Oikawa sintió que la tarde no acababa. Atender a paciente tras paciente era, por decir poco, una tarea llena de cansancio. Por más que amaba su vocación, tener personas en su consultorio pasar una tras otra, haciendo las mismas preguntas tenía un ritmo que acababa por abrumarlo. Eventualmente, para cuando las citas terminaron, se acostó encima de su escritorio. Soltó un hilo de aire de entre los labios y levantó la cara para ver las paredes. Alrededor, el montón de libros y reconocimientos por diversos cursos lo decoraban. Algunos tenían su fotografía y otros no. Específicamente, estaba viendo su título universitario. Siempre le daba vergüenza por la manera en que uno de sus cabellos se levantaba en la parte de atrás. ¿Cómo no se había fijado? No le gustaba verse, pero así había quedado inmortalizado. Recordó los días enteros en que su fijación enfermiza lo había llenado de frustración. ¡No había nada que pudiera hacer!
Se enderezó y esperó la llamada de su secretaria por costumbre, pero observó el reloj. Dieron las seis de la tarde y se le salió el aire del pecho. Aquí terminaba el día. Se levantó de su silla y colgó la bata para quedarse vestido como civil. Levantó la cabeza para girar el cuello y tronarlo. Liberar las tensiones del día era de las cosas más importantes que podía hacer antes de marcharse. Nada era peor que llegar a casa con una espalda esroscada.
—Doctor.— Su secretaria se asomó a la oficina. Le había sonreído. —¿Puedo irme? Tengo un compromiso.— Tooru asintió varias veces.
—Claro. Nos vemos mañana.—
La chica le agradeció con otra sonrisa y salió. A él le tocaba cerrar. Nada nuevo. A veces se quedaba haciendo papeleo de cirugías o durmiendo después de un día pesado. Hoy, tenía toda la tarde libre y la noche también. Recordarlo, aunque no quisiera, le llenó de punzadas el pecho. Llevaba mucho tiempo sin ver a Hajime. Nunca se acostumbró a extrañarlo.
Para cuando cerró la puerta de su consultorio y caminó a la salida del hospital, se comprimió su garganta. Decidió concentrarse en los pasos que daba para olvidar la sensación apremiante de buscar en las redes sociales de Hajime lo que había estado haciendo y con eso, también pasó de largo del llamado de su amigo.
—¡Oikawa!— Tuvo que hablarle otra vez para que reaccionara. Issei levantó la mano de la que colgaba su cigarro y le sonrió. Ya estaban afuera. Su amigo, se le acercó con las manos en su cintura.
—¿Acabaste?— Preguntó Issei, aunque la respuesta fuera obvia.
—No deberías estar fumando.—
—Es esto o cocaína. Elegí lo mejor.
Tooru se aguantó la risa. Quizás eran mayores, pero eran igual de estúpidos. Se acomodó a un lado de su amigo. No tenía prisas para volver.
—Sí, acabé. Voy a casa.—
—Huh... Esperaría que salieras con Kuroo y Bokuto.
—No, han estado ocupados.
—Ah, cierto...¿Cuándo es la boda de Kuroo?
—En un par de meses. Kei está al borde de un ataque de nervios.
Matsukawa alzó las cejas, dándole la razón. Llevaban rato planeando esa boda y estaban afinando detalles. Era el peor momento para ignorar todo lo que se tenía que hacer. Habían pasado muchos años desde que trabajó en ese café, pero su relación con ellos era igual de estrecha.
Entonces Issei echó humo por la nariz, encapsulando la mirada de Oikawa que cada vez se hacía más cristalina. Lo vio. Tenía un pensamiento arrastrando, algo de lo que no había logrado separarse. Pasó saliva.—No ha regresado, ¿verdad?
—No.
Oikawa se acomodó el pelo, un ademán ridículo para quien no lo tenía largo. En el acto, ese anillo brilló con la luz del hospital. Matsukawa se preguntó qué hubiera tenido que hacer para poder darle la felicidad que halló en otra parte.
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Sin Azúcar
FanficOikawa conocía su perfil. Iba todos los miércoles sin falta y pedía exactamente lo mismo. Era guapo, fuerte y tenía un gusto peculiar para el café. Extrañamente y aunque Oikawa quisiera explicarlo, no sabía porqué le había puesto los ojos a un hombr...