Estábamos en el aeropuerto, Diana cada ciertos minutos volvía a repetir:
- ¿Vamos a Venecia? -Yo sonreía y asentía con palabras o con un movimiento de cabeza, ver su ansiedad era reconfortante.
- ¿Estás segura que estarás bien? Este último tiempo no has estado muy bien de salud
- Sólo ha sido cansancio.
Quería preguntar ¿Dónde has estado, con quién y qué has estado haciendo? La imaginación es el peor enemigo del ser humano. Sin embargo, tenía claro que perdí ese derecho, y tenía que conformarme, tenía que resignarme que por ahora no éramos nada, por más que todos creyeran que sí.
- Me siento agobiada con esto de que la gente te ubique, ya no quiero tomarme más fotos ¿Cuál es la puñetera idea de sacarte una selfie si no me conocen en verdad? Nos sacan fotos juntos y la verdad es que ni siquiera lo estamos, es como cuando Matilda de The Profesional, planta la espatifilo en el exterior, siendo que es de interior y ni siquiera podía soportar el sol directo porque se queman sus hojas, podía sonar muy poético, pero León no iba a echar raíces, esa plantita iba a morir, siento que así es esto, y me siento una mentirosa.
- Pues hagámoslo real, vuelve conmigo. -Dije sin titubear.
- Otra vez con eso, lo mismo hiciste en el parque, deja de acorralarme. -Una voz en los parlantes anuncian nuestro vuelo. -Es hora ¡buon viaggio il mio amore!
- ¡buon viaggio la mia principessa!
El viaje en avión, sus escalas, y la llegada al hotel el primer día pasó en un abrir y cerrar de ojos, la primera noche sólo llegamos a descansar, para adaptarnos al huso horario. Al día siguiente, caminamos por los estrechos pasillos de Italia, pasamos por los mercados coloridos donde ofrecían verduras, quesos, semillas y artesanías. Los hombres volteaban a ver a Diana, y le decían: ¡bella donna!
- La belladona es una flor venenosa que provoca alucinaciones -Dije frunciendo el ceño y mirándola de reojo. -No saben hacer piropos estos italianos.
- No, ellos dijeron "bella-donna", en realidad están diciendo que soy una mujer atractiva.
- ¿No deberías denunciarlos por acoso, o algo? -Diana tomó mi mano.
- ¿Vamos a desayunar? -Me miró directo a los ojos, el corazón se me detuvo por completo, debí parecer un imbécil sin poder hablar, habían pasado tantos años a su lado y ahora Diana volvía a congelarme con una mirada.
Fuimos a un hermoso café cubierto por pequeños arbustos, frente a uno de los canales, Diana pidió un esspreso y un croissant con mermelada, yo pedí un emparedado de miga y un cappuccino, afirmé mi codo sobre la mesa, y mi cara sobre la palma de mi mano y me quedé mirando mientras comía, hasta que levantó la vista y toda la sangre que tenía en su cuerpo pareció posarse sobre sus mejillas.
- ¿Qué pasa? -Preguntó algo avergonzada.
- Te amo, y eres una bella donna.
- ¿Soy venenosa eh?
- Me haces alucinar. -Abrió la boca para decir algo, pero en vez de hablar le dio un bocado a mi emparedado, y se echó a reír.
Salimos de ahí tomados de la mano, caminamos por esos pasajes, besándonos furtivamente en las esquinas, con su pelo al viento y su hermoso vestido amarillo que hoy iluminaba mi día.
- Eres un rayo de sol.
- Basta, comienzas a ser cursi, y así no eres tú.
- ¿Y si quiero ser así ahora contigo? Perdí demasiado el tiempo, tengo que besarte y decirte que te quiero todos los días, por si no tenemos un mañana. -Su expresión cambió por completo, de una sonrisa coqueta a una expresión de molestia.
Cuando el sol se ponía decidimos subirnos a una góndola, me quité la chaqueta y la posé sobre sus hombros, alzó la cabeza para verme, se mordió levemente los labios, sostuve un momento la mirada y luego la besé.
La góndola se detuvo y bajamos hacia el hotel, la vi sonreír como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía, esa sonrisa por la que todo valía la pena ¿Esta vez yo era el causante? Con todo mi corazón, quería creer que sí, aunque sintiera aún que no lo merecía.
Nos metimos al lobby del hotel y lo recorrimos en plan de curiosos y llegamos hasta el sector de casino, nos miramos y creo que ambos tuvimos la misma idea "¿Te imaginas apostar todo nuestro dinero?" nuestra cara de horror expresó lo que ya sabíamos, no teníamos talento para el póker, ni buena suerte en las tragaperras, así que cruzamos todo el casino hasta dónde se pudiera bailar y a una escalera que bajaba hacia un gran salón con pista de baile y un gran y surtido bar.
- Diana, antes que bajemos y la música esté demasiado alto para poder hablar quiero hacerte una propuesta.
- ¡Uy qué misterioso! -Me hizo cosquillas en las costillas, pero intenté mantenerme serio para continuar diciendo:
- Diana, aquí no tenemos que mentirle a nadie, hagamos esto, quizás es muy conveniente para mí y que tú no quieras, pero olvidemos todo, vivamos de verdad nuestra luna de miel, sé mi esposa por unos días.
- ¿Y luego podré dejarte ir en un avión y decirte, siempre tendremos Venecia?
- No entiendo la referencia a casa blanca, es demasiado clásico para mi, no te pediré nada más, lo juro, yo sólo...
- Sí. -Dijo y ante mi sorpresa me besó y se me sacó del trance.
Bailamos girando entre sí, besándonos en medio de la multitud de personas, hasta ese momento jamás me había puesto a pensar en la cantidad de personas con muchísimo dinero en el mundo. Diana se veía feliz, contenta, muy distinta de estos últimos días dónde se veía cansada. Entre las luces del salón me volvió a cautivar cada rasgo de su cara, y dándome cuenta de que tras un divorcio, me había vuelto a enamorar de mi esposa, la besé y no hubo quién nos separara hasta volver a nuestro cuarto, apagué la Go-pro y las cámaras de la habitación, mientras mi boca seguía sobre la de Diana. Su vestido amarillo pronto cayó como el sol sobre nuestra ventana, fuimos a la cama cubiertos de un aura diferente, estaban cayendo todas las murallas que nos habían separado, ya no estábamos entre lo falso y el resentimiento, estábamos al otro lado del mundo, dónde nadie nos conocía y dónde nadie sabía nuestra historia, no estábamos fingiendo, ella tomaba mi mano y yo la de ella por una razón, yo era de ella y ella era mía.
Cuando estuvimos desnudos completamente, y completamente fundidos en el otro, sólo pensé en Sussana por un minuto, y sólo para decirme a mi mismo lo fundamental "debiste estar muy necesitado para cambiar a una mujer, por una chica", Diana estaba volviendo a disfrutar estar conmigo, durante un tiempo parecía que sólo le causaba dolor, pero no esta noche, estábamos hundidos en el otro, yo no era yo, ni ella era ella, éramos más que carne y que huesos, por fin volvíamos a ser sólo amor.
El cansancio nos venció y desperté en medio de la noche con Diana entre mis brazos, besé su espalda y lloré sobre ella.
- Dime que esto no acabó -Susurré, pero ella estaba dormida.
Le acaricié sus cabellos y rocé mi nariz con su espalda, sentí que algo se quedaba entre mis dedos y encendí la luz, era... cabello. Supuse que nuevamente estaba con una crisis de estrés y estaba perdiendo cabello, no era la primera vez,, suspiré y bajé entre las sábanas y besé sus piernas, supe inmediatamente cuando despertó.
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Matri-vorcio
RomanceTerapeuta: ¿Por qué están hoy aquí? Esposo: Ella tiene citas con otros hombres. Esposa: ¿Citas? ¿De qué estás hablando? yo estoy aquí porque mi marido no confía en mí. Esposo: Te oí hablar por teléfono. Esposa: ¡Cara dura! tú...