❝- ¿Por qué hiciste eso? Pudiste lastimarte o romperte un hueso.
La oji-azul hace morritos con su boca antes de contestar.
-Tu dijiste que era un ángel. Y yo quería volar.❞
La primera parte de la canción había em...
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—Por favor, toma asiento –la mujer señala la silla delante de la mesa con una sonrisa, observaba atenta a la castaña que había visto sentarse media hora atrás en la fuente del jardín principal–. Cuando te vi irte con su esposo pensé que no iban a adoptar.
Se deja caer en la silla mientras aprietan su teléfono con fuerza en su mano derecha sintiendo un sabor amargo en su boca. Le costaba un poco enfocar la mirada porque sus ojos ardían como si hubiera estado dormida todo un año.
—Él no era mi esposo, sólo es el padre de mi hija –hace una mueca de asco–. Un placer verla de nuevo, madre Rose.
—Lo mismo digo, Hayley –sonríe más grande.
Se sorprende. — ¿Usted me reconoce?
—Por supuesto, te he dicho que jamás olvidaría tu cara. Te cuide desde que naciste hasta los seis años
Chasquea la lengua con pereza, cruzándose de brazos. —Sí, bueno, ahora tengo veintitrés años y una hija de un año.
—Me alegro por ti, siempre quisiste tener hijos –su tono es honesto-. Pero ¿En qué te puedo ayudar, Hayley? He de suponer que no vienes a adoptar o a tener una visita de reencuentro como me hiciste creer la última vez –cruza las manos sobre el escritorio–.Tu siempre has odiado ese lugar, incluso cuando tenías seis años.
—Y no se equivoca, no estoy aquí por ninguna de esas dos cosas. Vengo porque, quizás esto suene loco para usted, antes, cuando me vio en la fuente no era yo –baja la vista, intentando recordar cómo es que había llevado a Klaus hasta aquel orfanato, todo estaba en blanco en su cabeza. La verdad era que no recordaba nada de cómo había salido de casa y había terminado en medio de la nada. Su último recuerdo era cuando Dina le había ofrecido chocolate caliente.
— ¿Y si no eras tú como es que estas aquí, hija?
Mira el teléfono en su mano, picando el botón para que la pantalla se ilumine. Recordando cuando había sonado el timbre que anunciaba un mensaje y ella había vuelto a ser la misma con una sensación de calidez en su estómago. Sabía que le habían hecho un hechizo para, de alguna forma, despertarla.
