuestro desayuno y continuamos hablando.

—Oye, Alanna, me gustaría saber, ¿por qué anoche te pusiste tan mal? — Ella cambió su rostro en un segundo, ya no estaba para nada cómoda. ¿Creíste que te iba a violar? Ella aclaró su garganta; estaba incómoda.

—No pienso que estuviera tan mal como para que creyeras eso —me dijo tratando de disimular.

—La verdad es que estabas muy mal, hasta me golpeaste —le dije y ella se negó.

—Bueno, fueron algunas cosas… —miró mi mano y se sorprendió al ver lo roja e hinchada que estaba, hasta se estaba haciendo un morado.

—¡No me digas que yo te hice eso! —llevó su mano a su boca, estaba muy sorprendida. Oye, no sabes cuánto lo siento. Dijo y trató de ayudarme con la mano.

—No, no, tú no hiciste eso, ese fui yo esta mañana —le dije y ella arqueó la ceja.

—¿Cómo así? —me preguntó.

—Algo muy largo de explicar —le dije mientras nos entregaban la comida. No le quería decir el porqué de que mi mano estaba tan hinchada, porque si se enteraba tal vez me iba a catalogar como un loco que no mide su fuerza, y que explota como una bomba contra lo que tiene cerca.

Disfrutamos de nuestro desayuno hasta que me tuve que despedir de ella para ir a la oficina a terminar con unos papeles para poder dejar todo listo y poder irme mañana a mi casa, pero antes intercambiamos números para no perder el contacto y así cuando estuviéramos en Canadá podríamos salir algunas veces y pasarla tan bien o mejor que como la pasamos aquí.

Durante todo el día no dejé de pensar en Alanna y en que tenía que llamarla, apenas mi avión aterrizara en Canadá… Pensaba más en ella con el dolor de mi mano, tomé calmantes para aliviarlo y me la vendé, pero aun así veía la venda y me venía su nombre a la mente. Me estaba volviendo loco…

Mr. ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora