01 - Again

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Limpió la mesa número tres con un desánimo evidente para esas horas de la tarde. Su trapo amarillo se entrelazaba con perfección entre los dedos. Se había acostumbrado a él, siempre lo usaba cuando quería limpiar halos de agua que dejaban los vasos llenos de hielo sobre la superficie y, considerando lo sensible que era el material, tenía que actuar rápido. Faltaban unas horas para el cierre todavía, así que no tenía tiempo para sentarse atrás de la barra y descansar. Sin registrar la hora, ni el día en que estaba existiendo, Oikawa se distrajo de la angustia existencialista que causaba la consciencia de uno mismo. 

Llevó trapos a la cocina, platos sucios y registró su última cuenta en el sistema. Bostezó, rogándole al cielo que Suga no lo hubiera visto o no lo dejaría en paz por días sin fin. Menos mal que le habían dejado una buena propina. Al menos, era de las cosas que más le gustaba de su trabajo. Buen lugar, excelentes compañeros y comensales sedientos. ¿Qué otra cosa podía pedir de algo temporal?

Sus compañeros de la escuela siempre alegaban que se la pasaba cansado. No era mentira, estudiar desde la mañana y de ratos en su trabajo, eran los únicos espacios que hallaba para poderse memorizar las lecciones de días siguientes. ¿De qué otra forma iba a aprender los delicados mecanismos de la secuencia de ADN? Aún estaba en la etapa previa de la carrera de medicina. Aprender cuando pudiera iba a ser necesario si es que deseaba mantener el promedio que liberaba el cuello de sus padres. Además, buenas calificaciones equivaldría a una buena mesada y, por lo tanto, sus ahorros continuarían creciendo. Poco le importaba que lo llamaran avaro. En esa ciudad tan grande como Tokio, para vivir bien siendo estudiante de medicina, era necesario hacer un poco más de lo esperado.

A pesar de que la universidad le consumiera todo el tiempo que tenía (las energías, las ganas, el buen humor, etc) siempre tenía una buena cara que mostrarle a sus clientes. Los sentaba con el cuidado característico que le mostraron en el entrenamiento, les llevaba sus bebidas rápidamente y, también, tomaba su orden sin apuntes. Memorizado todo en la punta de su lengua, repetía sin errores en la cocina y entregaba los pedidos sin tardarse demasiado. 

Si en algún momento lo hacía, su rostro era más que suficiente como para perdonarlo. Le gustaba fingir. La atención del grupo de jóvenes o jovencitas lo llenaba de un gusto extraño pero adictivo. Oikawa era un foco turístico, un modelo, una lámpara de aceite que atraía a las polillas... en resumen, era bueno para el negocio y al revisar la selección de meseros que estaban a su disposición, esto no era sorprendente.

-¡Tooru!-

Le hablaron desde la barra que estaba cercana a él. La piel del cuello se le erizó. Uno de sus compañeros más cercanos, nativo de la ciudad, estaba llamando su atención. Tenía un gusto pésimo en muchachos, pero al menos también se llevaba buenas propinas. Tenía que ser su maldita sonrisa ladina. Menos mal que no era tan popular con las chicas, le quitaría la clientela.

-¿Qué necesitas? ¿Volvió a ocurrir algo con la máquina de café?- Supuso, hablando en una voz relativamente alta para que lo escucharan. El otro joven de cabello negro lo tomó del brazo, como si estuviera por compartir información altamente confidencial. Los demás comensales no hicieron caso, por suerte, el gerente no estaba cerca de su área para que los regañara así que Kuroo aprovechó para preguntarle.

-¿Crees que venga otra vez?-

-¿Hah...?-

Alzó una ceja, incrédulo. Conocía lo suficiente a Oikawa como para saber que tenía la costumbre de parecer descontectado de la realidad para evitarse problemas y malos tragos. Sin embargo, esta no era una respuesta apropiada. No. Kuroo quería saber más, especialmente por la cantidad de veces que se había repetido el incidente.

Sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora