Chapter one.

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La cantidad de ruido de esa residencia no soportaría toda la noche.

Habían jóvenes por todos lados, en una fiesta de esa magnitud y a tales horas de la madrugada todos los chicos estaban adormilados por las drogas consumidas o eran un polvo que sólo hacia falta soplar para que se expandiera por los pasillos de la casa de el chico anfitrión. Mujeres en ropa interior circulaban por el recinto cómo si fuera normal vestir así al frente de jóvenes borrachos y drogados, recibían denigraciones y ellas no protestaban en absoluto, todo era como una fiesta alocada en Londres. Para el joven de quince años Reece Pheeps esas fiestas eran ilógicas, pero había asistido a ella por razones aún más ilógicas, pero qué sabía él sobre lo que pasaría esa noche, qué sabía él que se emborracharía y sería él el que terminaría en un pequeño pueblo sin ganas de vivir y alejado de su familia y amigos. Qué iba a saber que esa noche arruinaría su vida.

Horas antes.

"— Vamos, Carlie, haz lo que sabes."—gritó el muchacho rubio a la chica en ropa interior que desfilaba en frente de él.

La chica lo llevó a una habitación oscura, y le desfiló más, pero en privado. Los dos chicos terminaron por sacarse la ropa, estaban más que borrachos, no hicieron nada. Sólo se recostaron dos cuerpos, desnudos, en una misma cama para pasar lo poco que quedaba de madrugada.

7:00 A.M

La chica que estaba recostada en esa cama al lado de el muchacho no recordaba nada, tenía una jaqueca inmensa y su cabeza parecía como si fuera a explotar. Miró al chico a su lado, se asustó, se vio desnuda y pensó en un rápido pero mal plan. No quería arruinar su habitación, no quería que la llamaran zorra por acostarse con ese chico que no conocía, no quería que su reputación se volviera una razón para arruinarle la vida. Así que decidió arreglar su vida echando a perder la de el pobre muchacho.

Se vistió rápidamente, miró una última vez al chico, lamentando todo, pero sin cambios en su decisión, sin ninguna gota de arrepentimiento.

Se dirigió corriendo a la comisaría más cercana, fingió estar asustada y su maquillaje corrido ayudó en la mentira.

"— Me han violado."—lloriqueó—."No recuerdo nada de anoche pero fue un chico en una fiesta."

Qué vil mentira. Una persona más en el mundo rellena de desconsideración, insensibilidad y descorazonada, qué carajo tenía en su maldita cabeza, arruinó la vida de un joven para ocultar la realidad, la realidad de que sí es una zorra.

Semanas de búsqueda y no encontraron al chico, Reece parecía confundido, pero la chica no lo estaba. La policía aseguró que ella tenía que recordar algo, y cuándo siguió mintiendo, siguió arruinando las cosas, siguió jodiendole la vida a ese joven. Y provocó el comienzo de esta historia. Algo tienen que agradecer de tanta desgracia junta.
Los padres del joven cuando se enteraron de la mentira de la cuál su chico estaba siendo acusado, lo entregaron aún así, y el chico pasó meses en un reformatorio de menores. Salió por buen comportamiento, pero fue exiliado de sus raíces familiares y desheredado por éstos. Le dieron un apartamento en Castle Combe, un pueblo alejado de Londres en el cual tendría que formar una vida nueva y solo, por una mentira que tanto él como esa perra estaban conscientes de que había jodido todo.

Es increíble como las acciones de las personas logran ese tipo de efectos en su vida, imaginen si no hubiera pasado ese acontecimiento, si Reece Pheeps sólo hubiera decidido quedarse viendo películas en su casa, él no viviría en Castle Combe, y tampoco habría conocido a Michelle, esa chica que decidió abrir el libro sobre él. Algunas veces las personas toman malas decisiones, y luego se arrepienten de ellas, por que provocan hechos en otras personas, alteran resultados en su vida, para bien o para mal. Qué frustrante pensar en que tu vida se arruine sólo por una estúpida decisión mal tomada. Qué mal por Reece.

Eso es exactamente lo que suelen decir. "Lástima", "Lamento lo del chico". Pero nadie piensa en que esas palabras no lo reconfortan en absoluto, sólo le ayudan a recordar los momentos que lo llevaron a esa instancia, en la que lamenta vivir por que considera que su vida dejó de valer desde esa noche, en la que le arrebataron el alma para dejar un cuerpo con huesos, músculos y piel, pero sin corazón. Hay personas malas en el mundo, personas perversas que sólo piensan en ellos, que sólo quieren hacer de su vida una mejor sin importar qué les suceda al resto del mundo, enemigos de la empatía, descorazonados. Qué seres humanos más despreciables. Qué ignorancia les abunda en sus vidas, por qué son tan antipáticos, tan desagradables, por qué una vida tan maravilloda como la de Reece Pheeps tiene que sufrir las consecuencias. ¿Qué culpa tiene él de que el mundo se esté constituyendo de esta manera?.

No, Reece no tiene la culpa, el mundo sí la tiene, por darle tan pocas oportunidades. Pero él era Reece Pheeps, de esos chicos hechos igual de dedicados que las tazas de café que preparaba todas las mañanas, durante toda la semana, todos los años, en el café Toxic, Castle Combe, Inglaterra.

toxic. » reece bibbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora