Chapter two.

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Una de esas mañanas, el chico se levantó de su cama más temprano de las nueve, se decidió por vestirse y salir a correr en la mañana, acompañado por su móvil y un par de audífonos, y obviamente buena música. Iba al ritmo de la música que escuchaba, era una mañana diferente, y el chico con linda sonrisa se preguntó mientras corría; ¿Qué son las vidas de los demás?.

La suya de por sí ya había sido bastante dura, la vida a él le había dado muy duro, pero las vidas de los demás quizás fueran igual o peor de trágicas. Esa mañana caminó por el pueblo entero, no se preocupó por la hora, el sabe la posición del sol y la cantidad de personas que recorren las calles cuando tiene que entrar al trabajo, pero él admiró esa vista por unos instantes. Niños pequeños corriendo por todo el pueblo llenos de felicidad mañaneras, sus madres, encantadas de la hermosa vista de un bello amanecer, y de la vida que viven, lástima que éste chico sea la única mancha gris en esos colores fuertes que animan el mundo para seguir siendo todos los días ese mundo que mucha gente admira, y que otros la verdad, sólo lo toman como una manera más de seguir en su vida.

El chico trotaba mientras la música sonaba, se sentía mal, sentía que la vida no tenía sentido para él, que no quería seguir pensando en el pasado, pero aún así no recordaba la última vez que había sonreído, o que una persona lo haya hecho sonreír, el chico realmente sólo era una manera más de decir tristeza, un sinónimo de ese concepto, y a Reece no le gustaba eso, pero como se podía ser feliz con una vida similar a la suya. Su vida nunca había sido una totalmente feliz, cuando pequeño lo molestaban por sus dientes, nunca se consideró atractivo y no quería más con su vida, a los trece años quiso irse de la cuidad con su hermano pequeño, pero este le tendió una trampa para que, como solía ser, se fuera castigado por semanas, sin poder salir de su casa al llegar de la escuela. A Reece no le gustaba recordar ese tipo de cosas, él quería formar una vida nueva en Castle Combe, pero era difícil, realmente difícil. Y al rubio chico no le gustaban las cosas difíciles, no tenía la mente siquiera para empezarlas.

Cuando llegó de su trote mañanero, se sintió más desanimado de lo normal, el trote no había ayudado en nada, o eso es lo que quiso pensar.

Esa mañana, muchas chicas de la edad de Reece se sintieron atraídas por el joven muchacho que nunca en sus vidas habían visto. Quisieron acercarse a hablarle, realmente el chico tenía un lindo físico y era bastante atractivo, pero se veía desanimado, todas las muchachas decidieron no parar su marcha, no irrumpir en su vida, no tomarlo en cuenta. Esas chicas desearon a Reece, esas chicas creyeron que sería un chico mayor, —como todos piensan— y que debería haber terminado con su novia. Todas hicieron suposiciones sobre su vida, y decidieron no intervenir en ella, logrando en ese atractivo joven una mañana más deprimente, haciéndole pensar que su vida vale menos por que es invisible en la sociedad, pensando que debería comer pintura amarilla para poder brillar.

Es increíble como decidimos no entrar en la vida de las demás personas, es jodidamente increíble cómo podemos cambiar el estado de ánimo de alguien con tan sólo decirle lo bien que crees que se ve. Cómo podemos evitar que esas personas caigan en vicios como el alcohol y las drogas acercándonos y diciéndoles cosas buenas, no para que su ego crezca, sólo para hacerlos sentir mejor. En el mundo, hay chicos como Reece Pheeps, que desean a gritos una fuente de felicidad, pero la decepción que tienen de ellos mismos les evita intentarlo, pero los buenos siempre ganan, y en todo ese pequeño pueblo, sólo Reece sabe qué está pasando en él. Él es sólo un chico triste, un desafío, y necesita a una chica que ame los desafíos, para que así también pueda amarlo a él.

Reece llegó a su apartamento esa mañana decepcionado de seguir siendo esa mancha gris paulatina, esa mancha que aumenta cada vez más, pensando que realmente no llama la atención de nadie en ese pueblo. Pero cómo decirle que realmente está equivocado, cómo entrar en él, y explicarle que es atractivo, que es brillante y maravilloso, si sólo quiere encerrarse en el café Toxic y observar a las personas que se hacen ideas erróneas a él simplemente por que el joven espera que su deseo se cumpla. Él se equivoca, pero equivocarse es humano, y también el aprender. Pero Reece no puede aprender nada, ya que no hay nadie quién quiera enseñarle.

Durante ese mismo día de decepción en el joven, el mismo grupo de chicas entraron en el café y vieron al chico atendiendo a clientes y haciendo cafés. Ellas se emocionaron por saber dónde encontrar todas las tardes al chico. Pero otra vez, ellas no dijeron nada, otra vez, Reece no vio interés en su existencia. Otra vez, el mundo lo llenaba de injusticias.

Una última vez, en la que él se atrevía a decir que quisiera morir. Y ese grupo de chicas no decide por enterarse de eso.

toxic. » reece bibbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora