11 - Burn

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Después del beso, la cabeza de Oikawa estaba perdida. Abandonada en el alimento de la ilusión, pasaba sus tardes imaginando la vida a un lado de Hajime. Nunca había tenido un contacto más pasional, en donde el enganche de su interés había brotado gracias a una llamada telefónica y que le hubiera causado tantos disgustos también era importante. Después de todo, pagó cada una de esas noches en que lloraba con un gesto irrepetible que cobraba vida cada que podía, cuando cerraba los ojos.

—Sí, está enamorado.— Kuroo le mencionó a Suga, quienes lo veían en la distancia. Oikawa estaba tarareando una canción. Limpiar las mesas era el trabajo que menos le gustaba hacer y aún así, lo hacía con una sonrisa en la cara. Era tan bobo, ¿habría aprendido algo de él?

—Lo está...— Suga dejó una mano en su mejilla. Salió la preocupación de sus labios, digno de quien pensaba de más. —Aunque no sé porqué me preocupa tanto.—

—Creo que a todos nos preocupa...

—Bueno, es sólo una corazonada...pero...

—Míralo...parece princesa. Hasta canta...— Kuroo había interrumpido el pensamiento de Suga, quien prefirió tragárselo. No estaba de más ser precavido, pero tenía que evitar ser tonto, más cuando Oikawa se veía tan contento.

Oikawa no escuchó. Pasó la tela sobre la segunda mesa en una racha continua de limpieza que no iba a pasar hasta sentirse satisfecho. Al menos de algo bueno había servido todo ese buen humor.

—Cuánto quisiera que esto fuera por la escuela y no por un beso.—
Suga soltó la ilusión de la lengua. Puso una mano en su barbilla para analizar la escena. Kuroo se lo aseguró con la mirada.
—Oikawa no se pone así por sacar dieces...al menos no en mi cara.—

Suga se puso las manos en la cintura y apretó los labios. Pensó. ¿Qué podría hacer ahora por su empleado y amigo, cuando estaba tan levantado por la ilusión y la esperanza? No quería alimentarla. Si caía, caería con toda la fuerza. Los besos hablan más que las palabras, son expresiones destiladas del cariño... a veces. Pero no era nadie para juzgar. No conocía a Hajime como sus demás compañeros lo hacían (en las noches de borrachera es cuando la personalidad se pule) así que colocar pensamientos severos a su persona era muy injusto. Necesitaba hacerse a un lado, permitir que las cosas sucedieran ajeno a él. Su novio se lo decía muchas veces: hacía el papel de cuidador y no lo era. Por más que Oikawa fuera su amigo, no podía involucrarse en sus batallas. Mucho menos en cuestiones tan delicadas como el amor.

—Espero que no lo decepcione.— Comentó, con toda la sincieridad de la que fue capaz. Kuroo asintió, dándole la razón. Por un instante se quedaron ellos dos solos mientras veían a Oikawa terminar con sus deberes diarios. El hombre no iba a parar al menos en un par de horas. Bien sabían que cuando se trataba del día miércoles, el ritmo le cambiaba. Más con estos contextos. Más cuando la hora se acercaba.

Al menos Oikawa estaba contento, eso no podían cambiarlo por nada.

x.x.x.x

Oikawa observó su celular por quinta vez consecutiva. Estaba sentado en una de las mesas, con el brazo encima de la madera y una mano en la barbilla. Se derretía. Nunca había visto las horas pasar con tanta rapidez y aún así, aletargado, se convenció de que el tiempo se había esfumado. Era casi hora del cierre. Se le cerró la garganta.

Usó uno de sus pies para marcar los segundos en un acto completamente inconsciente. Estuvo al pendiente todo el día, desde que llegó. Esta vez peinó su cabello, acomodó su mandil a la perfección y llegó con toda la disposición de atender a los clientes hasta que él llegara. Acabó sus deberes, limpió los vasos, barrió y rellenó los saleros.

Sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora