Capítulo 3: El santuario de nieve.

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Su alrededor estaba teñido de blanco y sentía frío, más del que hubiese sentido alguna vez en su vida, pero el joven de cabello violeta no podía hacer nada para aliviarlo, pues su cuerpo no le daba ninguna respuesta.

Se encontraba inmóvil y a punto de morir congelado.

No sabía cuánto tiempo había pasado, ni donde se encontraba o lo que le había pasado a su familia. Intento levantar aunque fuese un poco la cabeza, pero su esfuerzo fue en vano. Su energía se había agotado e incluso su mente se hallaba nublada. Estaba muy cansado.

Cerró los ojos para dormir un poco, pues ya no aguantaba el peso de sus parpados.

—¡¿Hey?! ¡¿Estas bien niño?!

Una voz ronca saco a Kein de su estupor, al mismo tiempo que sentía como unas manos fuertes lo alzaban. Abrió los ojos un momento y distinguió a un hombre con barba junto a una chica rubia, pero enseguida sus párpados se cerraron de nuevo y después de eso ya no supo nada más de lo que paso.

*

Cuando el joven de cabello violeta volvió a abrir los ojos se encontró acostado en una cama cálida dentro de una habitación de piedra, con una ventana al lado suyo y una cómoda del otro. Se levantó despacio para observar bien sus alrededores, pero su cuerpo se sentía entumecido, al mirarse quitarse la sabana que lo cubría para verse mejor noto que alguien lo había cubierto de vendas.

Debido al dolor que aun persistía, el chico se percató de que había sufrido varias heridas, aunque no lograba recordar cómo, pues su último fue lanzarse contra la criatura para salvar a su madre.

Hacia frio, aunque no tanto como el que había sentido antes de desmayarse, pero aun así era más del que había sentido nunca y es que él se había criado en un ambiente cálido. Fuera de la ventana se podían escuchar sonidos como chapoteos y gritos, pero debido al vaho no se podia ver nada. El joven estuvo a punto de limpiarla para ver que había del otro lado, pero algo lo interrumpió.

—¡Oh! ¡Has despertado! —dijo una voz ronca, la misma que había escuchado antes de desmayarse. La puerta de la habitación se abrió debido a una ligera patada y apareció un hombre con una ligera barba de color miel, un cabello rubio dorado que le llegaba hasta la cintura y vestido con una toga de color azul de una sola pieza. En sus manos llevaba una charola con un cuenco y unos panes sobre ella. Después de entrar por completo, volvió a cerrar la puerta con otra patada ligera—. Creí que dormirías más. Sí que eres un tipo duro.

—D-discúlpeme, ¿quién es usted? ¿D-dónde estoy? —preguntó el joven, nervioso, pero sin intentar nada.

—No me sorprende que no recuerdes nada, te encontramos muy malherido en el bosque, unos minutos más y no la cuentas, aunque no sé cómo llegaste ahí.

El hombre coloco la charola en la cómoda al lado de la cama donde se hallaba Kein, tomo un el cuenco y se sentó a los pies del chico para comenzar a comer.

De pronto la puerta se abrió bruscamente y apareció una joven que parecía estar en sus veintes, su cabello era del mismo tono dorado que el del hombre y parecía furiosa.

—¡Papá! ¡Te quito la vista un segundo y te marchas a comer...! —En medio del regaño se dio cuenta que Kein se había despertad y cambio su tono a uno más dulce—. Oh, has despertado. Espera, en un momento te traigo algo para desayunar.

Tras decir eso la joven salió nuevamente de la habitación.

—Ella es mi hija, Keila. Yo soy Caín y estamos en el santuario de Falane, en una isla congelada al norte del continente mágico. Este es el santuario de mi familia —comentó el hombre a un perplejo Kein.

Theria Volumen 0. 0: El niño de cabello violeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora