06 - Circles

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Después de aquella tarde y a sorpresa de todas las personas que rodeaban a Oikawa, empezaron a mensajearse relativamente fácil y con bastante frecuencia. Cada que hacía un gesto de niño bobo, como a quien le tocan el corazón a mitad de la nada, sus compañeros estaban seguros de que se trataba del comensal estrella, Iwaizumi Hajime.

—Mira su cara.— Bokuto hizo el comentario desde el otro lado del restaurante. Se sostenía del trapeador con la barbilla bien puesta en la punta para no caerse. Ya con las puertas cerradas podían hablar con más libertad, aunque la limpieza final siempre costaba más. Bokuto continuó, luego de haber dado un espacio de aire para que Kuroo volteara a verlo. 

—La pregunta es, ¿vio un perrito o es un mensaje de Hajime?— Levantó uno de sus dedos para puntualizar su pregunta. Kuroo le respondió con un suspiro de frustración, como si la respuesta estuviera frente a ellos.

—Obviamente es Hajime. Mira su cara de idiota.

—Pero...¿has considerado que quizás es un perrito? Yo hago esas caras cada que Akaashi me manda un video de cachorritos.

—Haces esa cara todo el tiempo te manden un video de perritos o no.— Rió. Bokuto no se vio herido por su comentario. En realidad, tenía un buen punto.

—... La cosa es que no tienes forma de saberlo, Kuroo. 

Kuroo detuvo sus movimientos y enderezó la espalda. La manera en que estaba viendo a Bokuto equiparaba la idea que ya estaba en su mente. —¿Quieres apostar?—

Antes de continuar con su injustificada apuesta, la mirada de su gerente se puso detrás de ellos. Les ardió como una piedra incandescente sobre la piel fría. Se voltearon. Suga tenía los brazos cruzados y una sonrisa en el rostro. Esa combinación de factores nunca era bueno, se había molestado.

—Yo apuesto a que les patearé el trasero si no terminan de limpiar el piso.—

No hicieron ruido. Esperaron que la forma en que había pasado saliva por su garganta no alterara el humor de su gerente que estaba cada vez más erizado de los cabellos. Kuroo, que nunca había sido un chico prudente, carraspeó para señalar a Tooru que estaba sentado con el celular en la mano.

—¿Qué hay de Oikawa?—

Suga se cruzó de brazos y los observó con todavía más severidad. Se imaginaron el fuego brotando de sus ojos. La terrible faz de un hombre implacable que manejaba el restaurante a la perfección... se eliminó inmediatamente al ver a Oikawa reírse de algo que había visto en el celular.

—Déjenlo en paz.—

El frío viento de la indiferencia de su comentario se sintió sobre ellos y les congeló las expresiones. Kuroo y Bokuto se dieron por vencidos. Al menos eso había terminado por calmar la ira de su gerente que ahora ya iba camino a la cocina.  La amabilidad de Suga podría amansar su acostumbrada diligencia. Alzaron ambos hombros para despegarse de la idea de la apuesta todavía encima de sus mentes y  limpiaron el piso del restaurante sin molestar a Oikawa quien no había dejado de sonreír. 

A decir verdad, cualquier persona que lo viera podía decir que era interesante y entretenido ver cómo a Oikawa se le detenía el corazón cada que escuchaba la notificación en su celular. Sin tener que decirlo, le emocionaba darse cuenta que había empezado ese tipo de relación con el fotógrafo que visitaba el café. No llevaban más de una semana escribiéndose y ya era como si lo hubieran hecho toda la vida. 

Todo empezó como todo: de a poco. Con palabras cortas y frases que reflejaban su estado emocional, sus ganas de terminar con la escuela o algún sentimiento en particular; como el hambre que tenían o el sueño que estaba comenzando a dominar sus cuerpos a mitad de clase.

Sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora