Chapter fourteen

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Reece se sentó en su cama, miró a su perro y le acarició el pelaje.

Podría comenzar todo de nuevo. 

Henry, era un pequeño lobo, era un bello animal y Reece lo cuidaría más que a sí mismo, Reece ya había comenzado. 

Era bastante duro pensar en que no vería a Rachel esa noche, él admitiría consigo mismo que le gustaría volver en el tiempo y soñar a Rachel un millón de veces, para así repasar, sabiendo que todo eso iba a acabar, cada palabra que le dijo, cada momento bello que ella apreció con él, y saber plasmarlo en la vida de una chica totalmente real, una vida diferente a esa presencia, y que él puede amarla más que eso, más que a un sueño, pero en ese sueño, dos corazones se aferraron para luego volver a una realidad totalmente distintas.

Realmente era algo así, cuándo una persona se aferra algo, esta cosa lo lleva a otro mundo, le hace ver una realidad diferente, por poca o mucha diversidad que tengan estas dos realidades, haciéndole saber al individuo que al aferrarse a eso, habrán cambios, y esos cambios harán un quiebre en lo normal de esa persona, para hacerla cambiar de una manera que hará que esa persona en sí tenga una perspectiva diferente sobre el mundo y de él mismo al momento de volver a esa realidad que era normal antes de que ese algo llegara a su vida, y luego pensar que es una bazofia sin explicación alguna del por qué se permitía vivir así, tan absurdamente. Es diferente, como si fueran tierras diferentes, espacios diferentes, como si hubiera un todo, pero ese todo está dividido en lo racional y lo no racional. Y quizás el mundo dejó de ser racional en el momento en que el cincuenta por ciento del mundo optó por volverse crueles y descorazonados, o quizás somos los necesitados de una racionalidad constituida por lo que se considera correcto. Pero nadie lo sabe, y menos Reece Pheeps. 

Pero el mundo siempre cree que los chicos jóvenes son demasiado eso, jóvenes, para saber sobre qué es un para siempre, y no saben nada, por que seguramente se sorprenderían de saber cuándo es capaz de amar un joven de diecinueve años a una chica irreal, y cómo estarían celosos de esa capacidad. Amar para Reece era una palabra que, irónicamente, hace menos de veinticuatro horas no tenía sentido, pero él despertó con esa sensación en los labios de que si él fue capaz de hacerlo en otro lugar de su subconsciente, también podría hacerlo ahí, en el mundo real. El amor de Reece por el pensamiento propio de la vida ficticia que tuvo en ese plazo de ocho horas se convirtió en algo fuerte, y que desde esos mismos instantes se volvería en su nuevo estilo de vida, realmente para él no sería fácil cambiar, su vida daría un revuelco inmenso, pero ese Reece que fue algo así como un novio de una chica tan fantástica como Rachel, en algún momento tuvo que cambiar. Reece no tenía idea cuál fue el momento exacto donde su vida cambió tanto, y su personalidad también, pero prefiere no saberlo.

No debe saber el pasado para saber avanzar.

Y es que hacían los labios de Rachel, sus bellas facciones, su irreductibilidad, la que logró ser el arma que convenció a Reece, él necesitaba a alguien como Rachel, y realmente la sigue necesitando, pero él antes no estaba dispuesto a aceptar semejante estupidez, y entonces Reece se dio cuenta de que el dejó que todo eso terminara. 

Él no trató de hacer que Rachel se quedara esa noche cuándo se fue. Él dejó que ella se fuera, como si fuera una secuencia, como si eso era exactamente lo que debía pasar, como si Reece tuviera que dar el punto final a todo, pero sin siquiera enterarse de lo que estaba pasando, cómo si fuera su deber terminar lo que empezó, pero Reece no comenzó nada, él lo deseó. 

Inconscientemente, él deseaba vivir una realidad como la que vivió al lado de Rachel esa serie de medias noches, y ella no podía llegar al Toxic sin tomarse su café y jugar con esa servilleta, por que eran gestos de una chica que a Reece le gustaban, ella era perfecta para él, y eso la hace imposible del modo más real posible. Y es lo que la hace ficticia, lo que  a Reece lo detuvo por dar fin a esa historia que su corazón decidió escribir, y cuando llegó la hora, el Reece del sueño como el Reece real estaban listos para entrar en ese mundo en el que una cruel verdad había intervenido en la vida de un bello joven para arrasar con toda su autoestima, autoestima que se armó como lego's en la presencia de una rubia chica, una tóxica y venenosa pintura amarilla. 

Y su nombre era Rachel, y realmente fue un placer conocerla, ficticiamente. 

toxic. » reece bibbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora