♙32.

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El frío de la ciudad hacia que todos se mantuvieran utilizando abrigos para mantenerse resguardados del clima. El diluvio parecía haberse calmado, sin embargo, una llovizna todavía caía por toda la ciudad, muy suave y con ventisca.


—Hayley, cariño, ¿no quieres un poco de chocolate caliente? –la dulce anciana pregunta desde el narco que divide la cocina de la sala.


—No gracias, Dina –responde, mirando la pantalla de su teléfono que mostraba un mensaje de Freya.


Freya Mikaelson; 

Tienes que ser parte de esto, lo siento, Hayley. 12:35p.m.


Rueda los ojos pensando en responderle de la manera más arisca y preguntarle de que diablos esta hablando, pero se detiene, porque su cuerpo entero se contrae al respirar una bocanada de aire y una melodía empieza a reproducirse en su cabeza por una breve fracción de segundo. Tan rápida y efímera que le quema todo el ser.


La anciana asiente, mirando a Aisha. — ¿Y tu cariño? ¿Quieres un poco de chocolate caliente?


Aisha gira la cabeza de la televisión lo más rápido que puede. Las ojeras bajo de sus ojos son notables por el color púrpura que sobresale, su nariz está roja junto con sus mejillas y luce tan cansada como su hubiese corrido un maratón.


— ¿Chocolate caliente? –inquiere con un morrito de confusión, asomándose desde la cueva de sábanas en la que está metida–. ¿Qué es eso?


—Ven acá y descúbrelo –Dina le hace un ademan, sirviendo un poco de la bebida en una taza.


 Se para de su lugar tambaleándose un poco por su desequilibrio tratando de no tocar las piernas de Hayley cuando pasa por su lado, al mismo tiempo en que se acerca con cuidado de no caerse hacia la anciana, Klaus baja las escaleras que llevan a la planta alta y la hibrida que en ningún momento la había dejado de ver aparta la mirada de su figura. Era medio día y hacia exactamente dos días habían llegado a la ciudad, invadiendo el hogar de Dina, una pobre anciana que vivía sola en una casa -lo suficientemente grande para tenerlos residiendo ahí los próximos días- en uno de los vecindarios más tranquilos de Portland.


—Voy a salir –explica acomodándose la chaqueta–. La lluvia esta amena, tengo que aprovechar.


Hayley alza sus ojos de su hija, a quien repentinamente está viendo jugar con uno de sus peluches en la alfombra, para observar al rubio. La necesidad que nace en su estómago la hace reir.


—Quiero ir contigo –le dice rápidamente, sin ser consiente realmente de lo que decía.


Klaus alza una ceja. — ¿Quieres salir después de estar dos días encerrada? –pregunta con burla en su voz, puesto que la híbrida parecía tener pánico al salir a la calle–. Por supuesto que no. Tú vas a quedarte aquí, con nuestra hija y Aisha, como lo has estado haciendo hasta ahora.

GHOST ➳ The Originals.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora