Capítulo 3

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Después de explicarle más o menos los planes del día siguiente y decirle las condiciones que había dicho el rey; el día había llegado. Era temprano por la mañana y Makoto ya estaba completamente arreglado, sólo faltaba despertar al príncipe y hacer su rutina diaria.

Llegó hasta los aposentos del menor y con mucha cautela abrió la puerta, teniendo cuidado de no despertarlo aún. Echó un vistazo dentro de la habitación y un dosel cubría la cama del menor, tomó las cortinas de la ventana y comenzó a envolverlas, dejando que entrara la poca luz de sol que había.

- ¿Makoto? - se escuchó de entre el dosel del lecho.

- Oh, lo lamento, no planeaba despertarlo aún - se giró y el azabache ya se hallaba sentado en borde de su cama.

- No hay problema... ¿Ya has avisado a Sasabe?

- Si, en unos minutos más llegará, mientras tanto; si me disculpa alteza avisaré a los guardias.

- Claro... - La rutina de todos los días en la mañana siguió su curso normalmente; el rey habló con el príncipe y después de todo eso partieron ya algo tarde del palacio hasta el pueblo donde vivió el castaño en su niñez.

 - La rutina de todos los días en la mañana siguió su curso normalmente; el rey habló con el príncipe y después de todo eso partieron ya algo tarde del palacio hasta el pueblo donde vivió el castaño en su niñez

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Una vez llegaron los guardias hicieron lo acordado con Makoto y el rey, que era estar vigilándolos, pero dándoles su propia distancia - ¡Príncipe dese prisa!

- Creo que estás más entusiasmado que yo...

- Lo lamento alteza, pero hace tiempo que no salgo del palacio y yo amo el campo, después de todo crecí cuidándolo - una amplia sonrisa se formó en su rostro; el azabache tuvo un ligero sonrojo - hasta que... - paró en seco su oración y agachó la cabeza.

- ¿Sucede algo malo?

- ¿Qué...? - hubo un corto silencio - No, no es... nada - levantó el rostro y volvió a sonreír - ¡Por aquí alteza! - corrió en dirección a un prado de flores, Haru estaba completa y absolutamente sobresaltado ya que jamás lo habían dejado salir, por lo tanto, era la primera vez que veía algo que no fueran los muros del castillo.

- Makoto espera - llegó al prado cerca del oji verde.

- Lo lamento alteza, ¡mire que bonito es! - Haruka observó bien el lugar.

- Es... muy hermoso - sus ojos desprendieron un brillo y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Hubo un largo silencio en donde el príncipe solo observaba al castaño hacer todo tipo de cosas; caminó hasta adentrarse un poco en el prado y rozó su delicada mano con los pétalos de las flores - ¿hacías esto a menudo? - se giró hacia Makoto.

- Solía venir con mis padres y hermanos - suspiró ligeramente.

- ¿Tienes hermanos?

- Si, Ren y Ran; a veces me molestan, pero yo los quiero mucho - sonrió.

- ¿Querer?

- Si Príncipe, así como usted quiere a sus padres o a Sasabe y Amakata - el azabache lo pensó un poco.

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