15 - In Your Arms

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Había terminado con la segunda lata de cerveza del día que colgaba de su mano floja. El aire le pasó encima de la piel como una sábana fresca. Estaba sentado en la cama con un brazo en la ventana abierta y la barbilla recostada en una de sus rodillas. Despreocupado, tenía la mente despejada gracias a los besos del alcohol. No podía decir que estaba borracho, pero se le había subido a la cabeza y sus mejillas estaban pintadas de rojo. ¿Habría otra visión más delatante que esa?

Apretó los labios. Había aprendido, por experiencias pasadas, a tener el celular prendido y cercano. Matsukawa se lo había dejado muy claro, justo después de su último encuentro con Iwaizumi en la calle. Aunque en realidad, se había acostumbrado al silencio. Se hallaba feliz consigo mismo y a pesar de que el pensamiento de Hajime no era tan lejano como quería, sabía que iba a poder sobrevivir. 

Iwaizumi. 

Pensar en su nombre le hacía pequeño el corazón y el estómago. Lo quería todavía, con todas las fibras de su corazón...pero no podía estar con alguien que no se quería a sí mismo. Vivir escondido, atrás de una fachada no era lo suyo. Prefería deshacerse de las raíces que le causó lidiar con una eternidad con una flor marchita.

Entrecerró los ojos, adormeciéndose con el sonido de la tarde apagándose para dar cabida a la noche. Su madre llevaba un par de días fuera para visitar a un familiar, así que la casa era toda para él pero no había hecho nada especial. Sonrió. Las cosas empezaban a acomodarse aunque no le gustara. Seguir adelante con su trabajo, la escuela y el resto de la vida era la mejor decisión que había tomado hasta ahora.

Sin embargo... tenía un hilo que le colgaba del alma, una necesidad que no dependía de él. Como el clamor de algo que sabía, era un presentimiento más grande. La esperanza de que Hajime volvería, que hablaría con la voz clara y despegada de nubes, de miedos...pero no dependía de él. Volvió a echar un suspiro hacia afuera, deseoso de que con eso se llevara toda su ansia. No podía esperarlo, era definitivo.

Bajó la mirada para darle otra vista a la calle que daba justo afuera de su ventana. Tenía la tranquilidad que todo estaba cerrado abajo, así que solo tenía que retirarse de su ventana para echarse a dormir como se debe, pero una sombras que se acercaba cada vez más llegó hasta los pies de la casa.

Al principio, estaba seguro que se trataba de algún turista perdido entre las calles que buscaba direcciones. Pero cuando descifro la figura, se congeló. Iwaizumi Hajime estaba parado ahí, mirándolo desde la calle con los brazos cruzados. No halló palabras en su repertorio inmediato para hablarle. Así que el visitante lo hizo primero. Era como si lo hubiera tenido preparado.

—¡Oikawa! ¡Déjame entrar!—

Oikawa parpadeó suficientes veces para limpiar la superficie de sus ojos que pudiera engañarlo. ¿Era de verdad él o quizás su mente había producido un espejismo, una representación de la esperanza que todavía le quedaba?

—¿Qué haces aquí?

Respondió a manera de reacción, palabras que no querían salir de su boca pero lo hicieron. Hajime se había cruzado de brazos. No traía su cámara consigo. Oikawa pensó que eso solo podía significar una cosa: no lo encontró por casualidad. Llegó a su casa porque sabía a dónde iba.

—¡Déjame entrar!

No necesitaba alzar la voz para que Oikawa lo escuchara y eso lo sabía bien. Aunque también sabía que Tooru no iba a tomárselo bien. El castaño dejó la lata que tenía en la mano cerca de la ventana y se asomó para gritarle.

—¿ESTÁS LOCO?

El grito alertó a un par de vecinos que se habían asomado por la ventana para ver la escena. Tooru se mordió una uña, escondiéndose de la vergüenza.

Sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora