El problema para Oikawa nunca había sido que Iwaizumi estuviera perdido dentro del closet. Lo sabía desde siempre. La manera en que lo veía, sus atenciones e intenciones escondidas detrás de sus palabras eran muy incriminatorias. Otra cosa era que hubiera preferido hacerse de oídos sordos y pretender que ese no era el caso. La realidad era que nada se le escapaba de la vista y aunque prefería pensar que simplemente era un chico hetero para justificar el dolor que le causaba, lo que había pasado estas últimas semanas lo convencían de lo contrario.
Recordó cómo le habló por el teléfono. El chico estaba aterrado. No quería afrentar la verdad de su sentir y no podía sacarlo a golpes de su área de confort. Entender lo que era presentaba ser un problema para ambos. Él, por una parte no podía someterse a una relación en la oscuridad. Sin embargo y si su ansiedad llegaba a ganarle, entonces se convencería que todo lo que había hecho Hajime, desde haberle dicho que lo quería hasta coquetear con él en el bar era nada más que un performance. Eso significaría que mentía y si lo hacía, entonces no quería nada con él.
Si ya estaba esa decision marcada en su mente, ¿porqué le era tan complicado no estar buscando lo que había subido en sus redes sociales? Lo hacía cuando era hora de dormir. Sostenía el celular sobre su rostro para hallarse con lo de siempre: Nada especial. Era igual de escueto en línea que en persona. Solo subía fotografías de vez en cuando de los atardeceres apagados de la ciudad. Retrataba el sol en las esquinas de las casas, sobre los rascacielos y reflejado en las ventanas de su casa. Era un artista, al fin y al cabo.
—Estúpido Hajime...— Susurró, con la frustración de siempre. Entonces, se encontró a si mismo viendo una de sus autoretratos. Hajime no era vanidoso. Buscaba retratar la realidad de todo hasta de su propio rostro. Era una belleza sencilla, al grano. Su quijada marcada hizo eco en Tooru, quien recordó la presión que le puso encima para poder besarlo. Sonrió olvidándose de la promesa que tenía que mantener y sin darse cuenta, ya estaba cruzando una mano a su entrepierna.
Soltó el primer gemido y lo arrastró sobre la lengua para abrir la boca. Los dedos, ansiosos, empezaron a tocarse la emoción cuando encontraron ritmo. Entonces, después de sentir su inevitable erección, lo dijo: el nombre caliente del chico de la foto. Partió de él con todo el cariño que había amontonado en el pecho. Pero tomó aire. El oxígeno llenó su cabeza y pudo detenerse.
—...Qué...—
Interrumpió su querer para pensar en lo que estaba haciendo. Una mano en su erección, la otra sosteniendo el celular que tenía una fotografía de Hajime. Atrás, el eco de un beso y la sensación de querer (¿amar? Talvez. Por eso le dolía tanto.) que se acomodó alrededor de la boca con el mismo sabor que deja la leche. Tomó aire, pero al mismo tiempo la mano que tenía el celular lo traicionó. Se abrió para dejarle caer el aparato encima de la cara. El golpe lo trajo otra vez a donde estaba. Acostado en su cama, con el sonido de la ciudad despidiéndose de él por la ventana. Frustrado y humillado por lo que estaba haciendo, se quedó sin el placer, sin el nombre y sin acabar. El sueño tardó en encontrarlo. Su agitación le había costado caro.
—Estúpido, estúpido Hajime.—
x.x.x.x
Otro día, una semana cualquiera que se había pasado sin seguir la costumbre de verse los miércoles. Oikawa no podía decir que no lo extrañaba, pero no verlo también ayudaba para que se le olvidara el perfil de su estúpido y hermoso rostro. No iba a seguir extendiendo su mano cuando ya no iba a responderle.
Acababa de llegar al café y se levantó de la banca de descanso de los vestidores. Ató bien el mandil del trabajo y reflejado en el espejo, se aseguró de verse impecable, como siempre. Entonces, como con urgencia, Bokuto entró a la habitación. Tooru lo observó desde el reflejo, estaba aterrado.
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Sin Azúcar
Hayran KurguOikawa conocía su perfil. Iba todos los miércoles sin falta y pedía exactamente lo mismo. Era guapo, fuerte y tenía un gusto peculiar para el café. Extrañamente y aunque Oikawa quisiera explicarlo, no sabía porqué le había puesto los ojos a un hombr...