{CAPÍTULO 18: PLANEANDO UN RESCATE}

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Después de la visita de Merary a Mérida, ella ha recapacitado sobre su actitud y concluyó que ninguna tuvo la culpa de lo que sucedió; sin embargo, que se le haya ocultado tal verdad no lo perdonará tan fácil.

Los santos aún ignoran que Athena fue secuestrada. Mérida ya se sentía mejor y decide salir de su habitación a pesar de las protestas de su tía; ha permanecido en reposo por varios días y esta aburrida. Solo caminará un poco por el vecindario y visitará a su amigo Ayumu.

Ya había anochecido, Mérida caminaba sola por la calle, se cuestionaba toda su vida y los miles de preguntas sin respuesta que tiene. Seguía sin entender por qué fue separada de su hermana, dónde estaban sus padres biológicos, qué ocurrió con ellos para que ninguno quisiera hacerse cargo de ellas, y ¿si habían fallecido? Eso justifica porqué las separaron, pero no la convence. La joven reflexionaba sobre todo eso hasta que casi choca con su amigo Albafica, ella está muy afectada por lo que sin querer ha descubierto.

— ¿estás bien? —cuestionó Albafica cuando estuvo frente a ella. Notó que estaba perdida en sus pensamientos y puso sus manos sobre los hombros de la chica. Lo único que le restaba a él era esperar una bofetada o insulto, pero solo hubo silencio.
—Eh —dijo al fin Mérida, pero apenas y le dio importancia a lo que él decía. Tampoco le importó que estuviera tan cerca de ella —, ¿por qué es tan complicada la vida?
—La vida no es complicada, a veces nos la complicamos nosotros —respondió el con tono sereno, aunque desconoce lo que le pasa a su amiga pero sé que nota que no la está pasando bien.
— ¿cómo te sientes? —volvió a preguntar Albafica, ella evadió su mirada, agachando la cabeza.
—Mérida —Albafica levantó con delicadeza su mentón buscaba sus ojos. Sé encontró que ella se esforzaba por no llorar —. ¿Qué tienes?
—Nada —respondió ella, se apartó de él y apoyo la espalda contra la pared —, es muy confusa mi vida —dijo con tristeza y miró al suelo cubierto de nieve.
—Si gustas contarme —Albafica se acercó a ella y se detuvo a su lado. Esperando una respuesta, ella lo meditó por unos segundos.
—No quiero ser una molestia —Mérida siguió mirando el suelo con desgano —, además soy grosera contigo y hasta te he abofeteado y aun así te preocupas por ¿mí?
—eres bastante agresiva y eso no se me olvida —dijo el resguardando sus manos en los bolsillos de su abrigo —, ¿me vas a decir lo que te aflige? Mira que hace frío y si no hablas me voy a ir.
—Mérida se cruzó de brazos y lo miró con el ceño fruncido —, no te pedí que vinieras. Eres tú el que ofreció su ayuda. Ya bastante tengo con mi tía, Tsubasa y su parloteo, de las mentiras y de cargar con una armadura que no pedí.

Mérida respiraba con dificultad, sus mejillas estaban enrojecidas y seguía esforzándose por no llorar; se aferraba a mantener su postura fría y sin sentimientos. Albafica se quedó en silencio, meditando en las palabras de ella.

—yo no sé tratar a las personas —dijo Mérida rompiendo el silencio incómodo que había —, no tengo idea de muchas cosas, mi vida la pasé en una isla, entrenando muy duro, lejos de mi padre y cuando por fin conseguí terminar, obtener mi premio —hizo una pausa para respirar una gran bocanada de aire gélido —, estuve ni un día con él, porque se murió.

Después de eso hubo más silencio. Albafica se quedó pasmado junto a ella, sabía que por el momento lo mejor era escuchar, además tampoco sabía que decir.
Mérida lo único que pedía era tener una familia, como toda adolescente y preocuparse por tonterías propias de la edad.

—Continúa —pidió amable Albafica, pero ella negó con un leve movimiento de cabeza —. Quiero ayudarte, ahora puedo estar rodeado de muchas personas sin lastimar a nadie. Si tan solo me dejaras.
—No sé qué te pase —respondió Mérida mirando a la barda del otro lado de la calle —, pero yo prefiero estar sola, me gusta.
—No sé a quién pretendes engañar con eso —continuó él, parecía molesto —, yo tengo que vivir solo y con el hecho de que si me acerco a otros acabarán muertos, no tengo amigos, excepto Manigoldo, pero es un caso perdido y Shion, que se hace el valiente.
—No sabía eso de ti —comentó ella apenada —, solo buscas protegerlos de ti. Desde que falleció papá ha sido un caos, vine a un lugar que no conozco ni entiendo. A veces pienso que hago más mal que bien, mi existencia debe ser el karma de alguien.
—Lo que te pasa no puede ser tan malo —Albafica trató de insistir en el tema para que ella se desahogara. Sentía que Mérida necesitaba hablar de todo lo que le ha pasado.
—No lo sé —dijo ella dubitativa, lo pensó un poco antes de suspirar con pesadez —. Antes de fallecer mi padre me confesó que me adoptaron, mamá falleció cuando yo era una niña, por si te lo preguntas —miró por el rabillo del ojo a Albafica, que seguía esperando que continuara su relato —. La otra noche, cuando volvía del baile, Rya y Crystal estaban hablando, y sin querer la escuché decir que Merary es mi hermana.

Esta última frase la dijo como un susurro, sabía que si alguien más se enteraba le traería problemas a ambas. Albafica no se inmutó o al menos eso parecía, no quiso agregar nada todavía.

—No dirás nada —dijo Mérida con seriedad, su tono de voz se sintió tenso. Albafica se encogió de hombros.
—A mí también me adoptaron —inquirió con un gesto serio y sereno —, la verdad no veo el problema, al contrario, tienes una hermana y en lugar de alejarla, debes conocerla más —ultimó a modo de regaño.
—Bien, lo haré —repuso ella todavía desconcertada por lo de Merary, aun no asimila que sean hermanas —, pero porqué me alejaron de ella.
—Eso sólo tú lo puedes averiguar —le respondió y luego le sonrió, ella lo miró con un poco de desconfianza.

Se quedaron así por un momento, ella le regresó la sonrisa, lo miró con detenimiento, analizando su rostro y se quedó embobada en el azul celeste de los ojos de Albafica, sintió que su corazón se aceleró tanto que escuchó sus latidos, sus manos empezaron a sudar. Albafica por su parte, en cuanto su mirada se posó en los orbes esmeralda de ella se olvidó del mundo y de todos los que en el habitan. Ninguno se percató de la mujer joven, de no más de treinta años y muy atractiva, su cabello blanco, poseía unos ojos de un azul profundo, como el océano.

—Mérida, una persona en el Inframundo puede responder parte de tus preguntas —dijo la bella mujer causando un sobresalto en Albafica y Mérida, que voltearon a verla con asombro —, mi nombre es Odette, pequeña mariposa, deja de volar en el mismo sitio.

Mérida y Albafica se miraron entre sí, todavía exaltados por la interrupción tan repentina de la mujer llamada Odette, que vestía un kimono color negro y estampado de flores de cerezo, en su mano derecha sostenía una larga vara de plata y les sonrió. Caminó pasando a un costado.

—Me pregunto por qué Freia aún no le ha dicho nada —dijo con voz baja, pero tanto Mérida y Albafica alcanzaron a escuchar, Odette siguió sin detenerse hasta que ambos jóvenes la perdieron de vista.

Mérida se quedó pensativa y Albafica permaneció en silencio, reflexionando en una forma de pedirle a Mérida que los acompañe al santuario.

Después de un rato de silencio, los copos de nieve empezaron a caer con suavidad y el frío se hizo más intenso, así que Albafica acompañó hasta la puerta de su casa a Mérida, quien ya se sentía más tranquila y ahora parece que tiene una posibilidad de encontrar las respuestas que busca. Se despidió de él con una sonrisa y se dirigió hacia su habitación.

Esa noche hubo una gran tormenta de nieve. Mérida pasó toda la noche dando vueltas en la cama, recordando la conversación con Albafica y también lo que Odette había dicho.

Al día siguiente después del desayuno, Mérida quiso caminar, así que se cubrió con un grueso suéter de lana, una bufanda y un gorro. Salió a caminar sin rumbo, buscaba despejar su mente.

En casa de Tsubasa, están reunidos Albafica, Degel y Manigoldo; planean una forma segura de llevar a Mérida con ellos hasta Grecia sin que los mate en el camino.

—Yo opino —dijo Manigoldo apoyando sus manos sobre la mesa —, que Albafica debe ser quien le diga.
—Te recuerdo que la misión es de los tres —intervino Albafica cruzándose de brazos.
—debemos ser sutiles —comentó Degel acariciando su mentón pensativo —, no queremos enfrentarnos a su mal carácter.
—Ya lo tengo —sonrió muy grande Manigoldo y sus ojos brillaron como si hubiera encontrado un tesoro —, es fácil, simple y práctico.
— ¿de qué hablas? —preguntó Albafica preocupado. Caminó hacia el guardián de cáncer que mantenía esa expresión.

Manigoldo le dio unas suaves palmadas en el hombro a su amigo, para después salir de la casa, dejando con la duda a sus compañeros y también bastante preocupados, ninguno imagina que estará tramando el italiano. Solo resta esperar que se digne en contarles.

Ese día, un poco más tarde Tsubasa llevó a casa de Rya a los santos y también a sus compañeras, allí las estaba esperando Freia y Hades con los jueces; la intención de reunirse era para informar a los santos sobre la situación de Athena.

Una vez que se saludaron y los chicos estuvieron cómodos, Freia intentó dar la noticia con sutileza, pero Hades no ayudó mucho.

— ¡¿cuándo pretendía decirnos?! —farfulló un muy enojado Manigoldo, poniéndose de pie y con una vena saltándole en la frente.
—En el santuario hay soldados y caballeros de bronce, plata y oro —respiró profundo Degel, evitando exaltarse como su compañero. Aunque la sangre le hervía —, ¿cómo un solo individuo se ha llevado a Athena?
—La mayoría son aspirantes —dijo Albafica con los brazos cruzados y un gesto serio —, ¿de verdad esperabas que unos aprendices protegieran a Athena?
— ¡vamos por ella! —Exigió Manigoldo que era una mezcla de ira, frustración e imprudencia —, ¿qué esperan? ¿Una invitación escrita?
—Entiendo lo que sienten —intervino Freia manteniéndose en calma —, pero, para mi desgracia no sabemos a dónde la ha llevado, solo que pide el cofre a cambio de Sasha.
—no lo tenemos —comentó Albafica preocupado, mil ideas de cómo puede estar sufriendo Sasha le vinieron a la mente.
—Eso representa un grave problema para todos —opinó Hades que se había mantenido al margen —, más para Athena.

La tensión subía en la casa, así como sube la presión de un gas al estar en un contenedor sellado cuando es puesto sobre una llama, en cualquier momento puede explotar con nefastas consecuencias. Justo en ese momento llegó Mérida acompañada por su amiga Viola, ellas venían muy alegres.

— ¡tía, ya volví! —anunció Mérida cuando cerró la puerta. Ambas dejaron su calzado en la puerta y ella colgó el abrigo de su amiga en el perchero.

Se dirigieron hacia la sala, donde la pequeña reunión se estaba llevando a cabo. Al entrar notó la cara de funeral que tenían todos.

— ¿ya casi terminan? —Preguntó Mérida, ajena a todo lo que estaba pasando hace unos instantes —, que les pasa, ¿se murió alguien?
— ¡no lo digas ni de broma! —gritó Manigoldo desesperado, con los ojos vidriosos.
—Bien, lo siento —se disculpó Mérida —, pero donde me vuelvas a gritar, meteré ése perchero por....
—traeré un poco de té —interrumpió Rya a Mérida y la llevo con ella a la cocina y Viola las ayudó.

Se formó un silencio en la sala, Manigoldo tomó asiento y todos se mantuvieron en calma. Tsubasa, Sam e Irene solo observaron la situación. Rya puso al tanto a Mérida de lo que ocurría y apeló a su prudencia.
Ellas volvieron y sirvieron té a todos los presentes. Mérida se sentó en la alfombra y junto a ella Viola en torno a la mesa de centro.
El silencio era tan abrumador y desesperante que Mérida no lo soportó más.

— ¿tienen un plan? —preguntó Mérida mirando a los santos que estaban absortos en sus pensamientos.
—No todavía —respondió Hades dejando su taza de té en la mesa de centro —, desconocemos el lugar en el que está Athena.

— ¿saben quién la secuestró? —se atrevió a cuestionar con timidez Viola.
—nosotros no —respondió Manigoldo dejando de golpe la taza sobre la mesa. Causó un sobresalto a Degel que aún seguía en shock y Albafica bufó molesto.
—Me temo que pronto lo volveremos a ver —dijo Freia y se dispuso a dar un sorbo a su té, para después continuar —, es un ser de oscuridad y no tiene remordimiento alguno, solo busca destruir. Para encontrar a Sasha, hay que buscar en todo Yggdrasil.
—Otro —chilló Mérida. Freia la miró un poco sorprendida y Viola escupió su trago de té, mientras su amiga le daba suaves palmadas en la espalda para que se calmara.
— ¿cómo que otro? —preguntó Rya con tono autoritario, su frente tenía tantas arrugas y frunció tanto las cejas que las mismas se rozaban —. Me debes una muy convincente explicación.
—Lo mismo digo —secundó Freia dejando en la mesa su taza y entrelazo sus manos sobre sus piernas. Mérida curvó sus labios en una sonrisa inocente.
—No lo sé —replicó Mérida encogiéndose de hombros —. Si les cuento, mi tía me castigará por el resto de mi vida y quizá, hasta para las siguientes —comentó la joven. Le dedicó una mirada a la mencionada, quien solo negó.
—no me hagas quedar como la mala, Mérida —dijo Rya cruzándose de brazos, Mérida desvío la mirada avergonzada —. Supongo que tiene que ver con la espada que he guardado.
—Si —afirmó Mérida sin atreverse a ver el rostro de su tía —. No sabía quién era, hasta que lo investigue en internet. En fin, es complicado de explicar.

Todos los presentes la miraron, esperaban que iniciara a relatar la peculiar historia de la espada. Mérida cerró los ojos, creyó que con eso las miradas acusadoras de Freia y su tía se desvanecerían. Dejó escapar un suspiro y se sentó lo más cómoda que pudo.

Habló de lo que ocurrió la noche del baile sin saltarse ningún detalle, omitió la conversación que Rya y Crystal tuvieron, la cual escuchó sin querer. Freia y Rya intercambiaban miradas de asombro y una que otra de resentimiento a Hades porque no les había dicho nada.

Se desató un pequeño desacuerdo entre Freia y Hades, por el hecho de que no le compartió ese crucial evento. Los santos también los acusaron de no haberlos informado antes de la situación de Athena, ya que todos hablaban al mismo tiempo y el lugar parecía un bazar; Mérida no soporta este tipo de alborotos y su paciencia es muy poca, bastante fastidiada por la infantil actitud de todos decide hacer algo al respecto.

— ¡se pueden callar todos! —gritó Mérida parada sobre la mesa. Eso llamó la atención de los presentes y también el hecho de que sintieron arder su cosmos —. Ahora que los niños se han calmado, me pueden decir quién secuestró a Athena.
—Se presentó como Malekith —Hades tomó su lugar en la pequeña sala. No despegó la vista ni un momento de la chica de cabello negro que seguía sobre la mesa —. Es un individuo sin ningún respeto y también tiene una fuerza sobrehumana.
—Bien, ahora que ya sabemos quién es —Mérida entrelazó sus manos en su espalda y humedeció sus labios —, es más fácil indagar en dónde está.
—Creo saber en dónde —comunicó Viola temerosa por la reacción de los presentes —, es un elfo oscuro y solo viven en un lugar del Yggdrasil —hizo una pequeña pausa para respirar —; Svartálfahiem.


Mérida pidió a Rya traer la espada, ahora luce más pequeña —de un tamañonormal, para un humano —, lo que decepcionó a la joven morena. Violainspeccionó con sumo cuidado y detenimiento la espada, concluyó que se trata deCrepúsculo; dicha espada perteneció a Surtur, tiene la capacidad de abrirportales hacia los otros reinos y, en su momento sería usada para desatar elRagnarök.

Ellos continuaron reunidos hasta ya entrada la noche, eligieron quienes iríanpor Athena, fue una difícil decisión; los que se embarcan en esta proeza son:Degel, Albafica, Irene, Minos y Mérida. Ultimaron detalles y se acordó quepartirían al amanecer.

Será una larga noche para todos y una vez que saben dónde encontrarán a Athenaya no quieren esperar más.

y tú, ¿has sentido el poder del cosmos?

Saint Seiya: Encontrarte  {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora