Dom siguió columpiándose cada vez más alto, casi podía volar, estiró una mano, deseaba tocar el cielo. Sonrió al ver a su mamá hablando con su papá y Paloma. Su papá, Jared lo adoptó, ahora se llamaba Dominic O’Conell y Ben nunca más podría decirle que no tenía papá. Estiró los pies e intentó detenerse, pero no tocaba el suelo. Una mano detuvo las cadenas, el columpió se quedó en su lugar mientras se bajaba.
—Gracias —musitó Dominic al desconocido cuando tocó el suelo. Era un hombre mayor, debía tener la edad de su papá, pero era difícil decirlo por la ropa.
—No ha sido nada. Soy Gustave. —Le extendió la mano. Dom dudo en tomarla, no debía hablar con extraños, pero si el señor se presentaba dejaba de ser un extraño ¿verdad?
Raúl apartó a Dominic de Gustave bruscamente lanzándole una mirada furiosa, no se explicaba qué hacía tan cerca de Dom. El niño protestó confundido por ser cogido de aquella manera, al ver la mirada que Raúl le dirigía al hombre se abrazó a su cuello y se quedó en silencio.
—Lárgate —ordenó. Gustave alzó una ceja, esbozó una media sonrisa y se recostó en la estructura que sostenía el columpio.
—Es un lugar público ¿por qué habría de hacerlo? —inquirió con aire burlón, estudiando el niño con la mirada. Raúl lo presionó contra su cuerpo, no tenía sentido que intentara ocultarlo, Gustave ya le había dado un buen vistazo. El mismo Gustave que se negó a ver a su hijo cuando nació, recibió el chantaje para ceder la custodia y se fue sin ningún remordimiento. El mismo que Raúl presentó a Evangeline.
Gustave sacó un cigarrillo del bolsillo y lo encendió. Raúl dio media vuelta y dejó a Dominic en el suelo.
—Ve con tus padres y prométeme que no te volverás a acercar a él —pidió consciente de que Gustave seguía ahí, escuchando todo, mirando todo.
—¿Por qué? —preguntó Dominic lanzándole una mirada al extraño por encima del hombro de Raúl.
—Obedece —reprendió Raúl. El infante hizo mala cara pero asintió y se fue corriendo. Raúl volvió a levantarse. Su presencia contra restando la de Gustave, parecía descuidado con aquella chaqueta de cuero y los jeans desgatados, lo cual no era sorprendente considerando que fue sacado de su familia, ahora vivía de las amantes ricas que conseguía gracias a su antigua educación y sus conocidos—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Un nuevo pago o qué? —preguntó mientras lo observaba fumar.
Gustave inhaló profundamente, llenándose los pulmones de aquel aire nocivo. Era curioso ver tantas personas dispuestas a proteger un niño.
Jared recibió a Dominic con una sonrisa y lo sentó en sus piernas.
—¿Ya te cansaste? —preguntó riendo. Dominic atacó el pastel que le dio su madre y se tomó todo el refresco antes de responder.
—Sí, además Raúl se puso a hablar con un señor. Estaba enojado —añadió.
—¿Qué señor? —interrogó Evangeline apartándole el cabello de la cara y limpiándole la cara con una servilleta.
—Dijo que se llama Gustave —declaró despreocupadamente. Alzó la mirada al sentir los brazos de Jared tensándose a su alrededor y a su madre quedarse inmóvil—. ¿Pasa algo?
—No —replicó Jared rápidamente, cogió una caja que estaba al lado de la mesa, no tenía nada más que un moño rojo y un montón de hoyos. Dominic esbozó una sonrisa deslumbrante sin poder creerlo cuando la caja se sacudió, arrancó el moño sin piedad y quitó la tapa.
—¿Es para mí? —balbuceó cogiendo el cachorrito en sus brazos. Era una bola de pelo de color café con las orejas negras igual que sus patas, parecía que llevaba botas, tenía los ojos de diferentes colores, uno verde y otro azul. El cachorrito sacó su lengüita rosada e intentó lamerle la mejilla moviendo incesantemente la cola.
—Es para ti —confirmó Jared—. Tienes que escoger un nombre para mandar a hacer la placa.
Dom no podía creerlo, en unos meses tenía todo lo que quería: su mamá, un papá y un perrito. En realidad tenía mucho más de lo que deseó, tíos, tías, un primo, un mejor amigo y un abuelo, uno de verdad pensó al recordar la gentileza del padre de Jared.
Dom no pudo evitar reírse al ver el cachorrito, dormía dejando la barriguita blanca al descubierto y estiraba las patitas en medio del sueño. Jared miró el cachorrito que dormía a los pies de la cama y volvió a arropar a Dominic. El infante lo miró con ojos somnolientos, rehusándose a cerrarlos. El pequeño estaba tan contento que no podía quedarse quieto, apagó la luz de la lámpara en cuanto el niño se quedó dormido, cerró la puerta de la habitación con cuidado. Evangeline estaba en la sala, con las piernas cruzadas sobre el sillón, mordiéndose el labio nerviosamente.
—Deja de pensar en eso —pidió Jared sentándose a su lado y presionando sus labios contra los de ella. Lin no reclamó cuando la abrazó—. Dominic es nuestro, nada puede cambiar eso.
Evangeline lo miró con los ojos cargados de confusión. Nuestro, simple y sencillo. Jared consideraba a Dominic su hijo, la quería a ella y a Dominic. Tal vez su padre le hizo un favor al presionarla para casarse con Jared.
Dominic deslizó los dedos sobre el papel, casi podía sentir la pequeñísima elevación que dejaba la tinta al ser impresa, trato de no perder la línea mientras intentaba descifrar aquella letra tan pequeña y pegada.
—Gus… te… ta… ve… ¡Gustave! —leyó Dominic. Gregory, que tenía la cara hundida en un pastel de chocolate, levantó la vista y lo miró con aire aburrido.
—No entiendo para qué robaste eso —reclamó Gregory lamiéndose los dedos—. ¡Vamos a jugar! —pidió levantándose, intentó coger las hojas, pero Dominic las alejó de sus manos llenas de chocolate. Dominic negó con la cabeza y siguió viendo las letras que debían ser del apellido. Gregory empezó a hacer pucheros y emitir gemiditos de protesta, le recordó a su perrito nuevo esa mañana cuando lo bajó de la cama. Gregory se levantó y dio saltos inquieto a su alrededor, quería ir a jugar, pero se negaba a irse sin él—. ¿Qué es tan importante con esos papeles, Dom? —interrogó arrastrándose por el suelo y sentándose a su lado.
—No sé, se lo oí mencionar a George una vez. Fue cuando estuve en su casa días antes del matrimonio de mamá y papá. —Las mejillas se le encendieron por la alegría. Gregory le dio una palmadita en la espalda, Dom hizo una mueca e intentó mirar sobre su hombro qué tan manchada tenía la camiseta del uniforme, su mejor amigo puso los ojos en blanco. Dominic volvió a hablar—. Estaba escondido en los rosales que dan a la ventana de su estudio, vi cuando los guardó. Le dijo a su abogado que quería tener todo listo para cuando Jared se los pidiera. —Dominic se rascó la mejilla distraídamente al distinguir la palabra padre, la escribía tantas veces que no era difícil reconocerla. Gregory ladeó la cabeza y trato de leer, reconocía las letras por las planas que la profesora les ponía, pero a diferencia de Dominic no sabía cómo se pronunciaba—. Bio...ló…gi…co…
—Biológico —repitió Gregory juntando las sílabas—. ¿Qué es eso? Da igual, no importa —contradijo a sí mismo—.Vamos a jugar —pidió jalándole la manga—. Eso es aburrido y quiero quitarle unas cuantas canicas a Ben. —Dom desvió la atención de los papeles al oír eso. Gregory era muy bueno jugando a las canicas. Ben siempre tenía canicas nuevas, era divertido verlo haciendo pataleta cada vez que perdía y Gregory recogía su botín, le daba la mitad a Dom enfrente de él por el puro placer de ver la cara de Ben retorcerse.
No le parecía justo que Ben hubiese molestado a Dom por no tener papá, Ben seguía haciéndolo, diciéndole a Dominic que cuando su mamá y su «papá prestado» tuvieran un hijo lo dejarían de querer. Dominic lo ignoraba, desde que Gregory se hizo su amigo los demás niños los invitaban a jugar con ellos. Dominic les caía mucho mejor que Ben.
Ben se quedaba sin amigos por aquel mal carácter que tenía, siempre intentaba aprovecharse de otros porque tenía dos amigos dispuestos a secundarlo.
—Vamos, Dom. A jugar —repitió Gregory riendo y continuó jalándolo de la manga, provocando que los papeles se movieran. Dom solo alcanzó a ver su nombre y reconocer la palabra «custodia». Regresó los papeles al sobre tratando de no arrugarlos y los metió en su maleta.
Gregory lo observó con los ojos extasiados de alegría, corrió muy rápido, gritándole a Dom que intentara alcanzarlo. Dominic lo siguió aunque el corazón le golpeaba muy rápido contra el pecho.
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El problema eres tú
RomanceJared O’Conell tiene una obsesión malsana con aquel acuerdo, según su mejor amigo. Por supuesto él no lo ve así (claro que estuvo a punto de tener un ataque cuando George, su «casi» socio, dijo que no estaba de acuerdo y que quería agregar una nueva...