Luc tenía razón, se dijo Dominic, Jared no podía ser suyo, no era su padre, no había nada que lo atara a él además del matrimonio con su madre, con la que no se llevaba bien porque a ella no le gustaba Jared. Era un fracaso todo, nunca tendría un papá.
Jared le ayudó a Dominic a levantarse, ya que parecía completamente helado.
—¿Estás bien, Dom? Siento lo de Luc. No suele comportarse así —balbuceó.
—No importa —susurró sin mirarlo. Dominic tenía ganas de llorar, quería a su conejo de peluche y que las cosas entre adultos no fueran tan complicadas—. ¿Qué pasa? —Dominic negó con la cabeza, no le habló porque tenía un nudo en la garganta y sentía que iba a explotar si abría la boca.
—¿Dom? —inquirió Evangeline preocupada. El infante miró a su madre antes de correr por las escaleras.
Jared la detuvo por el brazo cuando quiso ir tras él.
—Yo me encargo.
—Él no es tu responsabilidad —replicó—. Sé que dijiste eso porque no querías hacerlo sentir mal…
Jared negó con la cabeza, estaba cansado. Quería a Dominic, puede que no estuviera enamorado de Evangeline, pero había visto la tristeza que ocultaba, por más que se empeñara en cubrirla.
—Sí lo es, ya no estás sola. No me casé contigo por la empresa de tu padre, sino porque quería ayudarlos —dijo con firmeza—. Quiero a Dominic, me creas o no. Ambos se merecen algo mejor.
Soltó a Evangeline y subió las escaleras, ella se quedó en el lugar sin saber qué hacer hasta que Suzanne le puso una mano en la espalda.
—Me gustaría que le dieras una oportunidad a mi hermano, es una buena persona. Sé que la relación con tu padre no es la mejor. Jared es un poco torpe a veces, pero puedes estar segura de que tiene buenas intenciones.
Le cogió el brazo y la dirigió de vuelta a la cocina.
Jared encontró a Dominic apoyado en una pared, jugando con los cordones sueltos de sus zapatos, lo cargó y se metió a la que había sido su habitación, todo estaba como lo dejó la última vez. Dominic ocultó la cara en su cuello, podía sentir su respiración haciéndole cosquillas. Por la forma lenta en que respiraba podía decirse que se había quedado dormido, pero sentía sus manitos inquietas jugando con el borde de su camisa.
—Muy bien, hablemos.
Jared lo dejó en la cama y se sentó en el piso, le volvió a atar los cordones. Dominic apartó la mirada, escrutó las paredes llenas de afiches de sus bandas favoritas, fotos de sus amigos —de la secundaria, universidad— en casi todas ellas estaba Anthony con su pose de chico malo, la sonrisa coqueta o apoyándose en su hombro mientras saludaba a la cámara. Aquel enorme collage era obra de Anthony y él, en algún momento intentó quitarlo, pero su amigo devolvió todas las fotos a su lugar con la excusa de que cualquiera que entrara a su habitación no podía perderse de aquella impresionante vista.
El niño gateó sobre la cama y cogió una foto que estaba boca abajo sobre la mesita de noche.
—¿Es tu madre? —preguntó analizando la foto.
Jared conocía la imagen muy bien. Su padre y su madre abrazados, su padre tenía la mano sobre el hombro de Suzanne y la expresión de Jared era de pánico, Anthony había salido de la nada con una máscara y lo había tumbado al suelo.
Suzanne le presentó a su esposo, que estaba más concentrado en revolver la salsa roja que freía en el sartén, que en presentaciones.
—¿Qué tal creen que está? —inquirió Charles acercándoles una cuchara a cada una.
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El problema eres tú
RomansaJared O’Conell tiene una obsesión malsana con aquel acuerdo, según su mejor amigo. Por supuesto él no lo ve así (claro que estuvo a punto de tener un ataque cuando George, su «casi» socio, dijo que no estaba de acuerdo y que quería agregar una nueva...