Epílogo.

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El ambiente siempre era festivo en el burdel de la dama Nilb, ubicado a las afueras de la ciudad de Galies, en el reino de Cirie. Debido a la administración de la señora Laisa Deliv, la actual dueña, el lugar se parecía más a una cantina de lujo que a un burdel en sí, pero a los clientes les gustaba así.

Uno de ellos era un hombre alto, de piel morena, cabello blanquecino y ojos grises. Xartos. En realidad, para descontento de la mayoría de las empleadas, él iba más por la bebida que por la compañía de las mujeres. Además, y más importante, iba porque en ese lugar residía la única familia que le quedaba.

—¡Tío!

La señora Laisa, una mujer de cincuenta y seis años, se acercó a Xartos y lo abrazo. En realidad, ella era hija de la sobrina del hombre, a quien sus ciento veinte años de vida no se le notaban. de joven Xartos perdió at da su familia,quedando solamente su hermana mayor y esa hermana únicamente concibió a una niña. Esa niña, su sobrina, falleció al dar a luz a Laisa y la señora jamás se casó. En ese mundo, únicamente se tenían ellos de familia.

—Ven, siéntate —le dijo la señora, llevándolo a una mesa reservada—. ¡Zonya, ven!

Una niña, de unos doce años, de piel morena, cabello pardo y un collar plateado en el cuello, se acercó corriendo a ellos desde la cocina.

—¡Señora!

—Trae unas cervezas. Apresúrate.

—¡Si, señora! —respondió la niña, inclinándose—. ¡Bienvenido, señor Deliev!

La pequeña lo miro con el rostro sonrojado y se fue de regreso a la cocina.

Xartos, después de seguir con la mirada como la niña se iba, miro con furia a Laisa, pero antes de que le dijera algo, ella lo interrumpió.

—No me veas así —dijo la señora Laisa—. Si, compre una esclava y sé muy bien lo que me harías si llegara a contratar niñas en el burdel. No te preocupes, ella solo está aquí para ayudarme en los quehaceres de la casa y casi no interactúa  con los clientes más que para llevar bebidas y eso solo cuando es necesario. Si no te has dado cuenta, ya no soy tan joven, al contrario que tú, yo sí envejezco y necesito toda la ayuda que pueda.

—Lo siento, por dudar de ti, sobrina —se disculpó Xartos—. He estado bajo mucha presión últimamente.

—Ya, ya. No sé lo que estés haciendo, pero sí que luces agotado.

—Parecía saber quién soy, ¿Cómo es posible? Llevo unos años sin aparecer por aquí.

—Ella era hija de los Alisver. Vivian colina abajo. Te ha visto varias veces desde que era pequeña, aunque no la recuerdes. Tal vez vivir tanto ya te esta afectando las memorias, tío.

—Recuerdo a los Alisver. Pero, ¿Qué paso para que dejaran a su hija como esclava...?

—Espera.

La señora interrumpió a Xartos debido a que Zonya llego con dos tarros de cerveza que dejo sobre la mesa. La joven volvió a sonreirle a Xartos antes de regresar5 a la cocina ante una señal de Laisa.

—Sus padres murieron de una enfermedad de los huesos. No se pudo hacer nada —respondió la señora a Xartos en cuanto Zonya se fue—. Pobre chica. Es por eso que la acogí en cuanto un familiar la vendió...

Laisa fue interrumpido por el fuerte estruendo de un relámpago que cayó demasiado cerca del burdel, haciendo temblar los vidrios de la ventana, seguido de una repentina tormenta.

—Qué raro —se extrañó Laila—. Hace un momento salí fuera y estaba soleado... ¿a dónde vas, tío?

Antes de que Laisa se diera cuenta, Xartos se había levantado e iba con paso firme hacia la puerta, como si hubiera recibido un llamado.

—Hay alguien esperándome. Regreso pronto.

Y en verdad que estaba ahí. Delien. Se encontraba esperándolo cerca de un árbol, cubierto por una capucha negra y una capa gruesa.

—Necesito ayuda. Busco a Aurien —dijo, quitándose la capucha, sin dejar siquiera que Xartos llegara hasta él.

—Lo odias —respondió Xartos—. ¿Por qué quieres verlo? ¿Qué es lo que necesitas tú, alguien neutral, del pensador?

—Es... difícil de explicar. Solo dime donde está, es todo lo que quiero saber. Sé que se encuentra en alguna parte del continente mágico, pero...

—No.

—¿Por qué?

—Tus ojos. Están cambiando. Demasiado —contesto Xartos, acercándose a Delien y tomándolo del cuello de su camisa—. Charles, no sé quién sea esa persona que no quieres presentarme, pero, por tu bien, espero que no te esté haciendo cambiar de opinión.

—¡Señor Xartos! —lo interrumpió Zonya, quien llegó corriendo en medio de la lluvia llevando sobre sí una manta para cubrirse. Xartos soltó a Delien, como si temiera que alguien lo viera actuando de forma violenta—. Me dijo la señora que le dijera que entren antes de que se enfermen.

—Ya voy, pequeña —le respondió Xartos, acariciando su cabeza con una sonrisa en su rostro. La joven le sonrió de vuelta y regreso corriendo a la casa.

—No soy el único que parece estarse acostumbrando demasiado a este lugar —comentó Delien.

—Ella me quito todo, Charles —Le respondió Xartos, con una mirada llena de ira y apretando sus puños—. Me mató a mí, a mi esposa y a mi hija. Al contrario que a ti, aunque encontrara la forma de volver, no hay nadie esperándome. No importa lo que pase, no importa lo mucho que pueda llegar a arraigarme a éste mundo, destruiré el plan de esa maldita, aún si implica matarlos a todos, incluso a los que son cercanos a mí.

—Lo sé. Xartos, por última vez, te aseguro que no me voy a meter en tu camino. Soy neutral. Estó es por razones diferentes.

—Entonces dime porque no me quieres decir para que necesitas al pensador.

—Está bien, te lo diré. ¿Recuerdas al niño que rescate hace varios años?

—Si, después de todo yo te envié a rescatarlo, ¿qué tiene?

—Está en problemas, su interior es inestable a causa de sus magias. Él salvo mi vida y deseo regresarle el favor. Es solo eso.

Xartos suspiro mientas miraba hacia el burdel, de donde salían risas. No le costaba nada decirle en donde estaba y tampoco creía que le hiciera algo, pero tenía que advertirle, por si las dudas.

—Está bien. Aurien ahora está en la zona norte del continente mágico, a pocos kilómetros al oeste de la capital de los Nathar. Si vas a ir, recuerda llevar un abrigo. Y algo más: aun necesito a ese maldito hijo de perra. No lo mates.

—Prometo que me contendré. Gracias, amigo.

Delien se volvió a colocar la capucha y estaba a punto de retirarse cuando Xartos lo detuvo ante una duda que había tendido desde hace tiempo. No era muy importante, pero a veces resonaba en su cabeza y ese era tan buen momento para preguntárselo como cualquier otro.

—Por cierto, a esa mujer que te está cambiando, ¿la conociste en el continente mágico, verdad?

—No me está cambiando —respondió Delien, ya harto del argumento de su amigo—, pero sí.

—Entonces no es humana... Bueno, es una pista de quién es. Te veré después, Charles.

—Adiós, Christopher.

Poco sabían que cuando volvieran a encontrarse serian enemigos y no precisamente por las circunstancias que uno de ellos temía.

Theria Volumen 0. 0: El niño de cabello violeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora