Capítulo 22: Competencia sutil

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Dominic se quedó dormido a mitad de camino con el arrullo de la voz aguda de Luc, el infante no paró de hablar ni siquiera cuando Jared, el centro de su atención, perdió la batalla contra el sueño, aún con todos los intentos de Suzanne por mantenerlo despierto con juegos o canciones.

Evangeline se limitó a admirar el paisaje mientras deslizaba las manos por el cabello de su hijo. Respondió vagamente las preguntas de Suzanne, así que al final la hermana de Jared se rindió.

—¡Llegamos! —gritó Luc provocando que Jared golpeara la cabeza contra el cristal del susto. Luc se soltó el cinturón, se subió sobre su tío e intentó abrir la puerta, pero no lo logró por el seguro de niños, tuvo que esperar a que su padre le abriera.

Varias cabañas rodeaban el lago, pero cada una estaba lejos de la otra; los árboles parecían haberse quedado atrapados en el otoño, el paisaje dorado lo cubría todo. El agua permanecía quieta, hasta que alguna de las hojas era arrastrada por viento produciendo leves ondulaciones al caer.

—¡Es un lugar precioso! —exclamó Dominic asombrado, el sueño desapareció por completo.

—¡Al lago, al lago! —gritó Luc echando a correr. Su padre lo atrapó y el niño pataleó y estiró sus brazos, tratando de soltarse, pero fue inútil porque Charles lo agarró más fuerte mientras reía.

—Primero tenemos que bajar las cosas del auto —explicó mientras Luc se retorcía entre sus brazos—. Nadie puede vigilarte en el agua.

—¡Yo ayudo a bajarlas! —declaró, así no se demorarían tanto.

—Casi todo te saca el triple de peso y el doble de estatura —replicó Dominic riendo. Luc lo fulminó con la mirada desde los brazos de su padre.

Aquello era cierto, no entendía por qué trajeron tantas cosas, lo único que necesitaba era el traje de baño, su flotador, su oso de peluche —ya que sin él no podía dormir— y una pelota, lo demás sobraba, desde su punto de vista. Por supuesto, aquello no era lo que pensaba su madre, que empacó ropa que a él le parecía innecesaria, tenía planeado dormir con la que llevaba puesta.

—Mejor vayan a jugar —ordenó Jared lanzándoles una pelota de micro fútbol, les señaló un espacio lo suficiente cerca de la cabaña para poder vigilarlos y alejados para no tropezarse con la pelota o ellos por error.

Suzanne abrió la puerta de la cabaña reprimiendo la risa por la ocurrencia de su hijo. Charles bajó a Luc y le revolvió el cabello.

El niño no tuvo más opción que seguir a Dominic a regañadientes.

—Hay tres habitaciones, dos baños, la cocina y la sala —dijo Suzanne—. Jared y tú en una, los niños en otra y Charles y yo la otra. Ah… y solo hay una cama en cada habitación, excepto por la de los niños…

A Evangeline se le erizó el cabello de la nuca. Aquello ya se lo temía, pero que alguien lo dijera en voz alta le daba escalofríos, sobre todo porque la mirada de Suzanne decía que sabía que su «matrimonio» no era real, pero tenía toda la intención de que lo fuera.

Jared suspiró al ver a Evangeline, tenía aquella mirada que ponía cuando estaba pensado demasiado las cosas, los ojos le revoloteaban de un lado a otro, como si se debatiera entre dos opciones.

Su hermana tenía cierto instinto para las personas, sumado a la manía de controlarlo todo daba como resultado que ahora interviniera en lo que no tenía nada que ver: su vida. Todo aquello lo había decidido en la noche anterior:

—¿Y tu familia qué piensa de que te hayas casado? —preguntó Suzanne mirando fijamente a Evangeline.

Evangeline suspiró, ella nunca tuvo más familia que Raúl mientras crecía, sus padres eran socios y fue por recomendación del padre de Raúl que ambos terminaron en el mismo internado. Él había sido una roca para una niña de cinco años que acababa de perder a su madre, cuyo tío no la quería cerca y con un padre desinteresado.

Nada más dos días después de conocer a George, él la subió a un auto junto con uno de sus hombres de confianza de aquel entonces, aquella ocasión Raúl estuvo con ella (el padre de él y George hicieron arreglos para que se fueran juntos, al fin y al cabo se dirigían al mismo lugar). Ella soñaba con que su padre la abrazara, pero con el tiempo dejó aquel pensamiento atrás y comprendió que las familias eran mucho más que lazos de sangre, así que su padre se convirtió en George, el hombre que se metía en su vida por más que no lo quisiera cerca.

—No opina nada, mi madre murió cuando yo tenía cinco años, casi no la recuerdo —contestó. Esperaba que alguno de ellos dijera «Lo siento» como siempre hacían cuando se enteraban, como si aquello pudiera arreglar algo. Lejos de eso, Suzanne le clavó aún más la mirada, sus ojos grises eran como el centro de una tormenta, revolvían todo a su alrededor, ya sea que estuviera a la vista o no.

—¿No tienes más familia? —inquirió—. ¿…tu padre?

—Un tío, no lo he visto en años —respondió y se metió la comida a la boca, mirando para otro lado. Ella se esperaba que Jared le hubiese dicho de George, era por él que estaban juntos.

Suzanne no era una persona fácil de engañar, incluso Evangeline lo sabía conociéndola apenas. Suzanne sonrió, a diferencia de su hermano —que a veces era demasiado confiado— Evangeline se mostraba cautelosa, aún cuando hace un rato confió en ella. Fue un instante incontrolable, un error que corrigió al darse cuenta. Ella ya había cometido aquel error más de una vez…

—¿No puedes decirle a tu hermana que tienes que volver a tu trabajo o algo así? —preguntó Evangeline sentándose en la cama, las manos le sudaban.

Jared se encogió de hombros y miró por la ventana, qué más quisiera él.

Dominic le lanzaba la pelota a Luc, su sobrinito no parecía muy feliz, sobre todo desde la noche anterior, cuando Dom se comió toda su comida y Charles le dijo que debía aprender de su primo. Luc había volteado la cara y terminado su plato. Luego jaló a su tío a la habitación para mostrarle sus nuevos juguetes —que seguían en la maleta—, el pequeño hizo todo lo posible por alejarlo de Dom.

—¿Listos? —interrogó Suzanne apareciendo en la puerta—. ¿Se van a bañar así? —protestó. Ella ya estaba lista, tenía el vestido de baño debajo de la enorme camiseta de su esposo porque no planeaba meterse de inmediato—. Ya habrá tiempo para desempacar —declaró al ver que Evangeline señalaba la maleta medio abierta—. ¡Muévanse! —exclamó. Bajó las escaleras para llamar a los niños, de inmediato se escucharon los pasos inquietos de Luc, que retumbaban en el piso de madera.

Luego los de Dom.

—¡Mamá, al agua! —dijo riendo. Evangeline cogió su vestido de baño, que constaba de dos piezas, y el de su hijo, se dirigió al baño en busca de privacidad.

El lago no era muy profundo al borde, ambos niños podían tocar el suelo. Luc se colgó del cuello de Jared, con flotador y todo, para que lo llevara más hondo.

—¿Una carrerita? —preguntó Charles alcanzándolos. Dominic estaba subido en sus hombros, Charles le sostenía la mano para que no se cayera, ya que el niño no sabía nadar y no tenía nada que lo detuviera de hundirse, sus flotadores se habían quedado en la orilla.

—¡Sí! —exclamó Luc observando con el ceño fruncido a Dominic.

Empezó a gritarle a su tío para que nadara más rápido, aunque al notar que el agua llegaba más arriba del pecho a Jared se arrepintió y le pidió que regresara.

—Llegaron muy lejos —comentó Charles a modo de consuelo.

—No más que ustedes —masculló Luc.

El problema eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora