Capítulo 20: Desliz familiar

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Jared tuvo que contarle toda la historia a su hermana mientras sostenía una bolsa muy fría en su oreja, de igual forma le quedó roja, pero era mejor decirle la verdad antes de que ella volviera con su súper táctica de castigo. 

Debió dejar que Anthony le pintara el cabello de naranja el día de su boda, igual ya no podía devolver el tiempo y solo quedaba soportarla a ella y sus torturas.

Suzanne se había quedado pensativa luego de terminar la historia, mirándolo fijamente, descubriendo si le había dicho toda la verdad o no.

—Quiero conocerla —declaró luego de quince minutos de absoluto silencio en los que Jared había estado mirando por la ventana.

—¿A quién? —preguntó medio ido.

—A tu esposa, ¡tonto! Es lo único que hemos hablado y la razón por la que estoy aquí —espetó de mal genio. Suzanne quería volver a retorcerle la oreja, pero se contuvo y siguió hablando—: Charles, Luc y yo iremos a unas cabañas esta semana. Vas a venir, los tres. —Jared miró a su hermana con cara de incredulidad, seguía siendo tan mandona como cuando eran niños, pero ya habían crecido y no podía decirle qué hacer.

—Dominic tiene clases. Tengo un trabajo y dudo que quieras hacerte cargo de él. ¡No puedo simplemente desaparecer una semana! —protestó dejando la bolsa a un lado.

Suzanne le lanzó una mirada fulminante. 

—Pues vas a hacerlo —ordenó ella y salió de la oficina musitando—: Nos vemos esta noche en la cena, en casa de papá ¡y no olvides empacar!

Sí, definitivamente su hermana no pudo llegar en mejor momento.

Dominic suspiró al ver a su madre al final del restaurante. André lo tenía cogido por la mano, aunque no era necesario. Él parecía muy tranquilo mientras esquivaban las mesas. Todo se movía con una sincronización perfecta, el ir y venir de los meseros y sus bandejas de la cocina, las pequeñas libretas en sus manos y sus retiradas rápidas aparentemente serenas.

Evangeline estaba con Raúl, vio desde la puerta como él le dijo algo a Paloma y ella se fue, rumbo al piso de arriba. Ahora él tenía un brazo alrededor de los hombros de su madre y parecía tenso mientras hablaban. Evangeline negaba con la cabeza al tiempo que él le apretaba la mano y le besaba la frente, era un gesto fraternal. Dominic fue testigo millones de veces de aquellas muestras de afecto, sabía que era porque Raúl consideraba a su madre su hermana pequeña, ya que él no tenía hermanos.

En realidad Raúl siempre fue el sensato entre los dos, Evangeline desde pequeña fue imposiblemente terca y pesimista, siempre intentó hacerle ver las cosas, pero ya que él también era serio, resultaba casi imposible que ella lo escuchara. Claro, la llegada de Paloma significó un cambio para ambos. Aprendieron un poco más a disfrutar las pequeñas cosas de la vida, hasta el punto en que Raúl dejó de intentar y la lanzó a que viviera la vida como debía ser. Aun así, existían demasiados secretos entre ambos, secretos que no solían compartían ni si siquiera con Paloma.

—Mamá —musitó Dominic y se sentó en su regazo.

Raúl lo observó con el ceño fruncido al tiempo que Evangeline lo abrazaba muy fuerte, casi ahogándolo, reprochándole lo mucho que la había preocupado. Ella tenía los ojos húmedos y se veía un poco pálida, pero terminó dándole un beso en la frente y diciéndole que estaba castigado, lo cual le parecía natural, aunque se quedaría un buen rato sin dulces…De igual forma, probablemente Raúl y Paloma le darían, como siempre.

—No vuelvas a hacer eso —murmuró Raúl enfadado. Dominic dejó de ser presionado con tanta fuerza y volteó a verlo. Raúl siempre le invitó a que hiciera travesuras, le dio dulces cuando  se supone que no podía. Él era la persona menos indicada para hacerle reclamos—. Sé lo que estás pensado, hay de casos a casos, Dominic. No confundas las cosas. No es lo mismo que yo te saque del colegio y te lleve al parque, a que te escapes.

El problema eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora