Oikawa supo que la tristeza estaba tomando lo mejor de él cuando Matsukawa tuvo que ir a su casa. Pensó que sus semanas en la soledad iban a ser tomadas como un periodo de duelo por el que tenía que pasar, pero cuando escuchó que su madre saludaba a alguien en el umbral de la puerta y que sus pasos subían las escaleras con un tono de frustración en la planta de los pies, estaba convencido de que era él, echando humos. No hubo tiempo para arrepentirse de su falta de aviso. De hecho, reaccionó muy tarde. Trató de esconderse abajo de su cama, atrás de la puerta o en su closet pero no alcanzó a levantarse. Su amigo entró a la habitación con una bolsa llena de pan de leche, cerró la puerta detrás de él y lo señaló con su dedo índice.
—¡PÁRATE, OIKAWA!—
Tooru sonrió, lo había atrapado con las manos en la masa y con la intención en el borde de los ojos. Él supo observárselo.
—Qué sorpresa...Mattsun...—
—Llevas días sin contestarme mis mensajes. ¡Pensé que estabas muerto!—
Oikawa levantó ambas manos. Quería espejear su inocencia. —¡Juro que no es personal! Solo...quería apagar el celular. Es todo.— No mentía. Su celular llevaba un rato apagado. La cantidad de mensajes y llamadas provenientes del número de Iwaizumi fueron suficientes para llevarlo a eso: al silencio. En casa podía hacerlo, su madre había aprendido a no acercársele mucho cuando estaba así de triste pero su compañero podía casi olerle los humores. Necesitaba del impulso de otro para que entendiera que no estaba solo. Oikawa alcanzó a tomar aire para que Matsukawa le echara encima todos los panes que había comprado. Contó diez, pero podrían ser más, ya que algunos se cayeron al piso.
—Come.—
Tooru sonrió. Issei ya se sentó para asegurarse de que hiciera lo que le dijo. Le había traído su comida favorita después de todo. Con el cuidado con el que se abre un caramelo, Oikawa sacó un pan para comérselo de tres mordidas.
—Mattsun, vas a hacer que engorde.
—Quizás eso te hará salir de aquí.
—No lo sé...— Oikawa abrió otro pan de leche, pero esta vez dejó los ojos encima de su comida. El color le recordó al cielo cuando tuvo una sesión de fotos con Iwaizumi. Qué mala memoria para acompañar un pan tan dulce.
—¿Cuántos fines de semana llevas aquí?
—Uh...¿Tres?
—¿Eso no es más que suficiente? Idiota...
Tooru acabó por darle una mordida a su pan, pero esta vez se lo comió con más lentitud. Cada movimiento de su quijada iba acompañado con la sensación de que se le iban las horas y los días en su retiro voluntario. Issei lo veía con la esquina de su ojo. Llegó a contarle entre lágrimas su encuentro con el idiota que lo golpeó en la calle y después de eso, cayó una distancia entre ellos que no esperaba. En clases había dejado de participar y después de que pasaran sus horas en la escuela, evitaba su presencia. A pesar de que había dejado de verlo en horas libres, sabía que no había dejado de trabajar. Ir a ese café era como un proceso automatizado para lidiar con la frustración de su último encuentro con el imbécil de Iwaizumi.
—...¿Te habló mucho?—
Tooru asintió. Estaba a medio pan cuando perdió las ganas de comer.
—Sí. Bastante.—
Entonces, sin esperarlo, Matsukawa se acercó a su amigo y lo abrazó. Le pasó las manos por el cabello. Suspiró. Tooru respondió con menos ganas, pero con la misma ternura. Issei era bueno dando abrazos, tenía músculos anchos. Se lo había dicho muchas veces.

ESTÁS LEYENDO
Sin Azúcar
FanfictionOikawa conocía su perfil. Iba todos los miércoles sin falta y pedía exactamente lo mismo. Era guapo, fuerte y tenía un gusto peculiar para el café. Extrañamente y aunque Oikawa quisiera explicarlo, no sabía porqué le había puesto los ojos a un hombr...