Chapter four.

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Reece Pheeps era un joven que envés de tenerle miedo a payasos o a demonios, le tenía miedo a la gente. Sólo la gente es capaz de hacer lo que hacen, sólo la gente es capaz de dañar la cabeza y corazón de una persona, sólo el mundo sabe lo que quiere hacer con ese muchacho, y realmente no es nada lindo pensar en lo mal que el mundo lo trata. Para Reece todo lo que tenga que ver con la sociedad le intimida, él es muy reservado y no se dedica a socializar, al contrario, él sólo admira, y así es como aprende. Esa noche del café con la chica rubia sólo fue sarcástico y desagradable, los días de el chico eran deprimentes, pero justamente ese fue —como ya saben— mucho más de lo normal. Es por una simple decisión mal tomada que Reece estaba allí, viviendo de esa manera. Y es así, gracias a ese error que jamás cometió, que Reece Pheeps sabe más que cualquiera sobre la vida.

Una mañana más como cualquiera, Reece se levantó con un poco de ánimo, se miró al espejo y miró sus ojeras, vio su cara, y pensó en lo horrible que se veía, en lo destrozado y vulnerable que demostraba ser, pero él creía que no podía cambiar eso, y es así como una vez más salió de su casa sin siquiera darse un retoque para marcar diferencia. Se dirigió a una perrera, iba a adoptar una mascota. Para el muchacho era una opción muy buena, ya que quizás esa mascota le subiera un poco el ánimo, quizás para él podría ser una fuente de felicidad temporal. Un futuro instantáneo. Lo llamó Henry, era un siberiano cachorro. A Reece le gustaban esos perros, la mayoría tenía heterocromía* y se le hacía lindo ver sus ojos y pensar en lo diferente que era de los demás. Para el joven ser diferente era una manera más de llamarlo único, era una forma especial de decir que la manera de ser de una persona era únicamente de ésta, demostrando así originalidad y mucho carisma. Reece amaba las personas carismáticas, él solía serlo en Londres.

Durante todas las tardes de las semanas siguientes, las chicas que sentían atracción secreta a Reece iban a tomar un café que él mismo les servía, y ellas se lo tomaban encantadas. Reece cuidaba Henry y salía a trotar en las mañanas para así aprovechar también de pasearlo. Reece se sentía mejor, y no tenía idea de qué le había provocado ese sentimiento tan lejano, ese recuerdo que vivió hace unos años atrás, y que se esfumó gracias a esa chica.

Reece entendió enseguida a qué se debía su repentino ánimo. El chico había dejado de pensar. Había despejado su mente en un sueño despierto, en el que no recordaba nada sobre Londres, no sabía quién era esa Michelle y él estaba centrado en lo que haría su día a día, pero la mentalidad de Reece es más negatividad que buenos pensamientos. Aveces el mundo les exige a este tipo de personas que no vivan de esa manera, pero la costumbre hace que las personas se acostumbren a ese tipo de día a día, tan oscuro y solitario, el día a día para Reece Pheeps se volvía uno más oscuro cada vez que respiraba. Pero habían ocho minutos en un lapso de la noche en el que no todo era tan malo.

La chica, la chica comenzó a frecuentar el Toxic todas las noches, cuándo Reece estaba somnoliento, cuándo el chico sólo quería irse a su apartamento a ver a su cachorro y dormir con él. La chica llegaba todas las noches para pedir lo mismo siempre, un café normal, la chica jugueteaba cada noche con la servilleta del café, mientras Reece disfrutaba de su compañía, pero como siempre, en silencio. La chica realmente se veía hermosa cada noche, parecía llevar esa máscara de pestañas diferente a las demás y el mismo bolso de marca. Cada día llevaba su dorada cabellera suelta, luciendo así hermosa, pero es cuándo abría la boca, que al muchacho dejaba de agradarle la chica.Ella siempre intentaba conocer al chico, ¿Acaso no se daba cuenta de que Reece no sentía ningún interés?.

Pero fue diferente una noche. La chica llegó al café al dar la media noche, como lo hacía siempre. Pero esta vez era ella quién no quería nada más que el café, era ella quién estaba cansada del mundo. Era esa chica, en ese momento, que fue exactamente igual a Reece Pheeps. Una versión femenina de colapso y de un corazón reservado. Una versión Reece en el cuerpo de una pequeña chica.

Reece decidió no hablar, le dio su café y la chica esta vez no jugueteaba con la servilleta, no descargaba su ansiedad por el café con el deslizamiento de sus dedos, ella no hacía nada más que mirar el mesón con los ojos abiertos como platos, Reece ordenaba sus cosas para irse, cuándo miró a la chica, que también estaba disponiéndose para marcharse, cuándo fue Reece el que intercambió una palabra con ella, sin sarcasmo, y sin ganas de desagradar.

—Mi nombre es Reece. —saludó.

Y ese muchacho también tenía el poder de provocar sonrisas en las personas, por que entre las luces que les brindaba el Toxic, la chica sonrió.

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Heterocromía: La heterocromía es una anomalía de los ojos en la que los iris son de diferente color, total o parcialmente. La diferencia en el color puede ser completa o parcial.

toxic. » reece bibbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora